Mirar Pantera Negra me hizo pensar acerca de nuestrxs superhéroes feministas de todos los días, que salen de sus zonas de confort e impulsan el activismo con creatividad y talento.
Las mujeres de Wakanda son un ejemplo de la #BlackGirlMagic (magia de las chicas negras), una de mis etiquetas (hashtags) favoritas. En Instagram, buscar con esa etiqueta devuelve imágenes de algunos momentos comunes (y de vez en cuando, algunos extraordinarios): chicas negras de piel oscura que se ven espléndidas y que se sienten a gusto con sus cuerpos de todas las formas y todos los tamaños; jóvenes chicas negras realizando asombrosos movimientos de baile; las actrices de Pantera Negra Lupita Nyongo, Danai Gurira, Letitia Wright y Angela Bassett en la portada de la revista Essence.
En el mundo en el que vivimos, es mágico que haya un éxito de taquilla de Hollywood que tenga como protagonistas a varias mujeres negras y africanas de piel oscura que representan personajes bravos, independientes e inteligentes. Es especialmente reconfortante porque son personajes complejos y multifacéticos, que se ponen de pie por sí mismas y por aquello en lo que creen. Defienden su territorio y su tierra. Son superheroínas formidables.
Mirar Pantera Negra me hizo pensar también en nuestras superheroínas feministas de la vida real: las mujeres que defienden las tierras comunales frente a las grandes compañías extranjeras que buscan extraer de los recursos naturales ganancias para beneficio propio cuando deberían beneficiarse comunidades enteras; mujeres como Miriam Miranda en Honduras, que han resistido a los intentos de los inversionistas de desplazar a lxs garífuna (descendientes centroamericanos de pueblos del oeste africano que escaparon de la trata de esclavos) de sus tierras tradicionales para construir edificios que solo lxs superprivilegiadxs podrían pagar.
En mis comunidades feministas más cercanas, muchas mujeres tienen el espíritu del personaje Nakia de Pantera Negra, y realizan inmensos aportes a la creación del tipo de mundo feminista en el que queremos vivir, en sus propias pequeñas y grandes maneras. Mujeres como Nana Akosua Hanson, de Ghana, una escritora, poeta y presentadora de radio que fundó Let’s Talk Consent (hablemos de consentimiento) y Drama Queens (reinas del drama) para utilizar el poder del arte en el abordaje de temas de consentimiento y de violación sexual y al mismo tiempo promover los derechos sexuales para todxs.
En todos lados hay feministas poderosxs y mágicxs como Miriam y Nana Akosua. Muchxs de ellxs realizan un trabajo verdaderamente peligroso, que pone sus vidas en peligro, y en algunos casos han hecho el máximo sacrificio. Hay numerosxs activistas como estas mujeres, que trabajan incansablemente en sus comunidades sin paga ni reconocimiento. ¿Conocemos sus historias?
En la Asociación por los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID), donde trabajo, queremos poner el foco sobre historias que muestran cómo lxs feministas están creando los muchos mundos en los que podemos sentirnos en casa. Es clave que recibamos noticias sobre grupos activistas que están creando comunidades y que se sostienen a sí mismos sobre la base de los principios de igualdad y justicia. Y es importante recordar que las #FeministRealities (#RealidadesFeministas) ya existen, en el aquí y ahora.
Es por eso que todxs necesitamos conocer las historias de lxs más marginadxs en nuestras comunidades y aprender de ellxs. Y esto es parte de lo que lxs feministas que trabajan en la intersección de un sinnúmero de temas complejos pueden ofrecer al resto del mundo.
Estas historias pueden ir desde historias personales de resistencia hasta relatos acerca de cómo las coaliciones feministas aseguraron que la igualdad de género quedará entretejida en toda la agenda 2030 de objetivos de desarrollo sostenible hasta imaginar cómo sería un mundo feminista después de #MeToo.
Cuando imagino mi futuro feminista ideal, pienso en la sensación de libertad que tendría: un profundo alivio interior.
No, YOU'RE crying/ screaming WAKAAANDAAA FORREVERRRR into your phone. pic.twitter.com/EI4SZ0Axv8
— Kathleen Newman-Bremang (@KathleenNB) February 13, 2018
Habría una alegría en mi andar y estaría rodeada por gente que se sentiría igualmente dichosa porque podrían finalmente ser plenamente ellxs mismxs.
Las lesbianas en Ghana no tendrían que seguir murmurando excusas para sus familias cuando les dicen «así que, ¿cuándo te vas a casar?». Los gays en Ghana podrían conocer a otros hombres para tener citas sin temor a que les estén tendiendo una trampa para ser chantajeados o algo peor. Los hombres que se muestran femeninos y quieren usar maquillaje y tacos podrían pavonearse en el mercado de Kejetia, en Kumasi, sin ser linchados por una multitud.
En este futuro todxs seríamos simplemente quienesquiera que seamos y, lo más importante, todxs seríamos reafirmadxs, amadxs y sostenidxs por nuestras comunidades, familias y amigxs, por nuestras iglesias, mezquitas y sanadorxs tradicionales.
Para algunxs, mi futuro feminista puede parecer utópico. Ya puedo oír a algún autodenominado «apóstol» fanfarroneando y diciendo «lxs homosexuales nunca serán aceptadxs en Ghana. No traigas aquí esas ideas tuyas occidentales», mientras transpira dentro de su traje de poliéster azul, su camisa blanca de mangas largas y su corbata con rayas rojas.
Eso es bastante mágico, ¿no? Y según yo lo veo, es también profundamente feminista. La magia feminista escondida en lo que está a simple vista, igual que Wakanda.
Este artículo está publicado originalmente en oD 50 50