Hand holding a megaphone. The holder wears a denim jacket. The image has a paper and old-style comic texture over it.

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Algunas claves de plena actualidad para comunicadorxs feministas

Image of an arm holding a megaphone with a little cartoon lightning coming out of the speaker end. The person holding the megaphone is wearing a denim jacket, and the image had an old-style comic texture applied to it.

Lo admito: cuando tomé la primera clase de comunicaciones en la facultad, era bastante arrogante. Como estudiante del campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y la matemática, la comunicación me parecía algo «fácil» y «obvio»: simplemente intenta ser amable cuando digas lo que necesitas decir. ¿Qué más puede haber?

Ciertamente, mucho más. Al promediar el curso, el profesor presentó la idea de persuasión. «Ahora demostraré todo esto convenciéndoles de algo en lo cual nadie en el aula cree realmente... pero al terminar, la totalidad lo creerá».

De inmediato se embarcó en una interpretación en la que explicaba por qué lavarse los dientes con un cepillo es, en realidad, perjudicial para la higiene bucal. Citó a médicxs, nos mostró unos gráficos, y al final de su exposición estaba horrorizada: me había convencido de que me estaba arruinando los dientes al cepillarlos.

¿Qué había pasado? La palabra clave es «interpretación»; la comunicación no consiste «solo» en hablar, tiene que ver con el comportamiento. El profesor estudió detenidamente a su audiencia, combinó contenidos atractivos, y los transmitió de tal forma que pudiera lograr su cometido. Más tarde, acabé revisando cuanto libro podía sobre comunicación estratégica en la biblioteca. Y así es como terminé adoptándola como mi profesión. 

Imagen de una mujer afro-descendiente hablando, con la palabra interpretación a la derecha. La imagen tiene un efecto de comic y papel vitange aplicado por encima.

Cuento esta historia de mi clase de comunicación para subrayar la importancia de tomar las comunicaciones seriamente como una habilidad. De manera sucinta, la comunicación consiste en conocer a tu público (qué le importa y por qué), comprender sus comportamientos, y determinar qué medio has de emplear para transmitir el mensaje correcto (que produzca los resultados buscados). La comunicación en sí misma es un proceso dinámico entre quien emite el mensaje y quien lo recibe: una vez que lx emisorx tiene un mensaje, debe crear el contenido concreto para transmitirlo, decidir el formato, emitir el mensaje, y luego asegurarse de que lo reciban. Un traspié en cualquiera de estas fases (¡incluidos los errores de cálculo debido a la percepción!) conduce a una mala comunicación. Existe un dicho que subraya todo esto: cuando dos personas hablan, son seis las personas en la sala: cada persona como se ve a sí misma, cada persona como la otra la ve, y cada una como es de verdad.

Pero, como los feminismos han señalado para otros campos, como los de la ciencia, la educación o la medicina, la industria de las comunicaciones (incluidas las cadenas de televisión, los estudios cinematográficos, las plataformas de redes digitales, los periódicos, la producción editorial, las empresas de publicidad y de relaciones públicas, entre otras) está inmersa en el patriarcado y se sirve de instrumentos patriarcales para alcanzar sus fines. Por ejemplo, Facebook se creó para compartir momentos felices; no se diseñó para mantener conversaciones incómodas que desafíen los comportamientos arraigados en el patriarcado, el racismo y el capitalismo. La mayoría del personal directivo superior de las empresas y corporaciones son hombres blancos cisgénero del Norte Global. Las principales plataformas digitales del mundo se pensaron para acumular riqueza corporativa y alentar a las personas adquirir capital social y convertirse en «influencers» y no, por ejemplo, en «colaboradorxs».

Entonces, como feministas preocupadxs por cambiar los comportamientos de tal forma de resistir, desmantelar y subvertir el patriarcado, el capitalismo y el racismo, ¿cómo podemos usar la comunicación para nuestros fines? ¿Cómo podemos comunicar no solo mensajes feministas, sino además usar las comunicaciones de manera feminista? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentan lxs comunicadorxs feministas en este campo? 

En noviembre pasado, AWID invitó a un grupo de comunicadorxs feministas del Sur Global y el Norte Global una serie de debates donde se discutieron los problemas que enfrentamos en este ámbito. Algunxs eran directorxs de comunicaciones de ONG, otrxs eran periodistas, y otrxs comentaristas independientes con audiencia en las redes sociales. Nos congregamos compañerxs de la isla ocupada de Tortuga (también conocida como Canadá y los Estados Unidos), Brasil, India, Mauricio, Colombia y Benin. Como feministas, trabajamos en varios ejes temáticos (justicia para las personas con discapacidad, derechos indígenas, autonomía sobre el cuerpo), pero todo desde el compromiso con los objetivos políticos del feminismo. Juntxs discutimos los desafíos de los procesos de organización en el ámbito digital, entre ellos, los siguientes: 

  • Las presiones de la productividad que dicta el capitalismo;
  • Los algoritmos supremacistas y cómo, desde las sombras, se proscriben las plataformas feministas;
  • Las normas de accesibilidad que todavía no se adoptan ampliamente, y
  • Las dudas sobre el impacto de nuestro trabajo.

En conjunto también compartimos consejos generales sobre una buena comunicación feminista, como los siguientes:

«Cuando sientes una enorme seguridad acerca de algo, ello se plasmará en tu arte; no crees nada en aras de las tendencias o para que sea viral. Recuerda que el hecho de que no sea cuantificable, no significa que no sea real».

Y concluimos la conversación con estrategias generadoras sobre impacto, cuidados, colaboración, expansión, y el ir más allá de los formatos convencionales. 

A propósito de la colaboración, alguien dijo: 

«Necesitamos crear metodologías y prácticas fundadas en la colaboración; desbaratar la forma en que se nos enseñó y se nos mostró cómo trabajar en un contexto en el que el ego casi siempre definió la labor de las organizaciones por la justicia social. Para ello se debe comenzar por desmantelar el culto al héroe en nuestro movimiento, deshacernos de la idea de que cualquiera de nosotrxs es “más” o “mejor” o “lx mejor” preparadx o dotadx en el trabajo de la construcción de movimientos y, en cambio, reconocer que cada unx tiene un rol para compartir. También significa aplicar los valores de nuestro movimiento al modo en que trabajamos —y garantizar que quienes están más marginadxs o son más vulnerables ocupen un lugar central y se expresen con más fuerza cuando colaboramos, y que son ellxs quienes tienen el poder de definir las líneas de las alianzas— y luchar para acercar a lxs compañerxs a las iniciativas de colaboración como aliadxs en igualdad, no como contrapartes diferenciadas».

¿Con qué barreras a la comunicación has tropezado en tu trabajo? ¿Qué soluciones has encontrado? ¿Acerca de qué deberíamos hablar más y no lo estamos haciendo? Súmate a la conversación a través de Twitter o con un comentario.

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