Al borde de una guerra civil que se aproxima rápidamente, las mujeres en Turquía están llamando a una paz incondicional e inmediata, así como al fin del acoso y la violencia contra las mujeres disidentes en ese país. Al haberse conmemorado el Día Internacional por la Paz el 21 de septiembre, y al hacerse un llamado a un alto el fuego global, AWID echa un vistazo a la situación de las defensoras de derechos humanos en el creciente conflicto en Turquía.
El 1 de septiembre de 2015, durante el Día Mundial de la Paz, 113 mujeres y organizaciones de LGBTI en Turquía se unieron para llamar a poner fin al conflicto armado y a volver de inmediato a las negociaciones de paz. Su llamado fue dirigido tanto al ejército de Turquía como al PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), cuando dijeron fuerte y claramente: “Dejen de discutir acerca de quién tiene razón, dejen de jugar a ‘quién empezó’ y ¡DETÉNGANSE!”.
Las mujeres de Turquía siempre han estado al frente de la lucha por la paz y los derechos humanos, aunque no se les dio el crédito ni visibilidad sino hasta las protestas del Parque Gezi en el verano de 2013. El movimiento de mujeres que aboga por la paz, la justicia de género y una reforma democrática integral hizo esto, y lo sigue haciendo, aun bajo un gran riesgo.
Un análisis de género del ‘disenso’ en Turquía muestra claramente que, si es una mujer quien se atreve a pronunciarse, las repercusiones y los castigos son mucho más maliciosos, multifacéticos y perjudiciales para su bienestar social, económico y político, en comparación con el trato que se da a hombres activistas. En Turquía es habitual convertir en héroes a los hombres que luchan por la libertad – a Deniz Gezmiş, Mahir Çayan y Abdullah Ocalan se les ha tornado en íconos hasta un grado casi fetichista. Aunque esto de ninguna manera desvaloriza las significativas contribuciones de los hombres activistas a la lucha por los derechos humanos en Turquía, sí ilustra que el rostro del movimiento o los movimientos es paternalista, dominado por hombres, e invisibiliza los evocadores aportes de las mujeres.
Un patrón de violencia contra las mujeres disidentes
El 15 de agosto, Turquía fue impactada por la imagen del cuerpo sin vida de una mujer desnuda, torturada y abandonada en plena luz del día. Tres hombres, supuestamente miembros de las fuerzas especiales turcas, estaban parados alrededor del cuerpo desnudo de la mujer muerta. Kevser Elturk, de sobrenombre Ekin Van, quien era una integrante de la facción armada de la lucha kurda (el Partido de los Trabajadores de Kurdistán), fue asesinada durante los enfrentamientos del 10 de agosto y su cuerpo expuesto al público.
Otro caso emblemático que muestra este preocupante patrón es el de Pınar Selek, una activista feminista, socióloga y académica de reconocimiento internacional, conocida por sus investigaciones y por defender los derechos humanos de las minorías étnicas y sexuales. Durante 16 años, Selek ha sido acusada de terrorismo y de haber participado en una explosión. El Gobierno designó especialistas que en múltiples ocasiones han concluido que Selek no participó en la explosión; y ella ha sido absuelta cuatro veces. Selek fue hostigada judicialmente en lo que parece ser un flagrante intento de desestabilizar su trabajo.
Durante las protestas del Parque Gezi que arrasaron a la nación en el verano de 2013, decenas de mujeres activistas denunciaron que habían sido atacadas sexualmente o amenazadas con ser violadas por varios hombres mientras estaban bajo custodia policial. A una mujer llamada Pınar que era una simple transeúnte en Beşiktaş y no estaba participando en la protesta – pero fue puesta bajo custodia policial – se le ordenó desnudarse y fue golpeada en la cara cuando se resistió.
La fría y sangrienta forma en que Ekin Van fue asesinada tiene que reconocerse por lo que es: parte de un patrón de cómo las mujeres disidentes son tratadas en Turquía. A aquellas que osan criticar la política gubernamental oficial, el Gobierno turco las ataca y amenaza sistemáticamente de una manera que es muy diferente a como trata a hombres disidentes. Las dinámicas de género en el manejo del disenso se hacen evidentes en los comentarios del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien públicamente declaró que no cree en la igualdad de género y activamente ataca a las mujeres que se pronuncian por los derechos humanos y la igualdad de género.
Los ataques públicos de Erdogan relacionados con el género no se limitan a estos casos particulares. Refiriéndose a una manifestante cuya cadera fue fracturada debido a fuerte violencia policial durante una protesta en Hopa el 31 de mayo de 2011, él dijo en una manifestación masiva: “No queda claro si es una niña o una mujer”. Su comentario infería que la manifestante no era virgen. Este mismo tono patriarcal fue reiterado cuando el mandatario llamó a la prominente periodista local Amberin Zaman “una mujer descarada” que debería “conocer cuál es su lugar”, a raíz del crítico reportaje que ella hizo antes de las elecciones presidenciales de 2014.
Los cuerpos de las mujeres son usados para silenciar el disenso
Turquía es un país difícil para cualquier persona que tenga una voz independiente y crítica, mucho más aún si esa voz hace un llamado en pro de la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, las consecuencias de abogar por los derechos humanos son extremadamente diferentes para los hombres y las mujeres. Los cuerpos de hombres disidentes no son expuestos desnudos para que toda la gente los vea. A los hombres no se les amenaza con violación en grupo. No se cuestiona su derecho a estar en el espacio público – a diferencia de las mujeres que han participado en protestas hasta entrada la noche, quienes son interrogadas por la policía respecto a por qué están en las calles durante horas nocturnas.
¿Qué significa que una mujer sea expuesta desnuda para que todo el mundo vea su cuerpo torturado y la vida que le fue arrebatada? Esto transmite un claro mensaje a todas las mujeres de Turquía sobre lo que nos ocurrirá si nos atrevemos a disentir, criticar y actuar contra la represión gubernamental. El Gobierno turco está intentando silenciarnos a todas por medio de un discurso sistemático de violación, asesinato y tortura.
Es por ello que el llamado de un colectivo de mujeres y organizaciones de LGBTI envía un mensaje tan conmovedor y significativo. Más que nada, significa que las mujeres de Turquía no tienen miedo de llevar a cabo una lucha que consideran legítima. Ekin Van y todas las demás mujeres que abogan por la reforma política, ya sean kurdas, turcas u otras, son hermanas en la misma lucha.