NOTA DE LOS VIERNES: No es posible ganar la batalla contra el VIH y el SIDA sin un enfoque basado en los derechos.
Por Kathambi Kinoti
“Derechos aquí y ahora” fue el lema de la XVIII Conferencia Internacional sobre el SIDA, que se celebró en Viena, Austria, del 18 al 23 de julio de 2010. La cumbre reafirmó la centralidad de los derechos en las respuestas al VIH y al SIDA. Todas las personas tienen el derecho universal a la salud. Tal como este derecho es aplicado, ¿cuáles son sus intersecciones con los derechos de las mujeres, de trabajadoras/es del sexo, de personas LGBTQI, personas pobres y aquéllas que son desfavorecidas por otros motivos, y qué retos les plantea a estos derechos? ¿Cuáles derechos tienen las personas con VIH y cuáles son los de las personas que no están infectadas por el virus?
Todas las personas tienen derecho a recibir cuidados de salud apropiados y libres de prejuicios para prevenir o tratar el VIH y el SIDA de manera pronta y adecuada; tienen derecho a información que influya en sus elecciones; y tienen derecho a contar con opciones para tomar decisiones. En algunos contextos, estos derechos confluyen y en otros casos entran en conflicto.
Derechos y estigma
En general, el VIH y el SIDA son condiciones estigmatizadas en todo el mundo. Son un fenómeno que cruza los límites del tabú. Las poblaciones en mayor riesgo y que disponen de menos servicios continúan siendo las personas usuarias de drogas, trabajadoras/es del sexo y personas LGBTQI, sobre todo los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres. A estas categorías de personas se les aísla y culpabiliza por propagar el virus, pero usualmente su acceso a información y tratamiento es restringido, si acaso lo tienen.
Aunque las respuestas nacionales e internacionales al VIH y al SIDA son cada vez más inclusivas, las leyes y las costumbres sociales continúan siendo una barrera en la lucha contra la pandemia. Con frecuencia se estigmatizan las relaciones entre personas del mismo sexo y el trabajo sexual, lo que desalienta a la gente a buscar cuidados: acceso a condones, realización de pruebas regulares, acceso a fármacos antirretrovirales. Las relaciones no heterosexuales y el sexo transaccional no sólo son estigmatizados, sino también se les criminaliza cada vez más; ejemplos de ello son el anteproyecto de ley contra la homosexualidad en Uganda y las leyes que penalizan a personas que ‘deliberadamente’ transmiten el VIH. Esta tendencia significa no sólo que las personas marginadas podrían evitar buscar tratamiento, sino además que quienes ya tienen la infección podrían ocultar su estado de VIH en detrimento de otras a su alrededor.
La tradicional receta del ‘ABC’ para la prevención del VIH – Abstain, Be faithful, use a Condom (cuyas siglas en inglés significan ‘abstinencia, fidelidad y uso del condón’) – no funciona en todos los contextos. En Kenia, por ejemplo, el mayor riesgo de adquirir la infección por VIH se ubica hoy día dentro del matrimonio.
En Asia, los hombres que tienen relaciones sexuales sin protección con trabajadoras/es del sexo son los principales motores de la pandemia. Dado que estos hombres por lo general ya están casados o contraerán matrimonio en algún momento de su vida, sus esposas quedan directamente expuestas al riesgo de adquirir el VIH. ¿De qué les sirve a ellas haber sido abstinentes o fieles en el pasado? ¿Cuáles son sus derechos?
El trabajo de prevención y tratamiento se ha visto obstaculizado significativamente por las falsas suposiciones de que costumbres culturales como la castidad y la fidelidad protegen a las asiáticas contra la infección por VIH. ¿Cómo estigmatizan estos supuestos a las mujeres con VIH y de qué manera afectan su acceso al tratamiento?
El efecto de nociones defectuosas acerca de las masculinidades
Desde hace mucho tiempo, defensoras/es de los derechos de las mujeres han instado a que los roles de género sean examinados y modificados. Una gran parte de este trabajo se ha incorporado a la gestoría, defensa y programación de los derechos de las mujeres, y las mujeres están continuamente cuestionando los roles que la sociedad les asigna. Asimismo, cada vez más hombres cuestionan sus roles de género. Después de participar en un taller sobre el VIH y el SIDA, Aernout Zevenbergen, periodista holandés nacido en Zambia, se sintió inspirado a escribir el libro Spots of a leopard – on being a man [Las manchas de un leopardo – sobre el significado de ser hombre], que examina las masculinidades africanas. Varios hombres que participaron en ese taller expresaron sentirse inclinados a tener relaciones sexuales sin usar el condón para ‘diseminar su semilla’, una noción estrechamente vinculada a cómo interpretan la masculinidad y que contribuye a propagar el VIH. Algunos hombres están cuestionando preceptos patriarcales de las masculinidades, pero ¿qué significan para los derechos de las mujeres estas interpretaciones profundamente defectuosas de las masculinidades?
Se ha demostrado que la circuncisión masculina reduce la vulnerabilidad de los hombres a la infección por VIH. Aunque éste es un importante desarrollo en la lucha contra el VIH, también podría contribuir a afianzar roles de género que son opresivos para las mujeres, así como a incrementar la vulnerabilidad de los hombres – y por consiguiente de muchas mujeres – al VIH y al SIDA. En algunas culturas africanas se circuncida a los niños como un rito de transición en la pubertad o a mediados de su adolescencia. Esto a menudo les da un permiso tácito para ser sexualmente promiscuos y afirmar su masculinidad en otras formas negativas. La circuncisión masculina como herramienta contra el VIH y el SIDA puede ser científicamente sólida, pero tiene limitaciones sociales y culturales. La lucha contra la pandemia no puede ganarse sin abordar el rol que los conceptos sobre las masculinidades juegan en propiciar la propagación del virus.
El entusiasmo respecto a la circuncisión masculina tiene una desventaja potencial: los recursos pueden desviarse desde iniciativas por los derechos de las mujeres hacia programas de circuncisión masculina que no abordan las múltiples dimensiones del VIH y el SIDA, en particular las formas en que la pandemia afecta a las mujeres.
Un hito en el campo de los microbicidas
Durante la Conferencia Internacional sobre el SIDA de 2010 se anunció un hito emocionante: por fin, el ensayo de un microbicida en Sudáfrica ha demostrado que para las mujeres es posible usar antirretrovirales proactivamente a fin de prevenir la infección por VIH. El estudio, aunque de tamaño medio y sólo con resultados modestos – 39 por ciento de eficacia – es un paso gigante. Pauline Irungu, de la Campaña Global por los Microbicidas, vaticina que los hallazgos iniciales de este estudio abrirán las puertas a un mayor financiamiento para la investigación intensiva de los microbicidas. Por lo tanto, el estudio es un augurio de acontecimientos más significativos.
Es bien sabido que la violencia contra las mujeres y las desigualdades de género incrementan la susceptibilidad de las mujeres al VIH y al SIDA. La violación, la violencia doméstica, los matrimonios precoces y los estereotipos de género ponen en peligro la habilidad de las mujeres de negociar relaciones sexuales seguras. Defensoras de los derechos de las mujeres dicen que poner en manos de las mujeres el poder de la prevención resultará en menos nuevas infecciones. Asimismo, incrementar el acceso de las mujeres con VIH a servicios de salud amigables conducirá a un mejor manejo de su condición.
Las mujeres han estado en campaña por los microbicidas desde hace años, y lo cierto es que la noticia de un ensayo exitoso pudo haber llegado mucho antes. Según Irungu, la investigación de un microbicida no fue impulsada por casas farmacéuticas, investigadores del campo del VIH y el SIDA o incluso gobiernos. La impulsaron defensoras de los derechos de las mujeres. Sin la gestoría y defensa de las activistas, ésta no habría sido una prioridad en la lucha contra la pandemia. En la búsqueda de un microbicida ha sido conspicua la ausencia de las casas farmacéuticas, que suelen estar a la vanguardia de la innovación médica y cuentan con amplios recursos financieros y humanos para realizar investigaciones. Su principal contribución ha sido otorgar derechos a investigadores en el estudio sudafricano para que éstos reformulen su fármaco durante los ensayos.
La disponibilidad de un microbicida no necesariamente abordará asuntos más amplios de los derechos de las mujeres, como la iniciativa propia de ellas en lo concerniente a su salud y sus derechos sexuales. ¿Cuánta libertad tendrán para aplicarse el gel tópico sin ser confrontadas por sus compañeros sexuales? En muchos contextos, una mujer corre el riesgo de sufrir violencia o ser desterrada si le propone a su pareja el uso de un método para prevenir la transmisión del VIH. Pauline Irungu plantea que si el medicamento antirretroviral se combinara con un anticonceptivo tópico, para las mujeres podría ser más fácil explicarles a sus compañeros por qué ellas se están aplicando el gel. “Se necesita pensar mucho al elaborar los mensajes que promueven el microbicida”, dice. “No deberíamos perder de vista los factores que para empezar hacen vulnerables a las mujeres”.
Estos asuntos incluyen la vulnerabilidad biológica de las mujeres al VIH debido a la superficie más amplia con que el virus entra en contacto cuando no se usa ninguna protección en las relaciones sexuales, así como las vulnerabilidades sociales y culturales derivadas de los roles de castidad y fidelidad asignados a las mujeres como esposas, pero también la expectativa de que su salud sexual, sus derechos y sexualidad están en manos de otros – parientes, amistades, estructuras escolares, personal médico y figuras religiosas de autoridad.
Pauline Irungu dice que hay una gran necesidad de servicios médicos integrales. Lamentablemente, los proveedores de servicios de salud a veces adoptan una postura moralista cuando lo que se requiere es su pericia médica. “Deberían proporcionar servicios médicos”, señala, “no servicios morales”.
También otras infecciones de transmisión sexual y el cáncer de cuello uterino contribuyen a que las mujeres sean más vulnerables al VIH y al SIDA. Se ha demostrado que las pruebas de detección frecuentes y el tratamiento temprano son herramientas eficaces contra el virus y el síndrome.
Según Irungu, se necesita un profundo cambio conceptual sistémico en la manera en que se considera a las mujeres. Ella da el ejemplo de la atención prenatal en África, que en su opinión se centra en brindar cuidados al feto más que a la madre. A las mujeres se las valora en su condición de madres y esposas antes de apreciarlas como individuas que necesitan cuidados de salud.
La elección como derecho
Cuanto mayor sea la gama de opciones preventivas, más se beneficiarán los derechos de las mujeres: los condones femeninos y masculinos, los microbicidas, la abstinencia y la fidelidad son todos métodos que tienen implicancias para los derechos de las mujeres. Pauline Irungu dice: “Estamos pidiendo nuevas herramientas para poder contar con una amplia variedad de opciones. Cuantas más opciones tengamos, mayor será nuestra capacidad de prevenir la propagación del VIH”.
No se está haciendo suficiente programación ni destinando los recursos requeridos para opciones bajo control de las mujeres. El condón femenino fue creado hace varios años, pero su escasa disponibilidad y deficiente mercadeo han contribuido a su bajo estatus como medida para prevenir la infección por VIH.
Prevención de nuevas infecciones por VIH
Los medicamentos antirretrovirales son una herramienta preventiva crucial en la lucha contra la pandemia. Irungu dice que a medida que la comunidad de investigación en el campo del VIH y el SIDA trabaja más en los microbicidas, también está poniendo un mayor énfasis en la profilaxis pre-exposición (PPRE), que ofrece a quienes la usan la oportunidad de evitar adquirir la infección aun cuando tienen una pareja con VIH o encuentros sexuales no programados. La PPRE se sumará a la gama de tratamientos para el VIH y el SIDA.
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