El miércoles llega una nota
con una dirección en el reverso.
5 de la tarde, hoy.
La escritura a mano de la invitación—
enroscada y brusca—
la he visto cinco veces en cinco años.
Mi cuerpo se activa,
afiebrado.
Necesito cogerme a mí misma antes.
La marea está alta esta noche y
yo
acabo/me corro.
Quiero bajar la velocidad de todo,
saborear el tiempo y el espacio, grabarlos
en la memoria.
*
Nunca he estado antes en esta parte de la ciudad.
Los lugares desconocidos me excitan,
la forma en que las extremidades y las venas
y los huesos
resisten a la descomposición,
su destino incierto.
En la puerta, lo pienso dos veces.
El vestíbulo está oscuro como el carbón
y me hace detenerme.
Del otro lado,
un portal de olor y color
se abre como una maldición
a una tarde soleada.
La brisa
hace bailar mi cabello,
despierta su curiosidad,
lo obliga a moverse.
Oigo chirriar la silla de ruedas,
dando forma a las sombras.
Entonces lx veo:
un rostro de lince
y un cuerpo como el mío
y me encuentro deseando a ambos
de nuevo.
La criatura me hace señas para que me acerque.
Sus gestos escriben una oración;
mientras me muevo hacia ellx
noto sus detalles:
marchitarse, carne, deleite
A su orden, la enredadera que cubre el vestíbulo
abrazando piedras tibias
serpentea hacia arriba por la pared.
Se convierte en un verbo,
«trepar»,
y me reoriento cuando sus garras apuntan
al cantero de la enredadera en el centro.
Oigo las ruedas detrás de mí,
luego ese sonido.
Reverbera
como ningún otro.
Sus largas alas negras
se elevan hacia el cielorraso
y después se lanzan hacia adelante.
La visión felina examina cada detalle,
cada cambio,
cada anhelo.
¿Puede el deseo licuar tus músculos?
¿Puede actuar más dulce que el
tranquilizante más potente?
Un lince cose el mundo
a través de nuestras diferencias
tejiendo encaje alrededor de mis rodillas.
¿Puede el deseo aplastar la distancia del mundo, comprimiendo los segundos?
Se acerca todavía más,
el ojo de lince encontrando el ojo humano,
olfateando el aire,
convirtiendo al cuerpo en
urgencia.
Ellx agita sus alas.
Atizadas,
las lianas se enmarañan alrededor de mi cintura/residuo.
Su lengua adelgaza el tiempo,
moviendo los suelos,
calma, con su magia,
lo que se aviva debajo.
Veo el mundo en ti, y el mundo
está exhausto.
Entonces ellx suplica:
Déjame hacer de tí mi banquete.