Cultivar el cuidado y el bienestar propios y colectivos es profundamente personal y profundamente político. Cuando cultivamos el bienestar personal, mejoramos la capacidad de cuidar y sentir compasión por lxs otrxs. El interés no está puesto en sustraernos de la vida ajetreada y el estrés, sino en encontrar y compartir formas de incorporar plenamente nuestra política y nuestros principios en nuestro trabajo y de darle sostenibilidad a nuestras contribuciones.
«Cuidarme no tiene nada que ver con la autoindulgencia, es un acto de supervivencia, y eso es parte de la lucha política.» – Audre Lorde
Estamos hechxs no solo de una cabeza llena de intelecto y discernimiento, sino también de un corazón que alimenta nuestra pasión por la justicia social, y de un cuerpo, sin los cuales no podríamos interactuar con el mundo que nos rodea. Sin embargo, un símbolo de las sociedades patriarcales de todo el mundo es la disociación de la mente, el corazón y el cuerpo; un sentimiento de ausencia de cuerpo, de desconexión, más que de un todo. Estas formas de disociación generan tensiones en las personas, las organizaciones y las sociedades.
Los contextos de nuestro trabajo feminista y activista es intrínsecamente impredecible: entornos de conflicto e inseguridad, represión política y desigualdad. La dedicación que ponemos suele ser incomprendida por nuestras amistades más cercanas y la familia. Hemos experimentado la opresión basada en nuestro origen étnico, nuestra raza, género y nuestra orientación sexual, nuestra identidad de género, edad y en nuestras capacidades diferentes.
Los riesgos que enfrentan nuestros futuros feministas
Los riesgos del estrés, la violencia y el trauma para la salud, el bienestar psicológico y el espíritu en lo individual nos afecta en lo personal, y en el propio funcionamiento y eficacia de las organizaciones y movimientos que conducimos y en los que nos organizamos. Esta vulnerabilidad depende en mucho de nuestro acceso a los recursos económicos, los sistemas de salud y puede agudizarse con la patologización y el prejuicio social, incluso en entornos feministas.
Como dice la feminista africana Hope Chigudu, “Las organizaciones son como los seres vivientes: son creadas y sostenidas por las personas que le dan vida ...” Hope Chigudu sostiene además que el proceso de un cambio social positivo puede inclusive quedar incompleto cuando dejamos de darle forma a nuestro propósito y política feministas mediante el cuidado y el bienestar tanto personal como colectivo. Los resultados mismos de nuestra labor por los derechos y la justicia pueden verse afectados cuando estamos demasiado escindidxs de nostrxs mismos, de quienes formamos un colectivo y de las comunidades a las que servimos.
Prepararse para la transformación
Nuestro fin último consiste en mejorar la práctica y la cultura del autocuidado, el cuidado colectivo y el bienestar conscientes como estrategia radical para tener mejores efectos, movimientos sostenibles y más saludables y vidas gozosas.
La creación de movimientos de esta naturaleza, con la plena integración del autocuidado, el cuidado colectivo y el bienestar es un proyecto que exige abrir mentes, corazones y voluntades. Si vamos a encarar nuestras iniciativas por el cambio social de forma emocional, inclusive alegre, tenemos por delante mucho trabajo de sanación y transformación. Es mucho sobre lo que nos podemos apoyar para esa tarea, aunque es cierto también que nos adentramos en un terrero que nos es, de alguna manera, desconocido.