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Las huellas de las activistas por el derecho a la tierra: combatir el borramiento, defender los derechos territoriales comunitarios

Fadila M. fue una activista tribal soulaliyate de Azrú (en inglés), en la provincia de Ifrane en Marruecos, una gran militante contra la discriminación de las mujeres tribales. Como parte del Movimiento de Mujeres Soulaliyate por el Derecho a la Tierra, contribuyó a la reforma del marco legislativo relacionado con la administración de la propiedad comunitaria, a través de la adopción en 2019 de tres conjuntos de leyes que garantizan la igualdad de mujeres y varones. Fadila M. fue parte de la primera movilización nacional de los movimientos de base por el derecho a la tierra, que logró en 2012 que, por primera vez, las mujeres pudieran registrarse como beneficiarias para recibir compensaciones relacionadas con la cesión de tierras.

El movimiento también logró la enmienda del dahir (decreto del Rey de Marruecos) de 1919, para garantizar el derecho a la igualdad de las mujeres. Durante mucho tiempo, las leyes consuetudinarias negaban a las mujeres el derecho a beneficiarse de la tierra, en especial a aquellas que eran solteras, viudas o divorciadas. En Marruecos, el derecho a las tierras colectivas se transmitía tradicionalmente entre los varones de la familia mayores de 16 años. El trabajo valiente de mujeres como Fadila M. logró revocar estas enormes injusticias que habían prevalecido durante siglos.

En Kenia, Esther Mwikali fue una reconocida activista por el derecho a la tierra en el poblado de Mithini, condado de Murang'a, que peleó contra los negocios poderosos que abusaron de los derechos de las personas y que afirmaban que quienes habían adquirido las tierras eran ocupantes ilegales. En el contexto de los crecientes desalojos  en Kenia, Mwikali fue una luchadora feroz y confiable que enfrentó a los potentes magnates. Ni Fadila ni Mwikali están ya entre nosotrxs.

Cuando Mwikali no se presentó a una reunión del poblado, la comunidad la buscó durante dos días. El 27 de agosto de 2019 su cuerpo fue encontrado, con signos de tortura, en una granja cercana a su propia finca. Lxs activistas locales no tuvieron dudas de que su asesinato estaba relacionado con las continuas luchas por la tierra en su zona. James Mburu, el vocero de lxs «ocupantes ilegales», dijo: «Asociamos la muerte de Mwikali con las luchas por la tierra aquí». Hasta hoy, nadie ha sido llevadx ante la justicia por el asesinato de Mwikali.

Un año antes, el 27 de septiembre de 2018 en Marruecos, Fadila M. terminó de participar en una marcha de protesta relacionada con el tema de las tierras colectivas y a posteriori murió. Si bien las autoridades informaron que su muerte fue accidental y que tuvo un paro cardíaco camino al hospital, la sección local de la Asociación de Derechos Humanos de Marruecos (AMDH) señaló que Fadila fue sofocada por un integrante de la fuerza policial utilizando una bandera marroquí. ¡Qué imágenes, qué simbolismo tan sarcástico! Estados que sofocan a mujeres criminalizadas por atreverse a hablar públicamente sobre su constante discriminación y menosprecio. Su familia solicitó una investigación, pero los resultados de la autopsia no fueron dados a conocer.

Por qué ser una activista por el derecho a la tierra es peligroso

Las muertes de estas dos mujeres, a miles de kilómetros de distancia (una en el norte y otra en el este de África) tienen muchísimos puntos en común. Atreverse a expresarse sobre el lugar de la mujer en la sociedad, y específicamente sobre la denegación de los derechos a la tierra, es un desafío al núcleo mismo del patriarcado, que premia y retribuye a los varones por sobre las mujeres. En toda África, la tierra es el corazón del poder masculinizado y colonial, y del control de los recursos comunitarios. El colonialismo, como forma de explotación racial, capitalista y patriarcal, configura las relaciones sociales, el capital y la administración de la riqueza en la mayoría de los países africanos.

Mujeres Soulaliyate en Marruecos - 2012

Aunque la mayoría de las mujeres pocas veces tenían plenos derechos sobre la tierra, la colonización desbarató y obturó muchas de las posibilidades de negociar la propiedad de los bienes comunitarios (incluida la tierra), imponiendo una rígida y verticalista estructura de acceso y control de los recursos que privilegia a los varones. Se propagaron e impulsaron nuevas formas de control masculinizado del poder, construidas sobre las desigualdades existentes en las sociedades. Esto no solamente destruyó los sistemas comunitarios de cuidado y sus redes de seguridad, provocando el fenómeno de carencia de tierra que  hasta ese momento había sido ajeno a las sociedades africanas: también desestabilizó las distintas maneras en que se garantizaba la seguridad territorial de las mujeres.

Durante siglos, la denegación de derechos a la tierra ha sido fundamental para la marginalización económica de millones de mujeres africanas. Y durante todo este tiempo de discriminación y violencia, las mujeres, en sus diversos contextos, han dado batalla por su derecho al acceso igualitario, estableciendo realidades feministas en cada etapa de la lucha. Así, la pelea de Fadila y de Mwikali era una continuidad, construida a partir de historias de resistencia de las mujeres contra múltiples formas de marginalización.

Además de ser una violación de derechos por sí misma, la falta de control sobre la tierra genera normas sociales nocivas respecto de la capacidad de las mujeres de tomar decisiones económicas, expulsándolas, tanto en sus hogares como a nivel nacional, de los foros de toma de decisiones que configuran la realidad económica. El pleno ultraje del capitalismo ha complicado aún más la lucha de las mujeres por el derecho a la tierra. Las activistas territoriales ahora no solamente enfrentan la tenencia excluyente consuetudinaria, sino también «la mercantilización de la tierra y la comercialización agrícola, lo cual finalmente hace aumentar los valores de las tierras y contribuye a la erosión generalizada de los derechos a la tierra, y en particular a los derechos de las mujeres a la tierra», como señala Hosaena Ghebru. Esto se desarrolla sobre la base de variados sistemas de propiedad, acceso y uso de la tierra, que van desde la propiedad comunitaria hasta la posesión estatal y privada.

Lxs activistas por el derecho a la tierra están trabajando contra la fiebre global por la tierra y los recursos extractivos de las corporaciones multinacionales a gran escala, que reciben ayuda de las élites políticas dominantes locales en detrimento de las comunidades marginalizadas por estas mismas «inversiones». Lxs organizadorxs y  activistas como Mwikali y Fadila arriesgan su seguridad personal y la de sus familias porque son conscientes de que el avance de los poderosos es el camino a la destrucción.

Para las mujeres, la denegación de los derechos a la tierra ha sido fuente de un constante sentimiento de desamparo, y del verdadero desarraigo de las mujeres de las tierras que el patriarcado dice que no son suyas, a pesar de haber vivido y trabajado en esas tierras. Para las activistas por el derecho a la tierra, la tierra no es un mero concepto económico, sino que tiene una profunda relevancia y significación cultural. Quien controla la tierra controla la historia; quien posee la tierra determina quién es recordadx y quién es borradx, a quién se le da valor, tanto en la vida como en la muerte. La tierra carga con nuestras historias, con nuestros sistemas de creencias, con las conexiones entre nuestrxs ancestrxs y el futuro. Al poner sus vidas en riesgo, estas activistas por los derechos a la tierra se atrevieron a mostrarnos el camino hacia un futuro feminista.

Nuevas realidades feministas, nuevas amenazas

En su reciente libro Decolonization and Afro-feminism, la Prof. Sylvia Tamale enfatiza el indispensable trabajo de lxs ecofeministas del continente, y el vínculo entre la opresión de género y la desastrosa degradación ambiental en curso.

«La nueva disputa por África, manifestada en una repetición de la apropiación de tierra mayormente a través de “adquisiciones de inversores privados” con fines de lucro, es una estrategia para absorber este capital excedente.»

Señala que grandes trozos de tierra de Madagascar, Uganda, Sudán, Zimbabue, Zambia, Congo, etc., han sido vendidos o arrendados a países como China, Corea del Sur, Japón, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Durante el día, la mayoría de los países se comprometen con objetivos de desarrollo sostenible y la justicia para las mujeres, pero durante la noche las activistas por el derecho a la tierra son desaparecidas y a veces asesinadas. Las realidades feministas impulsadas por lxs defensoras del derecho a la tierra se inscriben, ciertamente, en la larga historia de las relaciones de las mujeres con la naturaleza, tanto como conservacionistas como por el peligro compartido de ser borradas por las múltiples fuerzas de opresión como el patriarcado, el racismo y el capitalismo.

 

El Informe de Global Witness de 2019 respecto de los asesinatos de defensorxs de la tierra y el medio ambiente muestra el número más alto de muertes en un solo año hasta la fecha, a nivel internacional; la mayor parte de estos asesinatos ha tenido lugar en el Sur global.

En 2015, el Comité Técnico Especializado sobre Agricultura y Desarrollo Rural, Agua y Medio Ambiente de la Unión Africana adoptó una recomendación (en inglés) para facilitar el empoderamiento económico de las mujeres, según la cual los estados garantizarían, para 2025, la asignación documentada del 30% de la tierra a mujeres africanas. Si bien las leyes han cambiado (en inglés) (en gran medida debido a las presiones de los movimientos de mujeres de base) y se han producido algunas reformas al sistema consuetudinario africano de tenencia de tierras para tratar a las mujeres en forma equitativa, el peligro de privatización y comercialización de la tierra introduce nuevos desafíos para las mujeres, incluso para aquellas que han comenzado hace poco a disfrutar de derechos igualitarios. La justicia ecológica sigue siendo una lucha cuesta arriba, simplemente debido a los múltiples y ensamblados poderes que se refuerzan recíprocamente y surgen de las normas sociales, los estados y las grandes empresas que amenazan constantemente los derechos de las mujeres a la tierra.

Proteger las voces de mujeres contra el silenciamiento

A través de la historia contra la opresión, quienes están en la primera línea siempre saben que la lucha puede costarles la vida. Porque un cuerpo que se rehúsa, en forma persistente, a ser invisibilizado, que se rehúsa a ser como mínimo pasivo frente a la opresión, es un cuerpo que puede ser robado, igual que la tierra. Pero esto no significa que valoramos perder vidas por la lucha. Mwikali y Fadila pelearon codo a codo con sus comunidades, en una guerra contra el borramiento y la privación de los derechos de las generaciones presentes y futuras. A medida que las comunidades continúan enfrentando esta enorme presión por sus tierras, resulta esencial establecer nuevos sistemas de protección, especialmente para lxs líderes comunitarixs. Desafiar a las poderosas fuerzas políticas y económicas requiere apoyo para diseñar estrategias comunitarias colectivas en favor de las activistas que luchan por aumentar la supervivencia y el sustento económico, cultural y espiritual de sus comunidades.

Category
Análisis
Region
Global
África
Source
AWID