«Desnúdame de mi organización, desnúdame de mi título de activista. Desnúdame de mis ideas y opiniones –las que formé por mí misma y las que me han sido impuestas. Enséñame todo lo que he aprendido. Hazme desoír todo lo que he oído, incluso cuando no estaba escuchando. ¿Qué queda? Yo, yo misma, mi cuerpo, mi corazón, mi mente, mi alma, la persona, lo personal.
Cuando me presento y me entrego a la causa, la lucha, la política; todo empieza conmigo. Lo personal es político. Mi cuerpo es un campo de batalla –mi política, mi armadura, mi arma, mis palabras».
Esta reflexión es un extracto de un cortometraje, un ensayo visual, producido por la joven cineasta y artista Sandisiwe Dlamini y presentado en un festival de cine de ONU Mujeres. Mientras que la mayoría de las otras cineastas de la serie eligieron presentar películas sobre hechos externos y otras personas, Sandisiwe apuntó su lente hacia adentro. Produjo una secuencia íntima de tomas en blanco y negro mostrando su propia cara, su cabello y otras partes de su cuerpo, con un relato en off y el sonido de latidos de corazón. Sandisiwe fotografió su propio cuerpo con el mismo sentido de urgencia que podría utilizarse para evaluar un paisaje en disputa. En off, afirma: «Mi cuerpo es un campo de batalla».
Sandisiwe proviene de un linaje de artistas sudafricanas negras queer como Zanele Muholi y Beverlea Palesa Ditsi, quienes han documentado el placer, el dolor y la belleza de sus comunidades a través de, respectivamente, el autorretrato y el cine documental autobiográfico. En un contexto nacional con tendencias preocupantes como el femicidio y la violación correctiva de lesbianas, la autoexploración equivale a resistencia.
Aquí Sandisiwe describe su incursión en el activismo visual, sus aspiraciones y su proyecto de un libro en curso.
AWID: ¿Puedes contarnos más sobre tu último cortometraje, «Hands Off» [No Toques], que se presentó en la última Comisión de la Condición Jurídica y Social de las Mujeres (CSW, por sus siglas en inglés)? Parece uno de los films más íntimos y personales de todos. ¿Qué te llevó a este enfoque?
Sandisiwe Dlamini: Hasta ahora he recibido comentarios positivos sobre mi película. Estaba un poco nerviosa, porque es experimental, pero creo que fue bien recibida.
El mayor desafío que enfrenté al preparar mi película fue acceder a otrxs activistas para entrevistarlxs. No logré entrevistar a un activista que me había confirmado su participación cuando estaba en Sudáfrica, porque él ya había confirmado también con otrx cineasta: no sabía que otrx cineasta y yo misma habíamos planeado entrevistarlo para el mismo proyecto. Tuve dificultades para conseguir otrxs activistas a quienes entrevistar, porque la gente tenía agendas complicadas y algunxs no podían ser contactadxs por corrreo electrónico. Finalmente, el día antes de la entrega, logré reunir activistas para entrevistar. Pero al final no usé ese video, lo volví a filmar porque no me gustaba la calidad del audio.
Pero, como dije, tuve comentarios positivos sobre mi película y eso me alentó e inspiró para hacer más todavía. En lo que respecta a mi trabajo, siempre he utilizado el enfoque educativo tradicional, pero después de que mi película fue vista y comentada, me animé a usar un enfoque artístico como medio para educar a través de mis filmaciones. Siento que crezco cuando puedo tener incidencia sobre los derechos humanos a través de la filmación y el enfoque artístico tiene un mayor impacto sobre lxs espectadorxs.
AWID: Has trabajado como videógrafa para Iranti-org, una organización de medios que defiende los derechos de lxs africanxs LGBTI. ¿Puedes contarnos cómo fue que tu trabajo allí te permitió abordar estos temas?
SD: Iranti-org ha influido tremendamente en mi trabajo. Me hizo dar cuenta de los muchos desafíos y problemas que enfrentan lxs africanxs LGBTI y, en consecuencia, el foco principal de lo que escribo son cuentos sobre ser queer en Sudáfrica y, aunque son ficción, están influidos por sucesos de la vida real.
Mi país también enfrenta el femicidio; un gran número de mujeres han sido violadas y asesinadas desde principios de este año y esto está empeorando. Cada vez que una mujer sale de su casa enfrenta el riesgo de ser acosada, violada y asesinada y entonces decidí apuntar la cámara hacia mí misma, un cuerpo femenino africano queer negro, para decir que esto es belleza y tiene derecho a vivir. Muchxs sudafricanxs jóvenes queer son expulsadxs de sus casas al ser expuestxs como queer y esto hace que abandonen la escuela. El motivo en general es que un gran número de sudafricanxs son cristianxs y, por lo tanto, la homosexualidad está asociada con el satanismo.
Muchas violaciones no se denuncian y los perpetradores no reciben castigo porque las víctimas creen que no decir no es consentir.
AWID: ¿Cómo decidiste que querías contar estas historias y cómo las narraciones contribuyen al cambio en tu contexto?
SD: Siempre amé escribir. Cuando era niña era un ratón de biblioteca y escribía mis propias historias. Al crecer, mi amor por la escritura también creció. En la escuela secundaria decidí que me encantaría convertir mis historias en películas, por lo que resolví estudiar filmación.
Estudiar filmación fue una experiencia a la vez apasionante y estresante. Los desafíos que enfrenté fueron manejar la carga de trabajo y simultáneamente encontrar el modo de pagar mis estudios. Hacíamos 50% de teoría y 50% de trabajos prácticos, lo que significaba que íbamos a clase, hacíamos las tareas, estudiábamos para los exámenes, filmábamos, editábamos las producciones, todo al mismo tiempo. Me llevó un tiempo poder equilibrar toda la carga hasta finalmente encontrar la forma de administrar mi tiempo.
Crecí mucho durante los años en que estudié filmación: aprendí a valerme por mí misma, cómo administrar mi tiempo, cómo priorizar y aprendí la importancia de interactuar con la gente. Era introvertida y las personas me hacían sentir incómoda, pero el cine consiste en trabajo de equipo y me enseñó que no puedo y no debo hacer todo sola. Tuve la oportunidad de trabajar con compañerxs increíbles, porque durante la producción éramos el equipo unxs de otrxs. Aprendí diferentes estilos narrativos gracias al trabajo con diferentes personas en sus propias películas. La experiencia fue asombrosa.
Después de graduarme y hacer la residencia, terminé trabajando para una organización de derechos humanos y, aunque no son mis historias las que se cuentan allí, amo el hecho de que cuento historias que crean visibilidad y consciencia sobre los problemas que enfrenta la comunidad LGBTI. El dar visibilidad a los temas que afectan a la gente LGBTQI influye para el cambio.
Vivo en un país donde la homofobia es un problema grande y las historias que producimos son, en su mayoría, una respuesta a estos crímenes de odio. Dado que trabajo con esto diariamente, siento la necesidad de analizar estos problemas a través de mis películas.
Como soy muy nueva en esta industria, todavía no he tenido la oportunidad de colaborar con otrxs artistas. Sin embargo planeo hacerlo y anhelo trabajar con artistas de distintos ámbitos.
Por ejemplo, admiro a Beverlea Palesa Ditsi, una cineasta sudafricana defensora de los derechos humanos. Ha participado en el movimiento de incidencia por más de veinte años y, aunque su activismo comenzó en una época en que esto no tenía espacio, encontró el modo y perseveró, sin dejar que los desafíos que enfrentaba la desalentaran. Después de todos estos años y de todo lo que tuvo que atravesar, sigue empujando hacia adelante, luchando por el cambio. Eso me resulta motivante.