El 9 de julio, día de la Independencia argentina, docentes y parrócos de una escuela de la provincia de Santiago del Estero, hicieron marchar en el desfile militar a una “milicia” de 300 niñas y niños vistiendo pañuelos celestes,. Los grupos anti-aborto crearon esos pañuelos en contraposición a los pañuelos verdes, para decir que están a favor de salvar ‘las dos vidas’, la de la madre y la del niño por nacer (sic).
Después del 14 de junio, cuando la Cámara de Diputados votó a favor del proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), las reacciones de grupos e instituciones, en particular fundamentalistas católicas, se aceleraron. No les habían servido sus discursos que a veces rozaron la ciencia ficción ni las marchas para “Salvar las dos vidas”, y al quedarse sin argumentos comenzaron a recurrir a la violencia.
Voy a mencionar unos pocos ejemplos, pero cada día en las noticias de ese país aparece un caso nuevo: docentes que promovieron entre el alumnado conversaciones sobre el aborto y que fueron despedidxs; jóvenes adolescentes que llevaban el pañuelo verde de manera visible fueron atacadas violentamente en la calle; médicxs y clínicas que amenazan con no proveer sus servicios a las mujeres que acudan para atenderse o pedir información; denuncias contra médicxs que realizan y acompañan los procesos de abortos no punibles siguiendo el protocolo existente en el país.
Estamos hablando de violencia física, institucional y simbólica que ataca e intenta desarmar una de las más grandes manifestaciones de organización y articulación activista que se ha visto en Argentina en los últimos años: grupos de mujeres, activistas feministas y nuevos protagonistas, como los varones trans, aunadxs para llevar adelante un proyecto de ley que haga al sistema de salud y derechos reproductivos más justo y avanzado.
Frustrados ante la media sanción de la Ley IVE, lxs católicxs parecieran estar cumpliendo al pie de la letra con el llamado a la acción que hizo el Papa Francisco en un encuentro de Juventudes en 2013.
El Papa dijo: «¿Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud? Quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos...», y el resultado es esa violencia física, institucional y simbólica que hemos descrito antes.
Pero no todo es celeste en los cielos del Señor, y de pronto aparece un rayo verde que lo parte en varios pedacitos: el del colectivo autoconvocado de Cristianas y cristianos por la vida plena y el derecho a decidir, que se sumó a las actividades en favor de la Ley IVE, y que redactó un documento en que aclara que «no existen razones ‘bíblicas ni teológicas’ para penalizar el aborto ni condenar a las mujeres a un embarazo no deseado».
Las movilizaciones feministas siguen ahora frente al Senado, y por su lado, lxs fundamentalistas hacen lo suyo. Ya falta muy poco para la votación, que será el 8 de agosto. Sabemos que el Senado es un hueso muy duro de roer, donde hay menos políticxs progresistas.
Lo importante, sea cual sea el resultado, es que la movilización y articulaciones logradas hasta acá entre feministas, grupos de mujeres, activistas trans, y un diverso espectro de la sociedad han demostrado que se puede avanzar ideas y proyectos. La discusión sobre el aborto ya no tiene vuelta atrás. Y los grupos anti-derechos lo saben. También saben que de ser aprobada la Ley IVE esto se podría transformar en el epicentro de un tsunami de derechos en la región.
En muchos de los países de Latinoamérica donde el aborto está totalmente prohibido, como Nicaragua o El Salvador, o en otros donde es ilegal pero se contemplan excepciones, como en Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Paraguay, República Dominicana, Perú o Venezuela, los movimientos feministas y de mujeres están observando muy de cerca el proceso argentino y tomándolo como algo inspirador.
Si miramos fuera de la región podemos encontrar otros procesos inspiradores.
¿Quién habría pensado que un plebiscito por el sí al aborto triunfaría en Irlanda? Esto ocurrió porque muchas personas cambiaron su parecer sobre el aborto a partir del trabajo educativo de explicar de qué se trata y por qué se necesita una ley de este tipo, realizado por lxs feministas y especialistas que fueron convocadxs. En Argentina, este proceso ya tiene cerca de veinte años y en estos días se encuentra en el pico más alto de la ola verde.
Tanto Argentina como los otros países mencionados merecen una Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Porque es una cuestión de salud pública, porque hay que parar las muertes de las personas gestantes, porque hay que desarmar esos argumentos de manual que repiten lxs fundamentalistas católicos y evangélicos vaciándolos de significado. No atacan esta esta ley y otros avances en derechos para proteger la familia, ni el derecho a la vida, ni los derechos del niño por nacer (sic). Atacan para seguir controlando nuestros cuerpos, nuestros deseos.
Se trata sobre todo de libertad.
Vivir, decidir libremente. Algo que parece que no entienden en absoluto. El patriarcado no va a caer: lo vamos a tirar abajo con nuestra fuerza feminista. La marea verde argentina crece y desafía al temor de dios.
Este artículo fue publicado originalmente en Rosario 12