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La Serena: Una práctica feminista de autocuidado colectivo

«Todo lo que hacemos en Casa La Serena es un acto de rebeldía constructiva, y eso genera realidades positivas en medio de la violencia estructural.», explican Ana María Hernández y Cinthia Pacheco Moo, ambas del Consorcio Oaxaca.


«Lo que hizo que exista  La Serena, fue haberla imaginado como posible en medio de contextos profundamente violentos.» 

Esta realidad feminista es una manera de desafiar esa violencia; para las defensoras «fue cerrar los ojos e imaginarnos una casa rodeada de luz, llena de tranquilidad, rodeada de plantas que le impregnan el gusto por la vida; adornada por murales, por pinturas que las propias defensoras van realizando en colectivo. Es un lugar donde corre el agua, donde fluye la amorosidad entre las mujeres; en donde amaneces con el canto de las aves, y donde se musicaliza ese canto con el soplo del viento. Esa fue una imaginación que se convirtió en realidad.» nos explica Ana María con voz calma, como si estuviera transmitiéndonos el espíritu del espacio en donde se encuentra, desde algún lugar de Oaxaca, México.

Ya han pasado diez años desde aquellas reuniones en que un grupo de defensoras de derechos humanos, intentaban responder a esta pregunta de manera colectiva:  «¿qué podemos hacer para contrarrestar los impactos de las diferentes formas de violencia?». 

De la rabia, del enojo, del cansancio, del reconocimiento de que muchas de ellas se estaban enfermando por el trabajo que realizaban en sus comunidades, surgió la idea de la creación de un espacio de sanación, de reparación, de esperanza. 

“Lo que nos sostiene es no perder la visión de un paraíso al que tenemos derecho. Las personas tenemos derecho a sentirnos bien, a fluir con la vida, a no permitir que nos entre por los poros la energía de muerte sino por el contrario,  llenarnos de aire fresco, de llenarnos de los proyectos de transformación de nuestras realidades. No es magia, tampoco es panacea. Es una realidad el tenerla, pero para que eso sea posible se necesita de ese esfuerzo que hemos ido poniendo un montón de mujeres a ese espacio.»  agrega Ana María.

Las visitas de auto-cuidado a La Serena 

Las estancias de autocuidado son de diez días, se realizan de manera colectiva, en grupos de cinco defensoras. Ellas son de distintas edades, urbanas, rurales, mestizas, indígenas, y de diferentes ámbitos de trabajo: defensoras de la tierra y el territorio, madres que buscan a sus hijas desaparecidas, sindicalistas,  defensoras de los derechos de las mujeres.

Cinthia explica que parten, por un lado, de considerar «que somos seres integrales, y por ello, en la construcción de nuestra estrategia de atención consideramos cinco dimensiones:  física, emocional, mental, energética, espiritual.» Parten también de la premisa nadie sabe más que una misma de sí misma. Buscan que las mujeres puedan hacer un diagnóstico acumulativo de sus condiciones de salud y bienestar, sin olvidarse de hacer el recuento de los conocimientos y sus fortalezas, las que hay que hacer visibles y potenciar con el fin de revalorizarlas. 

Los cambios comienzan desde las comidas, con la ayuda de una terapeuta ayurvédica,  empezar a descubrir lo que el cuerpo necesita. También se les brinda atención psicológica individual y colectiva.

Quienes llevan adelante este trabajo se aseguran también de que  los procesos de autocuidado pasen por la creatividad, por eso, incorporan actividades culturales y artísticas como un taller de pintura, otro de barro y siembra, un círculo de lectura, o paseos culturales por los pueblos cercanos, orientados a recuperar el gozo, la alegría y la creatividad.

A partir del diagnóstico que diseñan junto a las defensoras, se plantea un plan personalizado de autocuidado a un plazo de seis meses, durante los cuales se les da un seguimiento a distancia con el apoyo de las responsables de la estrategia de autocuidado de las redes de IM-Defensoras en sus países respectivos.

 

El poder del autocuidado feminista 

«Creemos firmemente que el autocuidado es un enfoque que potencia la sostenibilidad, la creatividad y bienestar de nuestros movimientos sociales. Nos invita a establecer una nueva relación con nosotras mismas, con las otras personas y con la naturaleza. Todo esto desde una visión feminista del cuidado, orientada a deconstruir el mandato patriarcal que lo impone como un sacrificio de las mujeres hacia los otros, y transformarlo en un instrumento gozoso de construcción colectiva.», explica Ana María.

Todos los años de trabajo han demostrado que la tarea no es fácil. Implica reconocer las propias vulnerabilidades: «Y esto, es un reto, considerando el valor que se le da a la fortaleza e incluso al heroísmo, dentro de nuestros movimientos sociales. Creemos que es importante cuestionar esas características porque nos llevan a niveles de autoexigencia muy elevados, que en muchas ocasiones nos ponen en riesgos mayores.»

Ambas afirman casi al unísono: «sabemos que el autocuidado no es una moda sino una estrategia política, feminista y transgresora que nos ayuda a caminar de una manera amorosa y colectiva en estos convulsos tiempos actuales».

 


Casa La Serena es un proyecto coordinado por el Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A.C. y una de las estrategias de protección integral que impulsa la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de derechos humanos (IM-Defensoras).

Category
Análisis
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AWID