“[Ser una lideresa] es amar y defender nuestra
cultura, tierra, raza, identidad.
Es defender lo que somos”
Claudia Rincón, lideresa colombiana
En un contexto como el colombiano, es una labor digna de admiración aquella de imaginar, soñar y, aun, crear procesos de transformación para habitar mundos dignos, justos, cuidadosos y afectivos.
De ello se tratan, precisamente, las apuestas alternativas que en su diario vivir construyen, semilla a semilla, las lideresas y defensoras en Colombia para lograr consolidar realidades feministas en sus territorios. Las lideresas celebran las diferencias, protegen sus territorios y elevan reclamos por quienes sufren un Estado ausente, un conflicto largo y doloroso y un sistema arraigado de múltiples exclusiones. Pese a que este tejer en conjunto otros mundos posibles de sentido se da en medio de un contexto de fuerzas opresivas que las amenaza por alzar su voz, que las persigue por defender los derechos y que, en muchos casos, les arrebata sus vidas, las defensoras en Colombia han sido incansables en sus luchas.
Las lideresas no solo han aprendido para sí, sino que han compartido sus saberes, ideales y luchas. A ellas acuden otras personas que no han encontrado en las instituciones una respuesta ante sus pérdidas, carencias, dolores, necesidades y, fundamentalmente, porque ellas alzan su voz en nombre de muchas otras voces que no logran ser escuchadas. No olvidemos que, desde los mundos que reclaman para ser habitados desde la alegría y la convivencia, ellas han dedicado sus labores a la defensa de las comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas y a la preservación del conjunto de sus saberes, sus tradiciones, su cultura y sus raíces.
Por ello, es imperante que rememoremos sus trabajos por el agro, por el derecho a la tierra, por el medio ambiente, por los animales y por la sustitución y erradicación de cultivos ilícitos. Nombremos sus resistencias ante los megaproyectos, sus confrontaciones con empresas extractivistas y sus exigencias de consulta previa y participación de las comunidades. Alcemos la voz con ellas por sus tomas de posición crítica, por la participación política de sus comunidades, por las causas de las víctimas y por sus luchas diarias para la construcción de paz.
Por todas estas luchas es tarea conjunta el afirmar que el asesinato de una lideresa no solamente es un crimen político y un feminicidio, sino que, además, es un ataque contra toda una comunidad. Es una situación que connota afectaciones para el movimiento social y debilita los procesos organizativos. Con la generación de terror se desestabilizan los cimientos del derecho de las comunidades y de las mujeres a hacer audible su voz. Con el asesinato de las defensoras se quiere borrar la historia de la lucha de las mujeres por la vida y de las resistencias ancladas a sus territorios.
Quisiéramos hacer, entonces, un tributo por cada una de las más de 50 lideresas asesinadas en los últimos cuatro años. Sin embargo, rememoramos sus vidas desde las historias de cinco defensoras. Esta reconstrucción de memoria la realizamos a partir de las contribuciones que nos llegaron para el tributo, de manos de sus familiares y compañeres.
Al igual que muchas defensoras en Colombia, Cristina Bautista Taquinas caminó junto con su comunidad por el sueño de unidad de los pueblos indígenas y por el derecho al goce de sus territorios ancestrales. Ella, como gobernadora y autoridad del resguardo Nasa de Tacueyó (Cauca), luchó por construir un espacio habitable y unas condiciones de vida dignas para las mujeres campesinas e indígenas. A la vez, fue incansable en su lucha por la seguridad de la Guardia Indígena, por la paz y por el rechazo a la presencia de actores armados en su territorio. No olvidemos su voz ni aquellas palabras que un día antes de su asesinato nos dejó:
“Si nos quedamos callados, nos matan, y si hablamos, también. Entonces, hablamos”.
Paula Andrea Rosero sin duda, fue otra voz que se alzó como lucha y clamor por la justicia, cuya fuerza vital fue arraigarse a la esperanza por una democracia real para Colombia. Ella, como abogada, defensora y personera de Samaniego (Nariño), trabajó para la defensa de las mujeres y denunció sin miedo actos de corrupción en el Hospital Lorencita Villegas, lugar en el que falleció después de un ataque contra su vida. Sobre su asesinato nos unimos a la voz de uno de sus compañeros de lucha:
“es un atentado a la vida. No solo a la vida de una personera, sino también al alma, al espíritu de todo un pueblo que se siente frustrado” (Ever Santander).
Otra visión de mundo que queremos conmemorar es la de Yamile Guerra. Ella fue una abogada santandereana, cuya lucha representa la de muchas familias en Colombia por el derecho a la tierra. Yamile articuló un trabajo comunitario como ambientalista y defensora del páramo de Santurban.
Ella lideró un proceso jurídico en contra de la explotación minera, la desestabilización del ecosistema y la contaminación producida por la extracción del oro de su territorio, en manos de empresas extranjeras.
Recordemos a Doris Valenzuela, activista afrodescendiente. Ella trabajó en la organización comunitaria de personas afectadas por el paramilitarismo, denunció el impacto de los megaproyectos en su región y la complicidad del Estado, levantó su voz en contra del reclutamiento infantil y denunció la existencia de casas de pique en su región. Doris abandonó el país buscando proteger su vida. Esa distancia no pudo salvarla de las violencias que implica ser mujer, ya que fue asesinada por su compañero.
Y, también, por la defensa de las comunidades afro luchó Maritza Quiroz Leiva. Ella fue una defensora, campesina y afrocolombiana de Santa Marta.
Maritza fue “una líder aguerrida, combatiente, una mujer luchadora, pacífica, que en muchas ocasiones nos representó no solamente a nivel departamental, sino también a nivel nacional […], siempre luchando por el beneficio del campo y de la mujer rural” (María Ángela Salas - Representante de la mujer rural).
Dada su historia de desplazamientos, Maritza desarrolló múltiples iniciativas en su liderazgo, y como miembro de la Autoridad Nacional Afrocolombiana, imaginando un mundo en el que habitar la tierra, cultivarla y vivir en paz fuese posible para ella y para muchas mujeres de su región.
Pensemos en ellas
Pensemos en ellas y en las lideresas que aún continúan en pie de lucha recordando que, desde sus posiciones étnicas, políticas, culturales e identitarias y desde sus trabajos, han adquirido conciencia de sí y de las problemáticas sociales de sus comunidades.
Recordémoslas como mujeres que, en la búsqueda de soluciones para sus familias, sus territorios y sus comunidades, han aprendido a defender la vida, no necesariamente porque el Estado les haya brindado las herramientas, sino porque ellas con su tenacidad han construido escenarios de posibilidad para habitar sus territorios, defender sus recursos, asegurar la alimentación de sus comunidades y luchar por la defensa de las personas más vulnerables.
Por esto, recordarlas y celebrarlas es también un acto de resistencia que las abraza y las nombra con la esperanza de continuar su legado para que sus realidades soñadas se transformen en mundos de sentido y de vida digna de ser vivida en los territorios colombianos.
Este texto fue construido desde una polifonía de voces que han denunciado la grave situación que viven las defensoras de derechos en Colombia. Los documentos consultados responden a trabajos de: Pacifistas, Pares, Oxfam, CEPAL, Humanas, Deutsche Welle, Alta Comisionada de la ONU para los DDHH, Front Line Defenders, USAID, BBC, CEDAW, CIDH, Asuntos del sur, Somos Defensores, Marcha Patriótica, Sisma Mujer, CAPAZ, Red Nacional de Defensoras de Colombia, CeroSetenta, Codhes, Informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de defensores de derechos humanos en Colombia.