Illustration of a woman with folded arms, right in front of a brick wall. On the wall, graffiti that says "We don't need no patriarchal education"

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No está «basado en el sexo» a menos que se trate de sexo ocasional

Un fantasma recorre el feminismo: el fantasma del género.

Todxs conocemos la expresión «discriminación sobre la base del sexo» que aparece en documentos legales. Históricamente, los conceptos de sexo y género a menudo han sido usados en forma indistinta. Sin embargo, la reciente agenda de los «derechos basados en el sexo» busca establecer un nuevo sentido (extremadamente patriarcal) de lo que es ser mujer.

Lo más desconcertante es que esta agenda está siendo promovida no solamente por grupos conservadores de derecha, sino también por algunas feministas trans excluyentes. Vemos esto en eventos internacionales como la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW por su sigla en inglés), que está teniendo lugar en estos días en la sede de la ONU y en línea, y en intentos por influir en las políticas de género nacionales.

¿De qué se trata esta idea de «base en el sexo»?

Illustration of a woman with folded arms, right in front of a brick wall. On the wall, graffiti that says We don't need no patriarchal education
© CHRISTOPHER DOMBRES / Flickr (CC0 1.0)
"No necesitamos tu educación patriarcal"

Es la idea de que las mujeres experimentan opresión en la sociedad no por su género, sino por su sexo. ¿Y por qué es importante esto? Qué buena pregunta. Fundamentalmente, reduce a las mujeres a percepciones anticuadas y no científicas del sexo biológico binario. La reducción de las mujeres al cuerpo y la reproducción es tan vieja como el patriarcado mismo. Ni siquiera nos reduce a nuestros cuerpos. Nos reduce a ideas falsas sobre nuestros cuerpos, como si todas las mujeres del mundo tuvieran los mismos genitales, los mismos órganos y sistemas reproductivos, la misma composición cromosómica y hormonal; y como si las personas intersex no existieran. La vida y la ciencia nos muestran que esa no es la realidad; pero esta es una representación poderosa de la realidad, que borra violentamente a cada unx de nosotrxs y a todxs quienes no se ajustan a ella.

Desde que Sojourner Truth exclamó «¿Acaso no soy una mujer?» en 1857, lxs feministas negras, indígenas, lesbianas, trans y otrxs han criticado exhaustivamente la presunción de una «experiencia universal» de todas las mujeres, que siempre termina siendo una experiencia muy particular: en general privilegiada, de clase media, blanca, heterosexual, sin discapacidades, y sigue la lista. La retórica «basada en el sexo» que asume una realidad y una experiencia universales del cuerpo y de la opresión no es diferente.

El enfoque «basado en el sexo» ofrece una distinción aparentemente simple: el sexo es el hecho biológico, el género es un sentimiento subjetivo; esta distinción es totalmente errónea en ambos casos. El género es más que un sentimiento: es un concepto feminista que nos ayuda a entender que el significado de ser mujer (o una persona de cualquier género) está definido por la sociedad y la cultura, y puede ser impugnado y modificado en el tiempo. Se trata de reclamar nuestra autonomía para definir lo que significa para nosotrxs ser (o no ser) mujer en la sociedad, y lo que nuestro cuerpo significa para nosotrxs. Si bien ahora en general se entiende que las normas de género son construidas socialmente, lxs teóricxs del género como Judith Butler han mostrado que la categoría binaria del sexo es, en sí misma, también una construcción social.

Cambiar la manera en que pensamos sobre el sexo no es fácil, pero aceptemos el desafío, de todos modos, y comencemos con un cuento. 

Desde 2017, el grupo antiderechos ultraconservador CitizenGo ha hecho circular su autobús con el mensaje «los niños tienen pene y las niñas tienen vulva» (luego lo cambiaron a «los niños son niños y las niñas son niñas»). Desde España, este autobús viajó hasta Alemania, Kenia, e incluso a la sede de Naciones Unidas de la ciudad de Nueva York, en los Estados Unidos. Para mucha gente, el mensaje de CitizenGo es de sentido común. La cosa es que siempre ha habido una relación muy especial entre «el sentido común» y las estupideces misóginas. Después de todo, el triunfo de la opresión se da cuando esta se convierte en sentido común, en algo natural. La biología ha sido usada a través de la historia para atribuir supremacía e inferioridad, y para justificar el colonialismo, la violencia y la opresión. Pero la realidad es esta: los niños, las niñas y las personas de todos los géneros tienen diferentes genitales, diferentes órganos reproductivos, diferentes composiciones cromosómicas y hormonales. Y el significado que asignamos a nuestros cuerpos y a nuestros órganos cambia a través de nuestras vidas, y a través de las culturas y las sociedades.

Al crecer, la mayoría de nosotrxs aprendemos que los niños tienen pene y las niñas tienen vulva. 

También aprendemos que el lugar natural de la mujer es la cocina, que las mujeres existen para satisfacer y servir a sus maridos, que el propósito y la obligación fundamentales en la vida de las mujeres es hacer bebés (para la familia, para la nación), y su biología es la prueba final. Aprendemos (de los cuentos de hadas, de la cultura popular, de las publicidades) que ser linda equivale a ser buena y feliz, y que ser fea equivale a ser mala, infeliz y estar sola para siempre. Que las princesas son jóvenes, delgadas y sin discapacidades, a menudo blancas, y que así es la belleza misma; que son las brujas las que pueden ser viejas, gordas, discapacitadas, y que así es la fealdad misma. Esto se nos mete bajo la piel, lo internalizamos, y muchxs de nosotrxs lo sentimos cuando crecemos y nos miramos al espejo. También aprendemos que el vello corporal no es femenino, que es desagradable y antihigiénico, como lo es la sangre menstrual (la higiene es una muy conocida herramienta de control patriarcal y colonial que poco tiene que ver con la salud y mucho con el poder y la dominación). Cuando este es el estado del «sentido común» sobre sexo y género, desaprenderlo se convierte en una tarea para toda la vida.

Como feministas, aprendemos a cuestionar estas «verdades», estos tipos de sentido común. 

Aprendemos a exponerlas: no son una descripción natural de la realidad, sino ideologías y normas falsas y opresivas que fueron convertidas en comunes, como forma de controlarnos y humillarnos. Articulamos nuestras ideas y narrativas; y creamos teoría y arte y cultura que reflejan y celebran nuestras experiencias, nuestros cuerpos, nuestras vidas.
La forma en que percibimos y sentimos nuestros cuerpos y los cuerpos de otras personas puede cambiar. A través de los años, se pueden pelar las múltiples capas de odio contra unx mismx, y encontrar belleza y fascinación en partes nuestrxs de las cuales antes nos avergonzábamos. A pesar de crecer adoctrinadxs en la idea de que lo gordo es feo y el vello corporal es desagradable, muchxs de nosotrxs llegamos a cambiar nuestros gustos y nuestros deseos.
 Por supuesto, unx no puede simplemente forzar este cambio, aun si está totalmente de acuerdo con la teoría. No se trata de forzar (o de ser políticamente correctx): se trata de ser criaturas mágicas que son capaces de aprender y crecer. Cuando aprendemos nuevos modos de pensar y entender, cuando experimentamos arte y cultura que celebran los distintos cuerpos y les otorgan diferentes significados, cuando somos parte de subculturas y comunidades que valoran a las personas como nosotrxs y a los cuerpos como lxs nuestrxs, algo se modifica en nuestra mente, nuestro corazón, nuestra imaginación, e incluso en nuestro subconsciente. O simplemente conocemos personas que sacuden nuestro mundo y nos hacen cuestionar todo lo que pensábamos que sabíamos sobre nosotrxs mismxs y nuestros deseos. Cambiamos, y eso a veces parece magia.
Para muchxs de nosotrxs, la percepción de los genitales enfocada en el género es una de las más difíciles de modificar. En las culturas patriarcales, el pene a menudo simboliza el poder, y en consecuencia es el centro del universo. La vulva simboliza... bueno, no debería simbolizar nada, porque es sucia y debe estar fuera de la vista y del lenguaje. Si rechazamos esto último, ¿por qué no rechazamos lo anterior también?
No voy a fingir que no puedo entender de dónde viene la percepción fija de los genitales. En una cultura que quiere que te inclines ante el falo todopoderoso, resultaba tentador rechazarlo de plano. Me llevó un buen tiempo entender que estos son dos lados de la misma moneda: aceptar el poder del cisheteropatriarcado de definir el significado de los cuerpos. En forma irónica, tanto los grupos antiderechos ultraconservadores como los grupos de mujeres trans excluyentes comparten esta visión. Después de todo, este poder es una fuente de opresión: desde odiar al propio cuerpo hasta ejercer violencia contra otrxs. Reimaginar el cuerpo, liberándonos de la dominación patriarcal sobre él, es el núcleo del proyecto feminista radical.

Así que, como feminista lesbiana radical, dejé de enfatizar los genitales por los siguientes motivos.

Primero y principal, amo a las mujeres, y esto implica respetar y apreciar nuestros cuerpos que, como ya he señalado, son de gran diversidad, incluidos los genitales. Me importa más el significado que las mujeres y lxs queer atribuimos a nuestros cuerpos, que el significado atribuido a ellos por nuestras sociedades conservadoras.

Segundo, si bien el patriarcado en efecto hace del pene el centro del universo (y dado también que yo misma soy una mujer bastante alta y grande), simplemente me rehúso a ser intimidada por un órgano tan pequeño. O a aceptar la objetivación misógina que fragmenta nuestros cuerpos en órganos.

Y finalmente, mi percepción de quién y qué es una mujer está fundamentada en las muchas hermosas (y sí, complejas) ideas sobre género, cuerpo y sociedad desarrolladas por feministas radicales, lesbianas y personas trans y queer, que no son en absoluto conservadoras ni binarias. Por quienes se rebelan contra la dominación patriarcal de nuestros cuerpos, ya sea en forma física o simbólica. Aquellxs para quienes lo «basado en el sexo» jamás podría tratarse de intolerancia y violencia transfóbicas y transmisóginas, sino que son aventuras sexuales, sexo ocasional, y encuentros lúdicos. Emancipación, exploración y placer. Que es exactamente lo que «basado en el sexo» debería significar.

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Análisis
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Global
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AWID