Traducido por Ana Ines Abalenda
Informe sobre las intersecciones entre derechos digitales y justicia económica
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- Las “Big Tech”: tres áreas de preocupación
- #1 La desigualdad global, financiarización y monopolios digitales
- #2 Explotación del trabajo, la tierra, los datos y los recursos
- #3 Mayor influencia en la esfera pública sin rendición de cuentas ni impuestos
- Visiones y prácticas económicas feministas de la tecnología
El tema prioritario de la 67ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW) en marzo de 2023 es "La innovación y el cambio tecnológico, y la educación en la era digital", en referencia al potencial de las tecnologías digitales para el desarrollo de capacidades, el acceso a la información y las redes para mujeres y niñas. La nota conceptual plantea varias cuestiones críticas para el debate: la brecha de género en el acceso digital, la segregación ocupacional en las industrias STEM (el acrónimo de los términos en inglés “Science, Technology, Engineering and Mathematics”) y el impacto del despliegue de las tecnologías en los derechos humanos, entre otras.
Sin embargo, el planteo general es que las mujeres y las niñas pueden ser usuarias empoderadas de las tecnologías digitales si se resuelven las carencias en infraestructuras, acceso y capacidades, así como los sesgos en el diseño. Se trata de un enfoque apolítico que no reconoce cómo las industrias tecnológicas están vinculadas al patriarcado, el colonialismo, el racismo, el capitalismo y otras desigualdades estructurales de poder.
Las feministas rechazan la premisa de que la inclusión de las mujeres como consumidoras de tecnología sea la vía para lograr el empoderamiento económico. La tecnología digital no puede posicionarse como una herramienta para el empoderamiento sin cuestionarse la economía política de la cual se nutre el capitalismo digital.
Las cadenas de valor mundiales de la tecnología de la información están controladas por un puñado de empresas con sede principalmente en Estados Unidos, a las que se suele denominar gigantes tecnológicos o “Big Tech” en inglés. Esto incluye a las cinco principales empresas por capitalización bursátil: Alphabet, Amazon, Apple, Meta y Microsoft.
Las “Big Tech” ejercen su poder corporativo para empobrecer aún más a las mujeres marginadas del Sur Global, al tiempo que cooptan el lenguaje de la igualdad de género. Para AWID, el poder corporativo se refiere al "excesivo control y apropiación de los recursos naturales, el trabajo, la información y las finanzas por parte de una alianza de poderosas corporaciones y élites globales en connivencia con los gobiernos". El poder corporativo de las grandes empresas tecnológicas se basa en la creación de monopolios de datos en las cadenas de valor mundiales, a través de lo que se ha denominado capitalismo digital.
El presente artículo sostiene que el capitalismo digital liderado por las grandes empresas tecnológicas es una cuestión feminista. La siguiente sección destaca las principales áreas de interés para los movimientos feministas que desafían el poder corporativo y buscan promover la justicia económica. Se analiza cómo las cuestiones estructurales en torno a las economías digitales afectan a las agendas feministas en torno a la reducción de la desigualdad, la protección de los derechos socioeconómicos de los grupos marginalizados y el bienestar de las personas y el planeta. Por último, se analizan brevemente alternativas y movimientos que desafían el poder de las grandes empresas tecnológicas y se apropian de las tecnologías para dar vida a visiones feministas.
Las “Big Tech”: tres áreas de preocupación
#1 La desigualdad global, financiarización y monopolios digitales
Los beneficios de la "revolución digital" han ido a parar a manos de una reducida élite. Las grandes empresas tecnológicas dominan el mercado bursátil estadounidense, con Apple a la cabeza de la lista con más de 2,4 billones de dólares en febrero de 2023. Siete de las diez personas más ricas del mundo (todos hombres blancos estadounidenses) son propietarios de grandes empresas tecnológicas, con un patrimonio neto combinado de más de un billón de dólares, incluidos los multimillonarios Elon Musk y Jeff Bezos, que son la cara de los "superricos" a nivel mundial.
En 2022, el valor de mercado combinado de las grandes empresas tecnológicas rondaba los 2,5 billones de dólares, una cifra muy superior a los PIB nacionales de Australia, Brasil o Canadá. Estas valoraciones infladas se basan en estimaciones de valor futuro más que en la rentabilidad actual. La proporción de activos financieros en la industria tecnológica supera con creces la proporción de capital en otros sectores. El modelo de negocio de la mayoría de las corporaciones tecnológicas se basa en la recolección y venta de datos de clientes y algoritmos de segmentación a anunciantes, empresas financieras y otras empresas y gobiernos, y en la venta de mercados basados en plataformas y servicios de procesamiento de datos. En otras palabras, el modelo de las “Big Tech” depende de la creación de monopolios de datos. Con este objetivo, las “Big Tech” y quienes las financian tienden a expandirse a través de medios como la ampliación de las operaciones comerciales a cualquier precio, y la compra de otras empresas y start-ups.
Para dar un ejemplo de mercados basados en plataformas, Google vende espacio publicitario a anunciantes y compra a los editores, embolsándose altos márgenes al pagar mal a los editores y expulsando a la competencia en el proceso. Otro ejemplo son los modelos de negocio de las plataformas de redes sociales que dependen de los efectos de red, o del valor de añadir más usuarios de forma que queden atrapados en una plataforma sin alternativas. Se utilizan para construir algoritmos diseñados para prosperar con contenidos de odio en una economía que compite por la atención de usuarios. Las plataformas de redes sociales están plagadas de discursos de odio sexista, desinformación y ataques coordinados contra grupos marginados y activistas, ya que los algoritmos priorizan la participación y monetizan la misoginia y la reacción antifeminista.
En un afán de monopolización cada vez mayor, los mercados digitales controlados por grandes empresas están entrando en las cadenas de suministro de sectores que van desde la agricultura al comercio minorista con promesas de eficiencia basada en datos y plataformización. En el caso del comercio minorista, el dominio de gigantes como Amazon en el mercado de consumo está obligando a las mujeres proveedoras de servicios, a los pequeños fabricantes y a los vendedores a adherirse a la plataforma, mientras que las condiciones de venta y las clasificaciones de búsqueda están controladas por los algoritmos de la plataforma. Los algoritmos de búsqueda están dominados por empresas con exceso de capital e inventario, lo que amenaza la subsistencia de las pequeñas empresas, incapaces de competir en mercados sesgados y desiguales. Al tener acceso exclusivo a los datos sobre ventas y vendedores, Amazon puede obtener ventajas en el mercado mediante prácticas anticompetitivas y precios predatorios.
Otro ejemplo de plataformas digitales que pretenden monopolizar las cadenas de valor locales es la agrotecnología, que está desplazando los procesos agrícolas locales en detrimento de la pequeña agricultura donde trabajan mayoritariamente las mujeres. La entrada de empresas tecnológicas impulsa la concentración de los mercados, expulsando las empresas intermediarias y perturbando los mercados locales. Si bien aún no se conoce a fondo el impacto sobre las pequeñas empresas locales en el Sur Global ni sobre las personas que trabajan en ellas, ciertos actores como empresas, gobiernos y organizaciones internacionales. insisten en posicionar las plataformas digitales como una herramienta de empoderamiento para mujeres emprendedoras.
El modelo de las grandes empresas tecnológicas se basa en la acumulación de capital, que comprende conexiones profundas con el complejo militar-industrial y la guerra, de donde saca provecho. También es responsable del diseño de modos intrusivos de vigilancia corporativa y estatal, y de la reducción de los espacios de participación civil, especialmente para las mujeres y las minorías de género estructuralmente silenciadas. Las empresas tecnológicas han obtenido beneficios millonarios a través de la llamada "guerra global contra el terrorismo" vendiendo bases de datos, computación en nube y otras tecnologías a los gobiernos. La industria también se ha beneficiado de la vigilancia digital, incluido el reconocimiento facial, los drones y aviones, y la identificación biométrica que se utiliza para militarizar las fronteras y detener y vigilar a personas migrantes, recortando derechos y libertades de personas migrantes racializadas, refugiadas e indocumentadas. Algunos organismos de la ONU, como la FAO, el Programa Mundial de Alimentos y el Banco Mundial, se han asociado con las grandes empresas tecnológicas para poner en marcha sus programas a través de estas herramientas de vigilancia, sin tener apenas en cuenta el recorte de la dignidad y los derechos humanos de quienes dice beneficiar.
#2 Explotación del trabajo, la tierra, los datos y los recursos
Las cadenas de suministro de las empresas tecnológicas se alimentan de la destrucción ecológica. Web3 y otras tecnologías basadas en la nube dan la ilusión de no tener activos y de flotar libremente, haciendo abstracción de la infraestructura física muy tangible de cables y centros de datos que se extienden por todo el mundo y que dependen de la extracción ecológica, incluido de minerales de tierra raros y el procesamiento de datos que provoca emisiones masivas de carbono. Estas cadenas de suministro se han relacionado directamente con el abastecimiento en zonas de conflicto, la deforestación, las violaciones de los derechos humanos y las amenazas a los derechos sobre la tierra de las poblaciones indígenas y otras comunidades rurales. Este modelo ha sido calificado de "mercado oligopolístico con características coloniales", en el que las empresas del Norte se apoyan en la propiedad intelectual y en los regímenes financieros mundiales para generar beneficios mientras extraen materias primas y tierras del Sur. Paralelamente, se ofrecen falsas soluciones tecnológicas, como la geoingeniería, la agricultura climáticamente inteligente, el crecimiento verde, la ingeniería reproductiva y otros arreglos tecnológicos, como soluciones "mágicas" a la crisis climática al servicio del mantenimiento del statu quo en el actual modelo de capitalismo.
Más abajo en la cadena de suministro, las empresas tecnológicas están llevando a la fragmentación del trabajo, erosionando la protección de los trabajadores y empujando a los trabajadores informales a la precariedad. Las plataformas digitales de trabajo en la economía "gig", que se refiere a empresas como Uber que están mediando el trabajo digitalmente, están erosionando los derechos y protecciones laborales y conduciendo a una carrera a la baja de los salarios. Las plataformas digitales de trabajo se han promovido como una forma de atraer a más mujeres al trabajo remunerado, a pesar de ser calificadas de fábricas de explotación digital. A les trabajadores de las plataformas se les niegan las protecciones laborales básicas y las redes de seguridad social porque las plataformas los tratan como contratistas independientes. Los algoritmos controlan los salarios y la asignación de tareas de les trabajadores de plataformas, que no ejercen ningún control sobre sus condiciones de contratación a pesar de las promesas de flexibilidad. Al no ofrecer seguridad en el empleo ni protección laboral, el trabajo gig en sectores de gran informalidad como el reparto, el trabajo doméstico y la atención sanitaria profundiza legados de informalidad y precariedad para las mujeres trabajadoras empobrecidas del Sur Global. Además, la segregación ocupacional y las brechas salariales de género se han reproducido en la economía digital y las industrias tecnológicas, con las trabajadoras concentradas en trabajos mal pagos en la parte inferior de la jerarquía y en sectores como la belleza y la educación, tradicionalmente feminizados.
Las tecnologías de vigilancia, como el reconocimiento facial, también se han utilizado en distintos sectores y funciones laborales para restringir una serie de derechos laborales en todo el mundo, lo que afecta al ejercicio del derecho a la intimidad, la libertad de movimiento y la libertad de asociación. De hecho, las empresas tecnológicas y las plataformas digitales se han hecho famosas por utilizar estrategias tradicionales de represión sindical, como la intimidación y el bloqueo o cancelación de cuentas de trabajadores, además de la vigilancia intrusiva, como medio para reprimir la organización.
#3 Mayor influencia en la esfera pública sin rendición de cuentas ni impuestos
El control y la influencia de las grandes empresas tecnológicas se extienden a esferas y funciones públicas, como la salud, la educación y la gobernanza, al tiempo que evitan la regulación como intermediarios digitales. Por ejemplo, la industria de la identificación biométrica se está beneficiando de las economías de austeridad que están reduciendo los presupuestos para la protección social, ofreciendo una selección "eficiente" a través de tecnologías de vigilancia que se traducen en una reducción de la cobertura y del gasto para los gobiernos. Existen numerosas pruebas de cómo estas herramientas de vigilancia excluyen de la cobertura a los titulares de derechos, con un impacto más grave en las mujeres, las personas trans, las personas migrantes, personas con discapacidad y personas que realizan trabajo manual.
Hay ejemplos similares del uso de algoritmos y tecnologías de vigilancia para mediar en el acceso a servicios públicos como la salud pública, los espacios públicos e incluso los procesos judiciales y la planificación urbana. Los algoritmos, al basarse en conjuntos de datos existentes, codifican por diseño sesgos heteropatriarcales, raciales y de casta. El uso de algoritmos racistas y defectuosos para facilitar las condenas penales o predecir la delincuencia es peligroso y amenaza los derechos de las comunidades que ya han sido criminalizadas. La pandemia del virus Covid-19 brindó a las grandes empresas tecnológicas otra oportunidad de introducirse en la gobernanza y la salud pública, ya que los gobiernos recurrieron en exceso a las soluciones de tipo tecnológicas en su respuesta a la pandemia, desde el rastreo de contactos hasta los pasaportes de vacunación. Además, la pandemia también ha acelerado el alcance de los servicios financieros digitales (o "fintech"), con la expansión de las grandes tecnologías a los servicios financieros básicos de préstamo y endeudamiento. Las preocupaciones en torno a los préstamos no regulados incluyen la discriminación de precios y el sesgo en los préstamos a través de algoritmos, la recopilación de datos financieros sin protección, y la cacería de clientes empobrecides que buscan un acceso más fácil al crédito con altas tasas de interés y desencadenando trampas de deuda. Estas incursiones en las funciones públicas se suman al poder de las grandes tecnológicas sobre el discurso público y la política mediante el control de la palabra, que en algunos casos tiene una correlación directa con el aumento del fundamentalismo y el autoritarismo.
Resulta clave señalar que incluso cuando las empresas tecnológicas se asocian con funciones públicas, financieras y políticas o las sustituyen, también tratan activamente de evitar las medidas reguladoras y los impuestos ubicándose estratégicamente en jurisdicciones con bajos tipos impositivos. Los grupos de presión de las grandes tecnológicas han estado ejerciendo una inmensa presión sobre los gobiernos para que anulen los planes de regulación, utilizando el arbitraje regulatorio para luchar contra los gobiernos en los tribunales, ideando "tecnologías furtivas" para evitar aportar pruebas, o simplemente abandonando las economías en las que los gobiernos les exigen responsabilidades.
La desigualdad en los regímenes fiscales mundiales le ha permitido a las grandes empresas tecnológicas sacar provecho de los mercados del Sur Global sin tener que pagar impuestos a los gobiernos locales, incluso cuando obtienen enormes beneficios de las personas de los mercados "emergentes". Como han demostrado los análisis feministas y los esfuerzos de incidencia política, las mujeres y otros grupos marginados son los que más tienen que perder como consecuencia de regímenes fiscales mundiales que no reconocen la legítima reivindicación de los gobiernos del Sur Global.
Visiones y prácticas económicas feministas de la tecnología
"..Esta idea de cómo deberíamos ver el mundo y, de nuevo, la tecnología se situaba -o intentaba situarse- en el centro. Poco a poco, los lenguajes y las narrativas de los gobiernos y los representantes de la industria empiezan a parecerse en estos dos ámbitos, incorporando la comprensión de las tecnologías como "herramientas" -a veces como las principales herramientas- para resolver los problemas humanos, desde la pobreza hasta la democracia y el cambio climático".
Extracto de “Big Tech goes green(washing): Feminist lenses to unveil the new tools in the master’s houses”
Las tecnologías digitales han ofrecido espacios, herramientas y medios transfronterizos para organizar movimientos feministas, compartir información crítica y crear y mantener redes. Estos espacios son indispensables y tienen el poder de crear conexiones más allá de las fronteras.
Un enfoque feminista implica el reconocimiento de que estos espacios coexisten con las realidades de la extracción de tierras, mano de obra y recursos del Sur Global por parte de la industria de la tecnología de la información, al tiempo que acumulan capital para los hombres blancos ricos del Norte Global. Este marco rechaza la centralidad de las herramientas digitales ofrecidas por las “Big Tech” para empoderar a las mujeres y las comunidades marginadas, centrándose en cambio en el poder transformador de los movimientos para apropiarse de las tecnologías. Las feministas, les trabajadores y los movimientos aliados tienen una larga historia de lucha contra el poder corporativo a través de la acción organizada, desde las fábricas hasta las redes sociales y las calles, para exigir la rendición de cuentas a las grandes tecnológicas y construir alternativas tecnológicas feministas. Varios sindicatos también han pedido un acceso equitativo a la tecnología y el fortalecimiento de la gobernanza pública de los datos y los sistemas algorítmicos, incluso a través de la participación democrática de los sindicatos en el camino hacia la CSW67.
Defendiendo visiones feministas radicales de la tecnología, los Principios Feministas de Internet llaman a "cuestionar la lógica capitalista que conduce a la tecnología hacia una mayor privatización, beneficio y control corporativo. Trabajamos para crear formas alternativas de poder económico basadas en principios de cooperación, solidaridad, bienes comunes, sostenibilidad medioambiental y apertura". Las visiones económicas alternativas han cobrado vida a través de tecnologías ascendentes de propiedad comunitaria que ponen en práctica los principios feministas, como las cooperativas de plataformas propiedad de les trabajadores, los enfoques feministas de la creación de algoritmos para la moderación de contenidos y las redes comunitarias que aumentan el acceso digital de las mujeres. Estas alternativas muestran modelos de propiedad, desarrollo e innovación que no dependen de las grandes tecnológicas y crean espacios en internet que desafían los modelos de negocio capitalistas y extractivistas
Las narrativas en torno a la innovación digital defendidas por las empresas, los responsables políticos y la ONU tienden a situar la tecnología como solución clave para resolver los problemas socioeconómicos, sin reconocer que la gran tecnología contribuye activamente a las crisis actuales del capitalismo, la desigualdad, el clima y el autoritarismo. Sin un enfoque feminista, la "revolución digital" está alimentando la desigualdad de ingresos y explotando el trabajo de las mujeres al tiempo que erosiona las protecciones laborales. Los movimientos feministas y aliados están a la vanguardia de la defensa de nuestros derechos y recursos, y necesitan seguir desafiando el poder de las grandes tecnológicas al tiempo que se apropian de las tecnologías para realizar visiones feministas de la justicia económica.
Con aportes editoriales de Sanyu Awori, Marta Music, Ana Ines Abelenda, Gopika Bashi y Eunice Borges.