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¿Pantera Negra en las Naciones Unidas? Es tiempo de imaginar nuevos foros políticos

La película Pantera Negra retrata a las Naciones Unidas como una alternativa pacífica a una revolución armada, pero ¿esta institución intergubernamental puede en verdad estar a la altura de esas expectativas?

No soy la persona típica de las Naciones Unidas (ONU). Los carteles escritos a mano y las pancartas pintadas han sido mi sitio en la política durante mucho tiempo. Cantar en las calles me resulta más familiar que leer declaraciones en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Es gracias a mi trabajo en una organización feminista internacional que llego a las Naciones Unidas. Tengo un pase anual elegante y una perspectiva antropológica acerca de lo que allí encuentro.

En la película Pantera Negra, la ONU es el lugar de partida para cambiar el mundo. La forma pacífica, frente a una revolución armada que hace la guerra y lanza misiles. Pero ¿puede la ONU en verdad ser un lugar de esperanza para un mundo mejor? ¿Puede ser un lugar para luchar por el cambio, la descolonización y la justicia?

En la vida real, el sistema internacional de derechos humanos está en peligro.

En primer lugar, se encuentra bajo el ataque constante de los «actores anti-derechos», los fundamentalismos ultraconservadores y religiosos. En el pasado, el sistema internacional de derechos humanos brindó oportunidades para establecer normas de derechos humanos de avanzada que han influido, en cierta medida, en las políticas y las prácticas de los países. Los grupos excluidos y marginados, comprendidas las mujeres, el colectivo LGBTQI, las minorías étnicas y los pueblos indígenas, han conseguido importantes logros en este marco. Hoy en día, tiene más que ver con resistir y simplemente mantenerse firme frente a los embates.

Bajo nombres que suenan bastante inocentes y orientados a la familia, los actores anti-derechos han ido incrementando su presencia en la ONU. Grupos como C-Fam (Center for Family and Human Rights), el Congreso Mundial de Familias, la Iglesia ortodoxa rusa, y el Consejo Mundial de la Juventud están coordinados en todas las regiones y religiones y están extremadamente bien dotados de recursos. Derechos en Riesgo, el informe de tendencias de 2017 del Observatorio sobre la Universalidad de los Derechos (OURs) explica exactamente cómo trabajan estos actores manipulando los conceptos en torno a la religión, la cultura y la tradición con el fin de socavar y apropiarse de nuestro sistema de derechos humanos.

La «protección de la familia» es uno de los puntos favoritos de la agenda de estos grupos. Bajo la «protección de la familia», los actores anti-derechos promueven peligrosas prácticas patriarcales, posicionamientos heteronormativos y marcos de políticas. En esta narrativa, la discriminación y la violencia contra las mujeres no se perciben como tales, la coerción y la violencia contra lxs integrantes de la familia no son un problema, la persecución de las personas LGBTQI no merece ninguna atención «especial», el aborto es un acto criminal y la educación sexual es una estrategia imperialista.

En segundo término, el sistema internacional de derechos humanos se encuentra en el medio de la captura corporativa. Frente a las dificultades financieras que está experimentando la ONU, la increíble riqueza del sector privado se está convirtiendo en una solución deseable. La amenaza en este punto no proviene solo de la influencia económica que se transforma en influencia política. La amenaza se cierne también en la concepción de la narrativa y la ideología: los derechos fundamentales necesitan ahora un “argumento comercial” y debe justificarse en términos mercantiles orientados al lucro.

Lxs funcionarixs de la ONU y representantes del sector privado nos dicen que no existen condicionalidades para este tipo de financiamiento y que la independencia de las instituciones de la ONU se encuentra garantizada. Sin embargo, sería ingenuo –por no decir deshonesto– que creamos que los millones de dólares de financiamiento que llegan no tienen ninguna influencia política, o que las grandes empresas se abstendrán de utilizar esa influencia para proteger sus intereses cuando entren en conflicto con los derechos humanos. Esto es un conflicto de intereses y es por ello que las organizaciones de la sociedad civil sostienen que no se debe permitir al sector privado comprar influencias en la ONU.

Los intereses corporativos a menudo priman sobre los derechos humanos, la salud pública y el medio ambiente. Ejemplo de ello son la mano de obra barata y las condiciones laborales precarias; el aumento de los precios de medicamentos cruciales para la vida de las personas por parte de las empresas farmacéuticas, aun cuando esto literalmente mata a millones; la polución del aire y la contaminación del agua para ahorrar dinero en tecnologías más costosas respetuosas con el ambiente; el desplazamiento forzoso de aldeas y comunidades enteras para explotar sus recursos naturales, las que a su vez ven cómo se violan sistemáticamente su derecho al consentimiento libre, previo e informado.

Es más, estas formas de violencia en general vienen envueltas en papel para regalo; es decir, en el lenguaje del desarrollo, el progreso y la creación de empleo.

Nuestro sistema financiero internacional está ya basado en el privilegio de las grandes empresas y las corporaciones transnacionales. Desde la reducción de impuestos y los flujos financieros ilícitos, lo cual consiste básicamente en dinero robado del público, hasta los mecanismos para la resolución de controversias entre inversionistas y Estados que permiten a las empresas llevar a los Estados a juicio (pero que no permiten que los Estados ni las comunidades entablen juicio contra las empresas por abusos contra los derechos humanos). El creciente poder económico y político de las grandes empresas en los foros nacionales e internacionales de políticas, como por ejemplo, las Naciones Unidas, convierten a la regulación de las empresas y su rendición de cuentas en una meta cada vez más difícil de alcanzar.

En tercer lugar, la ayuda para el desarrollo no es inherentemente buena, como parece sugerir la película Pantera Negra. Pensemos en el dinero para el desarrollo que se destina ya sea a empresas privadas o estatales para expulsar a las comunidades de sus tierras y arrebatarles sus medios de vida con el fin de extraer recursos naturales. Las empresas luego envían personal militar armado para sofocar cualquier intento de resistencia de las comunidades y obligarlas a firmar «formularios de consentimiento» a punta de pistola.

Cuando la Societe AngloGold Ashanti de Guinee decidió que quería extraer oro en el noreste de Guinea en 2015, incluso dispararon contra una jovencita por la espalda cuando esta iba camino a su casa como acto disuasorio adicional. Como explica en detalle el informe Unjust Enrichment: How the IFC Profits from Land Grabbing in Africa, existen buenos motivos para creer que esto se realizó con un préstamo otorgado por el brazo para la inversión privada del Banco Mundial, la Corporación Financiera Internacional (IFC). La misión del Banco Mundial es poner fin a la pobreza.

En todo el mundo se cometen crímenes, todos los días, en nombre del desarrollo. En sus formas neocoloniales y orientadas al lucro, el desarrollo empeora las condiciones de vida de las personas e irónicamente aumenta su dependencia de la ayuda extranjera para sobrevivir.
El desarrollo puede ser un arma no menos letal que un misil y, sin embargo, se lo considera completamente legítimo.

Escuché detenidamente el discurso de la ONU que pronuncia Pantera Negra en la película, que no es muy distinto de otros discursos que se pueden escuchar en la ONU de la vida real. «Es más lo que nos une que lo que nos divide» es un mensaje bastante blando, por no decir un rotundo cliché. Sin embargo, en la era Trump y de multitudes que corean «levanten el muro», un llamado a la unidad por encima de la división puede sonar casi radical. El reconocimiento de que las sociedades humanas necesitan unión e interdependencia se adelanta ciertamente varios pasos al impulso de destrucción. No obstante, deberíamos estar alertas de que no conduzca a los mismos resultados.

Lxs liberales bien intencionadxs asienten con la cabeza ante este tipo de discursos. Sin embargo, la verdadera pregunta es, ¿cómo votarán todas esas personas respetables, con formación académica y bien arregladas, llegado el momento de tomar las verdaderas decisiones sobre la protección de lxs defensorxs de derechos humanos? ¿sobre el respeto de los derechos de los pueblos indígenas, las personas migrantes y las refugiadas? ¿sobre la salud y los derechos sexuales y reproductivos? ¿sobre la violencia contra las mujeres o sobre los derechos LGBTQI? ¿sobre la rendición de cuentas de las corporaciones por los abusos contra los derechos humanos? (Verifiquen cómo está votando su país sobre estas resoluciones para averiguarlo).

¿Puede la ONU ser un lugar para luchar por el cambio, la descolonización y la justicia?

La respuesta es obvia: ya lo es, pero también es apenas un lugar entre muchos otros. La ONU es un foro intergubernamental, un lugar para los Estados. Los movimientos sociales pueden ejercer su influencia en este foro y, en efecto, han venido ejerciéndola y lo seguirán haciendo. A través de la participación directa y de aquellxs a quienes eligen para conducir sus Estados (si es que pueden hacer esa elección). Incluso cuando reconocemos las limitaciones y las tendencias reaccionarias. Incluso cuando muchxs de nosotrxs somos escépticxs acerca de cambiar el sistema desde adentro. Incluso cuando nuestras luchas se libran más allá de la ONU.

Pero no permitamos que nuestra imaginación se detenga en la ONU, donde termina Pantera Negra. Wakanda echa un vistazo al pasado que podría haber sido posible, si no hubiera sido por los proyectos coloniales y neocoloniales del capitalismo y la supremacía blanca; pero se trata también de un vistazo al futuro que todavía puede ser posible (a menos que antes destruyamos el planeta por completo).

Pido disculpas por decir lo obvio, pero una nueva era no habrá de surgir de esas salas estériles y esos largos pasillos en Ginebra y Nueva York. Imaginemos nuevos sistemas multilaterales e internacionales, aun cuando continuemos participando en el sistema internacional de derechos humanos vigente. Imaginemos foros políticos feministas desprovistos de la dominación de los antiguos poderes coloniales y sus intereses actuales. Imaginemos foros donde las personas –y no los Estados ni las corporaciones– ostenten el poder. Un mundo que no esté organizado en absoluto por Estados nación. Donde el acceso de una persona a los cargos de poder no estén determinados por instituciones de la realeza ni privilegios de nacimiento.

Pantera Negra nos recuerda algo: que el cambio comienza en la imaginación.

Category
Análisis
Region
Global
Source
AWID