Hace unos meses, participé de un taller de seguridad digital organizado por la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones y Point of View [Punto de Vista] en Mumbai, India. Ese era mi primer taller sobre seguridad digital y, como la mayoría en el grupo, no tenía ni idea de qué esperar. Tenía una noción general sobre los grandes temas: vigilancia, aspectos políticos de los grandes datos y otros asuntos que preocupan en el mundo digital. Sin embargo, creía que todo eso muy difícilmente pudiera afectarme a mí alguna vez. Durante muchísimo tiempo, pensé que la seguridad digital no era algo que tuviera que ver conmigo porque en mi existencia digital era muy improbable que hubiera algo relevante y significativo en ese sentido.
El taller estaba transcurriendo bien y yo movía vigorosamente la cabeza asintiendo a todo lo que se decía, hasta el momento en que llegamos al «Modelado de amenazas». Es un ejercicio en el que te pones en el centro y analizas cómo podrías correr riesgo de recibir un ataque en línea en tu vida personal o profesional. Para mi sorpresa, cuanto más analizaba, más reducida se iba volviendo mi red de seguridad. Me di cuenta de lo vulnerable que soy a un ataque en línea (y lo mismo vale para quienes están «digitalmente» asociadxs conmigo) en tanto feminista que no se queda callada y que trabaja en temas de salud y derechos sexuales y reproductivos. Sinceramente, ¡me asusté!
Mientras estamos en línea, la mayoría de nosotrxs funcionamos en modo «confiar en todxs».
Esto probablemente se deba a que en nuestras mentes hemos separado lo virtual de lo real, quizás sin darnos cuenta de que en las nuevas culturas mediáticas estos dos planos se superponen cada vez más. A medida que el taller avanzaba y se desplegaban temas complejos, sentí que mi presencia digital era como estar parada en medio de una esquina muy ajetreada. Cualquier transeúnte equipadx con las herramientas más simples de ingeniería social podría obtener información sobre mi rutina diaria y mi vida. Las cosas se pusieron complicadas cuando imaginé que estxs transeúntes eran ex vengativxs, colegas celosxs, gente dedicada a hacer fraudes en línea, activistas anti-derechos y grupos homofóbicos.
Para esa altura, lo que yo suponía mi posición de privilegio que me hacía sentir segura en línea, navegaba en un bote inestable. Me di cuenta de que unx no puede nunca dar por sentados como permanentes ni un privilegio ni el status quo. Cuando las posiciones de poder cambian, también cambia quiénes son marginadxs y en cualquier momento unx puede encontrarse del otro lado de la cerca de las dinámicas de poder. Una vez que se entiende esto, adoptar herramientas de seguridad digital se vuelve también una posición política y un asunto feminista. De maneras que no se perciben fácilmente, anunciamos nuestra resistencia a las prácticas antiéticas de recolección extractiva de datos y a ser escudriñadxs sin nuestro consentimiento. Por lo tanto, la seguridad en los espacios tanto físicos como digitales debe ser un objetivo permanente. Aceptar que nuestra existencia digital es tan real como la del mundo físico (y que conjuntamente ambas dan significado a nuestras vidas particulares), es el primer paso hacia la seguridad digital. Más que aprender el uso de herramientas que suenan complicadas, la seguridad digital tiene que ver con evaluar nuestros riesgos en línea y estar abiertxs a cambiar nuestra conducta.
Ahora que estoy equipada con nuevas herramientas de seguridad, me siento más segura para navegar las calles digitales y para explorar el potencial de internet en la búsqueda de información, conocimiento, entretenimiento y placer.
Anubha Singh trabaja actualmente con CREA, en Nueva Delhi y usa el apodo @AnubhaUsha en Twitter