Analyses Spéciales

L´AWID est une organisation féministe mondiale qui consacre ses efforts à la justice de genre, au développement durable et aux droits humains des femmes

S'opposer à l’extractivisme et au pouvoir des entreprises

Dans le monde entier, les femmes défenseuses des droits humains défendent leurs terres, leurs moyens de subsistance et leurs communautés contre le pouvoir des entreprises et des industries extractives. Elles se mobilisent et défient de puissants intérêts économiques et politiques qui motivent la spoliation de terres, le déplacement de communautés, la perte des moyens de subsistance et la dégradation de l'environnement.


Pourquoi résister à des industries extractives?

L’extractivisme est un modèle économique et politique de développement qui œuvre à la marchandisation de la nature et privilégie le profit au détriment des droits humains et de l'environnement. Enraciné dans l'histoire coloniale, il creuse les inégalités sociales et économiques au niveau local et mondial. Le plus souvent, les femmes rurales, noires ou autochtones sont les plus touchées par l’extractivisme et sont largement exclues des espaces de prise de décision en la matière. Les femmes se mobilisent pour défier ces forces patriarcales et néocoloniales et défendre les droits, les terres, les personnes et la nature.

Les principaux risques et les violences basées sur le genre

Les femmes qui s’opposent aux industries extractives vivent une série de risques, de menaces et de violations de leurs droits comme la criminalisation, la stigmatisation, la violence et l'intimidation. Leurs histoires révèlent des aspects évidents de violences sexuelles et basées sur le genre. Parmi les auteurs de ces abus se trouvent les autorités locales et fédérales, les entreprises, la police, les militaires, les forces de sécurité paramilitaires et privées, et parfois mêmes leurs propres communautés.

Agir ensemble

L'AWID et la Coalition internationale des femmes défenseures des droits humains (WHRDIC) ont le plaisir d'annoncer la sortie de leur publication « Les défenseuses des droits humains résistent à l’extractivisme et aux pouvoir des entreprises », un rapport basé sur un projet de recherche transrégional qui relate les expériences vécues par des défenseuses en provenance d'Asie, d'Afrique et d'Amérique latine.

Nous encourageons les activistes, les membres de mouvements sociaux, la société civile, les donateurs et les décideurs à lire et à faire usage des documents suivants pour leur travail de plaidoyer, comme outil pédagogique et comme source d’inspiration :

Partagez votre expérience et vos questions !

Dites-nous comment vous utilisez la boîte à outils sur les défenseur-e-s des droits humains qui résistent à l'extractivisme et aux pouvoir des entreprises.

◾️ Comment ces ressources peuvent-elles soutenir votre activisme et votre plaidoyer ?

◾️ De quelles informations ou connaissances supplémentaires avez-vous besoin pour utiliser au mieux ces ressources ?

Faites-nous part de vos commentaires


Merci !

C’est avec gratitude que l’AWID reconnaît les contributions précieuses de chaque défenseur-e des droits humains qui a participé à ce projet. Cette recherche a été rendue possible grâce à votre volonté à partager vos expériences. Votre courage, créativité et résilience est une source d’inspiration pour nous toutes et tous. Merci !

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¡Nuestro deseo es nuestra revolución!: Políticas del amor y las sexualidades queer

¡Nuestro deseo es nuestra revolución!: Políticas del amor y las sexualidades queer

Mujeres Al Borde (MaB) es un cocktail explosivo feminista de diferentes identidades y disciplinas artísticas que nació en el 2001 en Colombia. El equipo está conformado actualmente por seis personas que llevan adelante sus programas Al Borde Producciones, Teatro Al Borde, Multitudes Al Borde. Durante 17 años de artivismo más de 5000 personas han participado de sus procesos comunitarios tanto en Colombia, Chile como en otros países de Sudamérica y Centroamérica. Compartió y reflexionó sobre lo hecho por el grupo la artivista pansexual y transfeminista Ana Lucia Ramirez, co-fundadora de MaB.

Un deseo revolucionario

«¡Nuestro deseo es nuestra revolución! Este ha sido el lema que nos ha identificado y acompañado desde el inicio de Mujeres al Borde.

Estamos convencidxs de que el deseo (entendido solo como algo sexual) es algo plenamente político, que cuando encarnamos un deseo no heteronormado comenzamos a habitar el mundo de otra forma y podemos ser más conscientes de las opresiones que necesitamos cambiar, de las injusticias que están naturalizadas» explica Ana.

Y luego agrega: «Con esta frase le otorgamos un lugar revolucionario y transformador a nuestro deseo, nuestro deseo de otros cuerpos posibles, otras formas de amar, de sentir placer, de relacionarnos con las personas, con otros seres, con la tierra. Es un deseo que también desborda lo sexual, y que se refiere al deseo de otro mundo y al compromiso de abrir posibilidades para mundos más justos, libres y felices».

Existen diversas formas de transformar el mundo. Una que Mujeres al borde ha desarrollado es lograr que todas las voces se escuchen, especialmente las voces que se han mantenido marginadas o que por cuestiones de falta de seguridad personal se han recluido detrás de una pared de silencio.

«La consigna de nuestro proyecto de cine comunitario AL BORDE Producciones es ‘Contamos historias para cambiar el mundo’. Durante el proceso de realizar documentales autobiográficos con activistas LGBT, entendimos que uno de las primeros miedos que las personas disidentes de la sexualidad y el género necesitamos enfrentar, es el de romper el silencio sobre quienes somos» dice Ana.

Para ella como para sus compañerxs, el que las personas puedan contar sus historias con voz propia, y que se reconozca que sus historias merecen ser contadas y escuchadas, «es un gran acto de valor, es enfrentar una sociedad que nos amenaza simbólica y materialmente con la exclusión si decidimos ser visibles».

Encontrando el placer en el borde

Ana recuerda que cuando comenzaron la idea era crear un espacio para encontrarse y poder «crear otros sentidos de lo que podíamos ser ‘las mujeres’ que habitamos las disidencias sexuales y de género». Es por esto que se reconocen como mujeres que están al borde, que no cumplen con las expectativas «del género, de la belleza, de la decencia, de lo ‘políticamente correcto’, y a las que además, no nos interesa renunciar a ser quienes somos por entrar en un lugar de privilegio. En el borde, en las fronteras, márgenes, encontramos placer, fluidez, creatividad, donde hallamos un lugar para crear junto con otr*s que también han perdido el miedo a ser las raras, l*s rar*s, y por el contrario, lo disfrutan».

En el grupo han participado mujeres bisexuales, señoras lesbianas de 70 años, mujeres trans que se descubren y empiezan su tránsito a los 40, niños trans de 12, mujeres con experiencias intersex, madres lesbianas y bisexuales, personas pansexuales, niñas hijas de mamás lesbianas/bisexuales de nuestra comunidad, personas de género no binario, hombres que rechazan y cuestionan su identidad de género y privilegios, personas con capacidades diferentes, travestis de diversas edades, transformistas, cross dressing, personas queer, marimachas, también mujeres cis heterosexuales críticas a la norma sexual y que también son activistas por sus derechos derechos. «Hemos sido un grupo muy felíz con tanta belleza y diferencia que hemos reunido en torno al transfeminismo, el arte y el activismo».

Y si de artivismo se trata…

Entendemos el arte como una experiencia
que nos cambia y desde la que podemos
también cambiar el mundo.
El activismo que nos hace vibrar es
aquel que reconoce que el poder
de hacer el mundo que soñamos
está en nuestras propias manos, en la fuerza
de nuestra propia comunidad
haciendo activismo desde el arte.

En una película estamos creando
las imágenes de lo que será nuestra memoria colectiva.
En la creación de un personaje teatral las personas
van descubriéndose valientemente a sí mismas.
Cuando creamos otras narraciones a través de cuentos,
documentales, femzines o performances, producimos
referentes que van a hacerle saber a otrxs que no están solxs,
que no son lxs únicxs. Este artivismo nos devuelve la voz,
nos sana, pone el acento en lo comunitario, lo colectivo,
nos reúne a soñar en grupo y a hacer posibles esos sueños.

Nuestro artivismo es contrasexual y transfeminista.
Es así porque en este lugar desde el borde, hemos entendido
que hay ciertas verdades que necesitan ser desafiadas
para que nuestras vidas sean posibles, verdades que sostienen
opresiones que están acabando con la vida de mujeres, niñas,
niños, personas de las disidencias sexuales y del género
en todo el mundo. Desafiamos el patriarcado, el cisexismo,
el binario de género, las normas de la corporalidad, del deseo,
del amor, del placer, la obligación de ser heterosexuales,
ser mamás, ser mujeres y ser hombres.

No más máscaras

El grupo teatral de Mujeres al Borde, «Las Aficionadas», estrenó en junio de 2001, su primera obra, titulada «Olga sin pelos en la lengua». Ana recuerda que en aquellos años era más complicado salir del closet en Colombia, y que más de la mitad de las mujeres lesbianas y bisexuales que participaban del grupo vivían su orientación sexual de manera oculta, y era frecuente que participaran de la marcha del Orgullo con máscaras y antifaces.

A Clau [Corredor, otrx de lxs fundadorxs del grupo] se le ocurrió una escena donde varias de ellas pasaban al frente y decían una y otra vez: «Soy bisexual. Soy lesbiana». Lo dijeron durante tres meses en cada ensayo, «aunque en su vida no habían encontrado la fuerza de decirlo» explica Ana.

El día del estreno el lugar estaba llenísimo, con más de 200 personas en el público y «las compañeras estaban muy nerviosas. La obra fue un éxito, y ellas dijeron con mucha fuerza y determinación su texto de ‘Soy bisexual. Soy lesbiana’. El público se levantó para aplaudirlas».

Dos días después del estreno fue la marcha del «Orgullo LGBT» en Bogotá, y la actriz protagonista y otras de las compañeras de la obra fueron hasta donde repartían máscaras para ponérselas durante la marcha. «Justo las vemos y nos acercamos a saludarlas» recuerda Ana, «y antes de ponerse las máscaras, unas personas que estaban ahí en la calle, comenzaron a gritarles: ‘¡Olga, Olga! ¡Olga sin pelos en la lengua!’. Se acercaron y nos preguntaron emocionad*s si éramos l*s de la obra de teatro. Todas estábamos sorprendidas y felices con el reconocimiento, sobre todo la protagonista.

En ese momento la persona que daba las máscaras les preguntó: ¿Cuántas necesitan? Ellas se miraron y dijeron: ‘NO, esta vez no vamos a usar máscara’. Ha sido uno de los momentos que más nos marcó cuando comenzamos, todavía hoy lo recordamos con lágrimas y risa».

Source
AWID

Notre désir est notre révolution ! : Politique de l’amour et des sexualités queer

Notre désir est notre révolution ! : Politique de l’amour et des sexualités queer

Mujeres Al Borde (MaB) est un cocktail explosif féministe composé de différentes identités et disciplines artistiques. Né en 2001 en Colombie, l’équipe est constituée de 6 personnes menant leurs programmes au sein de ce dernier : Al Borde Producciones, Teatro Al Borde, Multitudes Al Borde. Au long de ces 17 années d’artivisme, plus de 5 000 personnes ont participé à ces processus communautaires tant en Colombie comme au Chili, ainsi que dans d’autres pays d’Amérique du Sud et d’Amérique Centrale.

L’artiviste pansexuelle et transféministe Ana Lucia Ramirez, cofondatrice de MaB nous a fait part de ses réflexions sur ce que le groupe a accompli.

Un désir révolutionnaire

« Notre désir est notre révolution ! Voilà le slogan qui nous définit et nous accompagne depuis les débuts de Mujeres al Borde.

Nous sommes convaincu-e-s que le désir (dans sa pure acception sexuelle) est quelque chose de totalement politique, que dès que nous incarnons un désir non hétéro-normé, nous nous mettons à habiter ce monde d’une autre manière et que nous pouvons avoir davantage conscience des oppressions que nous devons écarter, des injustices qui sont banalisées » explique Ana.

Puis elle ajoute : « Cette phrase place notre désir dans un espace révolutionnaire et transformateur, notre désir d’autres corps possibles, d’autres façons d’aimer, d’éprouver du plaisir, d’entrer en relation avec les gens, avec d’autres êtres, avec la terre. C’est un désir qui va aussi au-delà de la sexualité et qui fait allusion au désir d’un autre monde, ainsi qu’au fait que nous nous engageons à offrir de nouvelles perspectives pour des mondes plus justes, libres et heureux. »

Il existe différentes façons de transformer le monde. L’un des moyens développé par Mujeres al borde a été de faire en sorte que toutes les voix soient entendues, en particulier les voix qui ont été tenues à l’écart, ou qui ont été cloîtrées derrière un mur de silence par manque de confiance en soi.

« La directive de notre projet de cinéma communautaire AL BORDE Producciones est ‘Nous racontons des histoires pour changer le monde’. Alors que nous étions en plein processus de réalisation de documentaires autobiographiques d’activités LGBT, nous avons compris que l’une des premières peurs que les personnes dissidentes d’un point de vue de la sexualité et du genre avaient à affronter était celle de briser le silence entourant les personnes que nous étions » évoque Ana.

Pour elle comme pour ses collègues, le fait que les personnes puissent raconter leur histoire de leur propre voix et qu’il soit reconnu que leur histoire mérite d’être contée et écoutée « est un acte de courage; c’est affronter une société qui nous menace symboliquement et matériellement d’exclusion quand nous décidons de devenir visibles ».

Trouver le plaisir au bord

Ana se souvient qu’au début, l’idée était de créer un espace où se retrouver et pouvoir « créer d’autres définitions de ce que nous pouvions être, nous, ‘les femmes dissidentes de la sexualité et du genre ». C’est pour cette raison qu’elles se reconnaissent comme des femmes étant au bord, qui ne répondent pas aux attentes « du genre, de la beauté, de la décence, du ‘politiquement correct’, et qui de plus n’ont aucune envie de renoncer à qui elles sont simplement pour pénétrer dans une sphère privilégiée. Au bord, à la frontière, en marge, nous trouvons le plaisir, la fluidité, la créativité ; c’est dans cet espace-là que nous trouvons où créer avec d’autres personnes qui n’ont plus peur d’être celles que l’on trouve bizarres, et qui au contraire y prennent plaisir ».

Ce groupe a compté avec la participation de femmes bisexuelles, des femmes lesbiennes de 70 ans, des femmes se découvrant trans et commençant leur transition à 40 ans, des enfants trans de 12 ans, des femmes ayant des expériences intersexes, des mères lesbiennes et bisexuelles, des personnes pansexuelles, des filles nées de mères lesbiennes/bisexuelles de notre communauté, des personnes de genre non binaire, des hommes repoussant et remettant en question leur identité de genre et leurs privilèges, des personnes ayant des capacités différentes, des personnes trans de tous âges, des transformistes, des personnes queer, des garçons manqués, des femmes cis hétérosexuelles aussi qui critiquent la norme sexuelle et sont des activistes oeuvrant en faveur de leurs droits.

« Nous étions un groupe très heureux avec toute cette beauté et ces différences que nous avions réunies autour du féminisme, de l’art et de l’activisme ».

Et l’artivisme, alors…?

Nous comprenons l’art comme une expérience
qui nous transforme et à partir de laquelle
nous pouvons à notre tour transformer le monde.
L’activisme qui nous fait vibrer
est celui qui reconnaît que le pouvoir
de créer le monde dont nous rêvons
est entre nos propres mains,
qu’il réside dans la force
de notre propre communauté
qui fait de l’activisme à travers l’art.

Lorsque nous créons un film,
nous créons l’image
de ce que sera notre mémoire collective.
Lorsque nous créons un personnage théâtral,
les personnes qui voient l’oeuvre
se découvrent elles-mêmes progressivement,
courageusement.
Lorsque nous créons d’autres narrations
à travers des histoires, des documentaires,
les femzines ou des performances,
nous produisons des références
qui vont montrer à d’autres personnes
qu’elles ne sont pas seules,
que ce ne sont pas les seules.
Cet artivisme nous rend notre voix, il nous guérit,
il met l’accent sur l’aspect communautaire et collectif,
il nous rassemble
pour rêver en groupe et réaliser ces rêves.

Notre artivisme est contra-sexuel et transféministe.
Parce que depuis ce bord où nous nous trouvons,
nous avons compris
que certaines vérités ont besoin d’être confrontées
si nous voulons que nos vies soient possibles,
des vérités qui nourrissent des oppressions qui,
dans le monde entier,
tuent des femmes, des filles, des garçons
et des personnes dissidentes
du point de vue de la sexualité et du genre.
Nous confrontons le patriarcat, le cisexisme,
la vision binaire du genre, les normes de la corporalité,
du désir, de l’amour, du plaisir,
l’obligation d’être hétérosexuel-le-s,
d’être des mères, d’être des hommes.

Tomber les masques

La troupe de théâtre de Mujeres al Borde, « Las Aficionadas », a inauguré en juin 2001 sa première oeuvre, intitulée « Olga sin pelos en la lengua » (“Olga ne mâche pas ses mots”). Ana se souvient qu’il était plus compliqué de faire son coming out à cette époque en Colombie et que plus de la moitié des femmes lesbiennes et bisexuelles qui faisaient partie du groupe vivaient leur orientation sexuelle en cachette, participant à la gaypride fréquemment masquées ou arborant un loup.

Clau Corredor, autre fondatrice du groupe, a imaginé une scène où plusieurs d’entre elles passaient sur le devant en répétant: « Je suis bisexuelle. Je suis lesbienne. » Elles l’ont répété pendant trois mois à chacune des répétitions, « même si elles n’avaient jamais trouvé la force de le dire en vrai » explique Ana.

Le jour de la Première, le théâtre était plein à craquer, il y avait plus de 200 personnes et « les collègues étaient très stressées. La pièce a remporté un franc succès, et elles ont clamé avec beaucoup de force et de détermination leur ‘Je suis bisexuelle. Je suis lesbienne’. Le public s’est levé pour les applaudir ».

Deux jours après la Première avait lieu la gaypride a Bogota ; l’actrice principale et d’autres collègues ayant joué dans la pièce se sont approchées du lieu où l’on répartissait les masques pour les porter pendant le défilé. « Nous les avons aperçues et nous sommes approchées pour leur dire bonjour » se souvient Ana, « mais avant qu’elles ne puissent enfiler leur masque, quelques personnes qui se trouvaient dans la rue se sont mises à crier : ‘Olga! Olga! Olga ne mâche pas ses mots !’.

Elles se sont approchées à leur tour pour nous demander toutes excitées si nous étions les actrices de la pièce de théâtre. Nous étions toutes très surprises et heureuses d’avoir été reconnues, surtout l’actrice principale. A cet instant, la personne qui distribuait les masques leur a demandé : ‘Il vous en faut combien ?’ Elles se sont regardées et ont répondu : ‘NON, on n’en portera pas cette fois’. Cet instant est l’un de ceux qui nous a le plus marquées lorsque nous avons démarré. Aujourd’hui encore, le souvenir de ce moment nous fait rire et pleurer ».

Source
AWID

‘Our desire is our revolution!’: The politics of love and queer sexualities

‘Our desire is our revolution!’: The politics of love and queer sexualities

Gabby De Cicco

Mujeres Al Borde (MaB, ‘Women on the Edge’) is an explosive feminist cocktail of different identities and artistic disciplines created in 2001 in Colombia. A six-member team coordinates its programs Al Borde Productions, Al Borde Theatre, and Multitudes Al Borde. Over the course of 15 years of artivism more than 5,000 people have participated in their community programming in Colombia, Chile, and other countries in South and Central America. Pansexual artivist, transfeminist, and MaB co-founder Ana Lucia Ramirez shares her reflections on the group’s work.

A revolutionary desire

“Our desire is our revolution!” This has been our slogan since we created Mujeres al Borde. We are convinced that desire (exclusively in the sexual sense) is political.

When we embody a desire that is not heteronormative we begin to live differently in the world and can become more conscious of the oppressions we need to change and the injustices which have been normalized,” explains Ana.

“With this slogan we give a revolutionary and transformative place to our desire, our desire for other possible bodies, other ways to love, to experience pleasure, to have relationships with people, with other beings, with the earth. It is a desire that also goes beyond the sexual, that refers to the desire for another world and the commitment to making way for more just, free, and happy worlds,” she adds.

There are many ways to transform the world. One of Mujeres al borde’s ways has been to ensure that all voices are heard, especially the voices which have been marginalized or, out of concerns for their own personal security, have remained behind a wall of silence.

“The tagline of our community film project AL BORDE Productions is ‘We tell stories to change the world’. ” While we were making autobiographical documentaries with LGBT activists, we learned that one of the first fears that people who are sexual or gender dissidents need to confront is breaking the silence about who we are,” she says. For Ana and her fellow activists, for people to tell their stories in their own voice, and to recognize that their stories are worth telling and being heard “is a huge act of courage; it means confronting a society that threatens to symbolically and materially exclude us if we decide to be visible.”

Finding pleasure in the margins

Ana remembers that in their beginning the idea was to create a space to come together and “create other ways of being ‘the women’ who are living sexual and gender dissidences.” They identify as women who are ‘on the edge’ for not conforming to expectations about “gender, beauty, decency, or ‘political correctness,’ and who are not interested in giving up who we are to enter a place of privilege. On the edge, on the borders and margins, we find pleasure, fluidity, creativity, we find a place to create together with others who no longer fear being the weird ones, and on the contrary, enjoy it.”

The group has had bisexual women participants, 70-year-old lesbian women, trans women who find themselves and begin their transition in their 40s, 12-year-old trans children, women with intersex experiences, lesbian and bisexual women, pansexual women, girls with lesbian/bisexual moms, non-binary people, men who reject and question their gender identity and privilege, people with different abilities, transvestites of different ages, transformists, cross dressers, queer people, marimacha butch women, and heterosexual cisgender women who are critical of sexual norms and advocate for their rights.

“We have been a very happy group with so much beauty and difference that has come together around transfeminism, art, and activism.”

And if we are talking about artivism…

We understand art as an experience that changes us and through which we can also change the world. The activism that moves us recognizes that the power to create the world we dream of is in our own hands, in the strength of our own community doing activism through art.

In a film we are creating images
of what will be our collective memory.
In the creation of a character
people are valiantly discovering themselves.
When we create other narratives through storytelling,
documentaries, femzines or performances, we produce
references that will help others to know they are not alone,
they are not the only ones. Artivism gives our voice back,
heals us, emphasizes community and the collective,
brings us together to dream as a group
and to create new potential dreams.

Our artivism is contrasexual and transfeminist. It is that way because from here on the edge, we have understood that there are certain truths that need to be challenged so that our lives are possible, truths that sustain oppressions that are ending the lives of women, girls, children, gender and sexual dissident people all over the world. We challenge the patriarchy, cissexism, gender binaries, norms on corporality, desire, love, pleasure, the obligation to be heterosexual, to be mothers, to be women and to be men.

No more masks

The theatre troupe of Mujeres al Borde, “Las Aficionadas” (The Fans), debuted in June 2001 with its first play, “Olga sin pelos en la lengua” (Straight-talking Olga; or literally, “Olga with no hair on her tongue”). Ana recalls that it was harder to come out of the closet in Colombia in those years. More than half of the lesbian and bisexual women participating in the group hid their sexual orientation and would often march in the Pride parade wearing masks or eye masks.

Clau Corredor, a co founder of the group, imagined a scene in which several of them would take centre stage and say over and over, “I am bisexual. I am a lesbian.” They would say it for three months of rehearsals, “even though they hadn’t found the strength to say it in their own lives,” Ana explains. On opening night there was a full house, with more than 200 people in the audience and “our compañeras were really nervous. The play was a hit, and they said their lines with such strength and determination. ‘I am bisexual. I am a lesbian.’ The audience gave them a standing ovation.”

The “LGBT Pride” parade in Bogota was two days after the show opening, and the protagonist and other compañeras from the show went to the place where they were handing out masks to wear for the march. “We saw them just then and went up to say hello,” Ana recalls, “but before they could put them on, some people on the street started yelling, ‘Olga! Olga! Olga sin pelos en la lengua!’ They came up and excitedly asked whether we were the ones from the play. We were all surprised and happy about being recognized, especially the lead actress.

Just then the person handing out the masks asked them how many they would need. They looked at one another and said, ‘No, this time we are not going to wear a mask.’ That was one of the most meaningful moments for us when we were starting out—one we still remember today with tears and laughter.”

Region
Latin America
Source
AWID

The freedom to decide what to do with our lives

The freedom to decide what to do with our lives

Gabby De Cicco

“My dream is for there to be no more violence against us, no more injustice, and for us to become visible and respected in society and to no longer be stigmatized,” says Rosa Alma Ramos, Salvadoran sex worker and coordinator of the Liquidambar Association of Women Sex Workers of El Salvador.

Rosa’s dream cannot be realized alone, and she has been working with other sex workers who want to see this change and believe there is strength in organizing. Together they are part of an association that has been working towards this dream for close to nine years, and have been an institutional member of AWID since January 2017.


The Beginnings

Angélica Quintanilla, Liquidambar founder

During the 2009 election campaign in El Salvador, the right-wing candidate, Norman Quijanos of the Alianza Republicana Nacionalista party, promised to remove sex workers from the streets of San Salvador. Angélica Quintanilla, a sex worker in that city who was alarmed by these threats, made her way to City Hall together with ten other as-yet-unorganized women, to speak with mayor Violeta Menjívar. That and other conversations led to the creation of the “Sex Worker Violence Prevention Committee,” which would facilitate coordination and dialogue between sex workers, local government, and the police force.

The logo for Liquidambar Women’s Association, which has a tagline that says, ‘For the respect and recognition of sex work’

A few months later, the women had organized, and named their new association Liquidambar [sweetgum tree]. “For us that name represents the freedom to decide what to do with our lives and how to achieve our dreams. In our logo you can see a bridge, which represents all the connections or steps we need to take to meet our needs,” explains Rosa with contagious energy. She explains that “the sweetgum tree grows in mountainous areas well above sea level. Those trees have a balsam [“liquid amber”] which runs through their veins down toward the sea, collecting sticks, leaves, and a variety of insects along the way. When it reaches the sea, it is transformed into the only gemstone that comes from a plant: amber. Just as those transformations are as deep and blue as the ocean, so is the strong and beautiful potential and spiritual energy of the woman sex worker.”

Sex Work is Work

Liquidambar began working “without resources or support,” recalls Rosa, until they started forging links with other local and international organizations. From their office in the capital, San Salvador, and with the support of the Foro de ONG en la lucha contra el VIH [NGO Forum Fighting HIV], they are training sex workers in sex education, HIV and STI prevention, and techniques for building self-esteem.

In the Sex Worker Violence Prevention Committee, they lobby different local and national governmental institutions for the implementation of public policies to improve the conditions in which they work.

“The Global Network of Sex Work Projects and the Latin American Platform of People who  Exercise Sex Work (PLAPERTS) give us technical support and help us to prepare for participation in international fora, where we advocate for the defense and promotion of sex workers’ human rights.”

As part of activities to mark International Women’s Day, the group issued a statement calling for Congress to debate a bill legalizing sex work, which was delivered to the legislative body by organized sex workers.

Demanding Answers within Feminist Networks

Liquidambar is part of the feminist network Concertación Feminista Prudencia Ayala, which coordinates over 20 feminist organizations in El Salvador, and is linked to Las Dignas and the Salvadoran Network of Women Human Rights Defenders.

“According to the National Constitution, all people are equal before the law, so why are women who are raped revictimized? Why do they keep killing us for being women? Why is there impunity for those femicides?” asks Rosa. “All of this means we need to participate in actions and to learn about and from feminism. That is why we belong to the Red de Defensoras [WHRD network]. As a network, we are demanding that the relevant authorities, such as the Public Prosecutor Office, investigate murder cases so there is no impunity and that these public authorities  protect defenders when we file complaints.”

According to a Liquidambar statement, only 10% of women sex workers denounce and follow through on complaints of institutional violence. Among the 90% who do not file complaints, the main reasons cited for doing so were fear of reprisal and lack of confidence in the judicial system.

Beyond Fear

(AWID honored Angelica in its 2016 Online Tribute to WHRDs no longer with us. The Tribute is launched annually on 29 November.)

On 6 May 2016 Angélica Quintanilla, the leader who brought together that group of sex workers for the first time in 2009, was murdered. Rosa remembers the founder of Liquidambar as a woman of strong personality who did whatever was necessary to advance her principles and ideas. Her murder is one of the crimes that languish in impunity. Following her death, some of the women left the group, but others remained, convinced of the need to continue resisting as an organized group. Yet the fear was both tangible and strong. Once again, as at the time the association was born, the women of Liquidambar are gathering strength, looking inside, figuring out how to heal and to overcome fear.

Following Angélica’s murder, they had to move their office for security reasons. “We are in a smaller, but cozier office. We have been working hard to overcome the fear that has overtaken us following her murder. The American Jewish World Service (AJWS) helped us through training with a systemic approach to go out with less fear and return to the streets empowered.”

Angélica’s murder is not an isolated case. Liquidambar denounces the 35 recent murders of sex workers in 2018 alone as femicides.

“The threat is so real, we feel it every day. It comes from the gangs, but also from the state and others who think they own the sex work districts.”

Overcoming challenges 

Rosa tells us that “the majority of our compañeras come from situations of extreme poverty. Those working in the street encounter threats and demands for ‘fees’ by the gangs just to have the right to work in certain areas, and sometimes the situation leads to a lack of clients.”

In addition, they face institutional violence, the abovementioned femicides, stigma and discrimination on the part of Salvadoran society. “We have been working to raise awareness among uniformed police personnel through trainings, and we use those opportunities to expose those in the force who are violent toward us.”

Training with uniformed police personnel

Liquidambar also carries out projects to fight the poverty facing sex workers, but implementation of some has been complicated by limited funding. The association demands that the local political authorities recognize sex workers and their need for stable employment. “We ask them to offer trainings in entrepreneurship, such as how to make sweets, or to help us set up a day care centre for sex workers’ children.”

Rosa says Liquidambar is raising money as a seed fund to start a cafeteria run by sex workers. “That is a project that has been pending since Angélica’s time.”

The women sex workers of El Salvador are organizing, going out into the streets, and entering decision-making spaces to demand their rights, in order to improve the quality of life of sex workers and their families and dependents. Sex work is work, and it is time for it to be included in state policy.

Region
Latin America
Source
AWID

La libertad de poder decidir qué hacer con nuestras vidas

La libertad de poder decidir qué hacer con nuestras vidas

«Mi sueño es que cese la violencia contra nosotras, que no haya injusticias,  que seamos visibles y respetadas en  la sociedad y no suframos más la estigmatización» dice Rosa Alma Ramos, trabajadora sexual salvadoreña, quien coordina  la Asociación de Mujeres Trabajadoras Sexuales Liquidambar de El Salvador.

¿Cómo lograr entonces el sueño de Rosa? No en soledad. Junto a ella, otras trabajadoras sexuales desean ese cambio, y están convencidas de que en la organización está la fuerza. La asociación ya cuenta con una historia de casi nueve años. La Asociación se afilió a AWID en enero de 2017.


Los comienzos

Angélica Quintanilla, fundadora de Liquidambar

Durante las campañas electorales de El Salvador en 2009, el  candidato de la derecha, Norman Quijanos, del partido Alianza Republicana Nacionalista, prometió que quitaría a las trabajadoras sexuales de las calles de San Salvador. Angélica Quintanilla, una trabajadora sexual de esa ciudad, en alerta ante estas amenazas, se dirigió junto a otras diez mujeres aún no organizadas, a la Alcaldía municipal, donde pudieron hablar  con su titular,  Violeta Menjívar. A partir de esa y otras conversaciones se logró la creación del «Comité de Prevención de Violencia contra trabajadoras sexuales» que serviría como espacio de articulación y diálogo entre ellas, el gobierno local y las fuerzas policiales. 

Unos meses después, ya más organizadas, deciden llamar a la asociación Liquidambar. «Ese nombre significa para nosotras la libertad de poder decidir qué hacer con nuestras vidas, y cómo realizar nuestros sueños. Observa nuestro logo: hay un puente que representa todas las conexiones o los pasos  que necesitamos dar para encontrar lo que necesitamos» explica Rosa con una energía contagiosa. Nos cuenta que «el Liquidambar es un árbol que crece en zonas montañosas, muy elevadas por sobre el nivel del mar. Esos árboles tienen un bálsamo que corre de sus venas hacia el mar, y en el camino se lleva palitos  hojitas, una gran variedad de insectos, y al llegar al mar sufre transformaciones y se convierte en la única piedra preciosa de origen vegetal: la piedra de ámbar. Como esas transformaciones tan profundas y el color azul de los océanos, así es el potencial firme y bello, la energía  espiritual de la trabajadora sexual».

El trabajo sexual es trabajo

Liquidambar comenzó a funcionar «sin recursos ni apoyos» recuerda Rosa, pero luego fueron articulando con otras organizaciones locales e internacionales. La oficina se encuentra en la capital,  San Salvador, y allí se dedican, con el apoyo del Foro de ONG en la lucha contra el VIH a capacitar a las trabajadoras sexuales en educación sexual, prevención de HIV y ETS y también les ofrecen talleres para fortalecer su autoestima. 

En el Comité de Prevención de la Violencia contra trabajadoras sexuales hacen incidencia política con diferentes instituciones del gobierno nacional y  local para lograr la implementación de políticas públicas que mejoren las condiciones en que se realiza el trabajo sexual.

«La Global Network of Sex Work Projects y la Plataforma Latinoamericana de Personas que Ejercen el trabajo sexual nos apoyan en lo técnico y en prepararnos para la participación en foros internacionales, donde podamos hacer incidencia en la defensa y promoción de los derechos humanos de las trabajadoras del sexuales».

Para el Día Internacional de las Mujeres elaboraron una declaración donde reclaman que se lleve a plenaria el anteproyecto que legaliza el trabajo sexual, y  fue entregado a la Asamblea Legislativa por las trabajadoras organizadas.

Pidiendo respuestas desde articulaciones feministas

Liquidambar integra la Concertación Feminista Prudencia Ayala, que coordina a más de veinte organizaciones feministas de El Salvador, y también articula con Las Dignas, la Red Salvadoreña de Defensoras de Derechos Humanos

«Según la Constitución Nacional, todas las personas somos iguales ante la ley, entonces: ¿por qué las mujeres que sufrimos violaciones, somos revictimizadas y nos siguen matando por el hecho de ser mujeres? ¿Por qué esos femicidios siguen impunes?» señala Rosa. «Es por todo esto que debemos participar en acciones, y aprender sobre y desde el feminismo. Por eso somos parte de la Red de Defensoras, y como Red estamos exigiendo a las autoridades correspondientes, por ejemplo la Fiscalía General de la República, que lleve adelante las investigaciones necesarias, que estas muertes no queden impunes, y que se protejan a las defensoras que realizamos las denuncias».

Según la declaración de Liquidambar solo el 10% de las trabajadoras realizan y dan continuidad a las denuncias sobre situaciones de violencia institucional. El 90% que no denuncia da como razón fundamental el miedo a represalias y la falta de confianza en el sistema de justicia.

Más allá del miedo

El 6 de mayo de 2016 asesinaron a Angélica Quintanilla, la líder que reunió aquel primer grupo de trabajadoras sexuales por primera vez en 2009. Rosa recuerda a la fundadora de Liquidambar como una mujer de carácter fuerte, que hacía lo que fuera necesario por llevar adelante sus principios e ideas. El suyo es justamente uno de los crímenes que sigue impune. Después de su muerte, algunas mujeres dejaron el grupo, pero otras se quedaron, convencidas de la necesidad de seguir resistiendo organizadas. Pero el miedo era muy tangible y fuerte. Una vez más, como al momento de su creación, las mujeres de Liquidambar se rearman, miran hacia adentro, buscan cómo sanar y sobrellevar el miedo. 

Tras el asesinato de Angélica, tuvieron que mudar la oficina por cuestiones de seguridad. «Estamos en una más pequeña pero es más acogedora. Hemos trabajado mucho para poder remover el miedo que sobrevino luego de su muerte. La fundación American Jewish World Service (AJWS) nos ayudó con capacitaciones con enfoque sistémico para salir con menos miedo y volver a las calles empoderadas».

El caso de Angélica no es un caso aislado. Liquidambar denuncia ese y otros de los 35 recientes asesinatos de trabajadoras sexuales, solo en 2018, como femicidios. 

«La amenaza es tan real, se vive todos los días. Proviene de las pandillas o maras, pero también viene del estado y de aquellos que se sienten dueños de las zonas de comercio sexual».

Desafíos que no las detienen

Rosa nos cuenta que «la gran mayoría de las compañeras provienen de poblaciones donde la pobreza es extrema. Quienes hacen su trabajo en la calle, deben enfrentar las amenazas y el pedido de ‘renta’ por parte de las pandillas, para poder tener derecho a trabajar en ciertas zonas, y a veces todo esto causa la falta de clientes».

A esto hay que sumarle  la violencia institucional, los ya mencionados casos de femicidio, el estigma y discriminación por parte de la sociedad salvadoreña. «Hemos trabajado en capacitaciones para sensibilizar al personal uniformado, y aprovechamos esas ocasiones para denunciar a quienes nos violentan».

Capacitacion con personal uniformado

Para combatir la pobreza de las trabajadoras sexuales Liquidambar tienen muchos proyectos pero la falta de recursos complica la realización de algunos de ellos. La asociación le reclama a las autoridades locales políticas y acciones que reconozcan a las trabajadoras sexuales y su necesidad de sostenibilidad laboral. «Les pedimos que nos capaciten con talleres de emprendedurismo, por ejemplo, poder elaborar dulces, o que nos apoyen para poner una guardería para cuidar a las/os hijas/os de las trabajadoras sexuales».

Rosa señala que están buscando los fondos para el capital semilla para crear un comedor dirigido por ellas mismas. «Ese es un proyecto que quedó pendiente de la época de Angélica».

Las mujeres trabajadoras sexuales de El Salvador se organizan, salen a la calle y disputan los espacios de decisiones para reclamar por sus derechos, lo que no solo les permite mejorar su calidad de vida sino la de su familia o las personas que tienen a cargo. El trabajo sexual es trabajo y es tiempo que eso se vea reflejado en las distintas políticas que lleven adelante los estados.

Source
AWID

La liberté de pouvoir décider de ce que nous voulons faire de nos vies

La liberté de pouvoir décider de ce que nous voulons faire de nos vies

« Mon rêve, c’est que la violence à notre égard cesse enfin ; c’est qu’il n’y ait plus d’injustice, que nous soyons visibles et respectées dans la société et que nous ne soyons plus victimes de discrimination », dit Rosa Alma Ramos, travailleuse du sexe salvadorienne et coordinatrice de l’Asociación de Mujeres Trabajadoras Sexuales Liquidambar (Association de femmes travailleur-se-s du sexe Liquidambar) du Salvador.

Mais comment réaliser ce rêve ? Seule, Rosa ne le peut pas. Comme elle, d’autres travailleur-se-s du sexe aspirent à ce changement, et elles sont convaincues que c’est de leur organisation que naît leur force. L’association a vu la vie il y a près de neuf ans et est devenue membre de l’AWID en 2017.  


Les débuts

Angélica Quintanilla, fondatrice de Liquidambar

Pendant la campagne électorale salvadorienne de 2009, le candidat de la droite Norman Quijanos, du parti Alianza Republicana Nacionalista (Alliance Républicaine Nationaliste), avait promis d’éradiquer les travailleur-se-s du sexe des rues de San Salvador. Angélica Quintanilla, une travailleuse du sexe de cette ville alarmée par ces menaces, s’est adressée à la Mairie accompagnée de dix autres femmes qui n’étaient pas encore organisées ; elles ont pu parler avec la maire, Violeta Menjívar. Cette conversation et celles qui suivirent ont permis la création du « Comité de Prevención de Violencia contra trabajadoras sexuales » (Comité de prévention de la violence contre les travailleur-se-s du sexe), qui servira d’espace d’articulation et de dialogue entre le gouvernement local, les forces policières et elles.

Quelques mois plus tard, alors qu’elles avaient commencé à s’organiser, elles ont décidé de nommer l’association Liquidambar. « Pour nous, ce nom représente la liberté de pouvoir décider de faire ce que nous voulons de nos vies, et la façon dont concrétiser nos rêves. Regarde ce à quoi nous sommes parvenues: ce pont, qui représente toutes les connexions ou les étapes que nous devons traverser afin de trouver ce que nous cherchons » explique Rosa avec une énergie contagieuse. Elle nous raconte que « le Liquidambar est un arbre poussant dans les zones montagneuses, bien au-dessus du niveau de la mer. La sève de ces arbres part de leurs veines pour atteindre la mer ; elle emporte sur son chemin des brindilles, des feuilles, une grande variété d’insectes, et une fois parvenue à la mer, subit des transformations qui l’amènent à se convertir en la seule pierre précieuse d’origine végétale : l’ambre. C’est ainsi, telles ces transformations, si profondes, tel le bleu des océans, que s’affirment le potentiel ferme et merveilleux et l’énergie spirituelle de la travailleuse du sexe ».

Le travail du sexe est un travail

Liquidambar a commencé à fonctionner « sans ressources ni soutien » se souvient Rosa ; puis elles se sont connectées à d’autres organisations locales et internationales. Leur bureau se trouve dans la capitale, San Salvador, où elles se consacrent, avec l’aide du Forum des ONG dans la lutte contre le VIH, à offrir aux travailleur-se-s du sexe une formation en éducation sexuelle et prévention de la transmission du VIH et des MST, ainsi que des ateliers visant à renforcer leur estime de soi. 

Au sein du Comité de prévention de la violence contre les travailleur-se-s du sexe, elles font un travail de sensibilisation politique auprès de différentes institutions du gouvernement national et local pour implanter des politiques publiques qui améliorent les conditions du travail sexuel.  

« Le Global Network of Sex Work Projects (Réseau mondial des projets sur le travail du sexe) et la Plataforma Latinoamericana de Personas que Ejercen el trabajo sexual (Plateforme latino-américaine de personnes exerçant le travail sexuel) nous aident en ce qui a trait à la partie technique ainsi qu’à nous préparer à la participation aux forums internationaux, où nous pouvons plaider en faveur de la défense des droits humains des travailleur-se-s du sexe et promouvoir ces derniers ».

À l’occasion de la Journée internationale des droits des femmes, les travailleur-se-s organisées ont rédigé une déclaration réclamant que le projet de loi visant à légaliser le travail sexuel soit porté devant l’assemblée plénière et l’ont déposé à l’Assemblée législative. 

Les associations féministes exigent des réponses 

Liquidambar fait partie de la Concertación Feminista Prudencia Ayala (Partenariat féministe Prudencia Ayala), qui coordonne plus de 20 organisations féministes du Salvador, et est associée à Las Dignas (Les Dignes) et la Red Salvadoreña de Defensoras de Derechos Humanos (Réseau salvadorien des défenseurs des droits humains)

«Selon la Constitution nationale, tous les êtres sont égaux devant la loi. Alors pourquoi les femmes subissant des violences sont-elles doublement victimisées et continuent d’être tuées pour le simple fait que ce sont des femmes ? Pourquoi ces féminicides restent-ils impunis ? » soulève Rosa. « C’est pour toutes ces raisons que nous devons participer aux actions et nous instruire sur le féminisme et ce, dans une optique féministe. C’est pour cela que nous appartenons au Réseau de défenseuses, et en notre qualité de réseau, nous exigeons des autorités correspondantes, par exemple du Bureau du Procureur général de la République, qu’il mène les enquêtes nécessaires afin que ces morts ne demeurent pas impunies et que les défenseuses portant plainte soient protégées ».

Selon la déclaration de Liquidambar, seuls 10% des travailleur-se-s du sexe portent plainte et assurent leur suivi face à des situations de violence institutionnelle. Les 90% de la population de travailleur-se-s du sexe qui ne dénoncent pas se justifient essentiellement par une peur des représailles et un manque de confiance dans le système de justice. 

Au-delà de la peur

Le 6 mai 2016, Angélica Quintanilla, la leader qui avait réuni ce premier groupe de travailleur-se-s du sexe pour la première fois en 2009, a été assassinée. Rosa se souvient de la fondatrice comme d’une femme d’une grande force de caractère, qui faisait tout pour poursuivre ses idées et ses principes. Son assassinat entre précisément dans la liste des crimes impunis. Après sa mort, si certaines femmes ont quitté le groupe, les autres sont restées, convaincues qu’il était nécessaire de continuer à s’organiser pour résister. Mais la peur était là, palpable et intense. Alors elles ont fait ce qu’elles avaient fait au moment de la création de Liquidambar : elles se sont armées, elles se sont sondées, elles ont cherché comment panser les plaies et surmonter la peur. 

Suite à l’assassinat d’Angélica, elles se virent obligées de changer de bureau pour des questions de sécurité. « Celui que nous avons trouvé est plus petit, mais plus accueillant. Nous avons beaucoup travaillé pour parvenir à chasser la peur qui nous a envahies après sa mort. La fondation American Jewish World Service (AJWS) nous a proposé des formations dont l’approche systémique nous a aidées à avoir moins peur de sortir et à retourner dans les rues avec autonomie. »

Le cas d’Angélica n’est pas un cas isolé. Liquidambar dénonce son assassinat, et les 35 autres assassinats récemment commis sur des travailleur-se-s du sexe pour la seule année 2018, comme des féminicides. 

« La menace est tellement réelle, on la vit tous les jours. Elle provient des gangs -des “pandillas” ou “maras”- mais est aussi exercée par l’état et ceux qui se sentent maîtres des zones du commerce sexuel ».

Des défis qui ne les retiennent pas

Rosa raconte : « la grande majorité de nos camarades viennent de populations d’une extrême pauvreté. Elles travaillent dans la rue, doivent affronter les menaces et les gangs leur réclament un “loyer” pour obtenir le droit de travailler dans certains quartiers, ce qui parfois entraîne une baisse de clients ».

Ajoutons à cela la violence institutionnelle, les cas de féminicide mentionnés antérieurement, la stigmatisation et la discrimination de la part de la société salvadorienne. « Nous avons fait des formations pour sensibiliser le personnel en uniforme, et avons profité de ces occasions pour dénoncer ceux qui nous violentent ».

Formation avec personnel en uniforme

Liquidambar a de nombreux projets pour combattre la pauvreté des travailleur-se-s du sexe, mais le manque de ressources fait qu’il est difficile d’en réaliser certains. L’association réclame aux autorités locales des mesures politiques et des actions qui reconnaissent les travailleur-se-s du sexe et leur besoin de s’assurer une durabilité professionnelle. « Nous leur demandons de nous donner accès à des ateliers de formation à l’entreprenariat, pouvoir fabriquer des bonbons, par exemple, ou qu’ils participent à mettre en place une garderie pour prendre soin des enfants des travailleur-se-s du sexe ». 

Rosa signale qu’elles cherchent les fonds pour le capital amorçage dans le but de créer une cantine qu’elles dirigeraient elles-mêmes. « C’est un projet qui est en suspens depuis l’époque d’Angélica ».

Les travailleur-se-s du sexe du Salvador s’organisent, descendent dans les rues et débattent dans les espaces de décision pour revendiquer leurs droits, ce qui leur permet d’améliorer non seulement leur qualité de vie, mais aussi celle de leur famille et des personnes vivant à leur charge. Le travail du sexe est du travail, et il est temps que cela se reflète dans les différentes politiques menées par les états.

Source
AWID