Cuando se trata de revoluciones feministas, «libertad de» no es nada sin «libertad para»
Mi nombre es Alejandra Sarda-Chandiramani. Soy una activista por los derechos sexuales desde hace mucho tiempo. Soy de Argentina, donde hoy tenemos un movimiento feminista muy fuerte y masivo gracias al cual el Parlamento finalmente ha comenzado a discutir la despenalización y, con suerte, la legalización del aborto. Llevo un pañuelo verde, un símbolo de esta lucha.
Además, soy casadx con otra mujer según las leyes de mi país, donde vivimos. Pero ella es de India, donde nuestra relación es contra la ley. ¡Así que estoy en la legalidad y en la «ilegalidad» al mismo tiempo!
Tengo que confesar que a mí me incomoda escuchar términos como «desreglamentación» en el contexto de los derechos sexuales.
Creo, basadx en la experiencia, que la despenalización no es suficiente. Es solamente el primer paso. La demanda por despenalizar ciertas prácticas sexuales, identidades de género, etc. no puede disociarse del reclamo por las condiciones materiales que permitirán que esas prácticas e identidades se realicen por completo. Por eso, para mí, la sexualidad y el género «despenalizados» solo pueden llevar a la transformación social si son parte de una agenda política más amplia que incluya la redistribución de la riqueza y la democracia participativa genuina, ¡mi tipo de agenda feminista!
Porque en mi contexto nadie demanda «desreglamentación». Lo que la gente demanda son «políticas públicas». Políticas públicas que comiencen por sacar a la policía y al sistema de justicia penal de nuestras camas, identidades, etc., pero que inmediatamente avancen «en» la educación, la salud y el trabajo con políticas que se formen con una fuerte participación de la comunidad pertinente. Porque la criminalización resulta en exclusión – económica y social – pero también resulta de la exclusión.
Una de las principales feministas en Argentina, la historiadora Dora Barranco, dijo recientemente durante una audiencia del Parlamento sobre el proyecto de ley sobre el aborto que
«las mujeres privilegiadas siempre se han sometido a abortos en buenas condiciones sanitarias. Pero para las mujeres de las clases empobrecidas, esta criminalización ha sido un tipo de sentencia de muerte abominable y encubierta»
No puedo concebir la despenalización sin políticas sociales, derechos universales sin justicia económica.
Pero otrxs pueden. Para lxs políticxs (neo) liberales, «despenalizar» la sexualidad y el género no es demasiado problema. En mi país, muchxs de ellxs apoyaron que las personas trans puedan cambiar sus documentos de identidad basados en la autodeterminación, ahora apoyan que las mujeres puedan decidir abortar y mañana probablemente apoyarán que lxs trabajadorxs sexuales paguen impuestos. «Despenalizar» es barato, te hace parecer progresista, muy del siglo 21. Pero, al final, votaron en contra del proyecto de ley de identidad de género (como probablemente lo harán con el proyecto de ley de aborto). ¿Por qué? Porque en mi parte del mundo, años de «populismos» y «revoluciones» nos han enseñado que «libertad de» no es nada sin «libertad para». Y así, nuestra Ley de Identidad de Género incluía la obligación del Estado de proporcionar información y servicios para la cirugía, el tratamiento hormonal y cosmético. Ningún político o política (neo) liberal podría votar eso. Tampoco pueden votar por los servicios de aborto gratuitos y la producción estatal de Misoprostol, un medicamento que induce el aborto cuya disponibilidad es reivindicada en algunas de las versiones de los proyectos de ley sobre el aborto que se están discutiendo.
Permítanme usar la Ley Argentina de Identidad de Género de 2012 como un exemplo.
Esta ley se aprobó en un contexto social marcado por lo que solíamos llamar «ampliación de derechos». Incluía una ampliación correspondiente de las obligaciones del Estado para garantizar la realización de esos derechos. Para las personas trans sucedió que las regulaciones que penalizaban sus identidades fueron derogadas y dejaron de ser arrestadas por ser quienes eran. Pero eso no fue todo. La ley estuvo acompañada de programas de empleo, préstamos y capacitación en economía social para cooperativas trans, incentivos para estudiar, entre otros. Sin todo eso, la ley habría beneficiado principalmente a aquellas pocas personas trans que ya tenían privilegios de clase (muy vinculados a la etnia) e incluso habrían reforzado esos privilegios.
Pero cualquier proceso de cambio social, y en particular aquellos que tratan con instituciones sociales tan antiguas y fundamentales como el género, requiere tiempo. Y el tiempo es lo que no tenemos en la periferia del mundo, en las neo colonias, porque para que se les permitan durar, no se espera que nuestros gobiernos aumenten el gasto social para ampliar la realización de los derechos de las personas, sino más bien lo contrario: que corten el gasto social, adquieran deudas, paguen interés, compren armas, ya sabes la historia. Desde 2016 tenemos una administración neo-colonial que sigue este guion al pie de la letra. Todos los programas que mencioné hace poco están siendo desmantelados.
La Ley de Identidad de Género no fue derogada. Pero muchas personas trans sin privilegios de clase o etnia han regresado a actividades de subsistencia que están criminalizadas y en las que existe un claro sesgo de género, ya que las mujeres y personas trans implicadas en ellas tienden a ser mucho más vulnerables a la policía (y a la brutalidad policial) que sus pares que son hombres cis, como en el trabajo sexual callejero y el tráfico de drogas de pequeña proporción. Y la mayoría de los hospitales que respaldaban sus procesos de afirmación de género ahora no pueden hacerlo porque les faltan hormonas, médicos o ambos.
Por estas razones aprendí que la despenalización no es suficiente.
Es solamente el comienzo del debate. Mi finada amiga y líder travesti Lohana Berkins dijo en su mensaje de despedida «Nunca volveremos a la cárcel». Despenalizar es la llave para abrir algunas cárceles; para otrxs, necesitas una revolución, idealmente, una revolución feminista.
Este artículo también está disponible como podcast.