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Visionarias, desafiantes y resilientes: Las mujeres disidentes de Bahréin

Bahréin, uno de los estados del Golfo Pérsico, es conocido por su extravagancia. El reino que se vanagloria de sus inversiones multimillonarias en turismo, deportes y bancos también exhibe sus carreras de Gran Prix o sus visitantes famosas como Kim Kardashián.


Solo por estos detalles, para muchas personas que asocian al Medio Oriente con fracasos, inestabilidades y conflictos, el reino de Bahréin les parece un milagro.

Sin embargo, un tema que ya no ocupa los titulares internacionales es la presencia de un movimiento social resiliente, desafiante y de formas creativas de desobediencia civil que cuestionan la legitimidad del reino y le exigen rendición de cuentas por sus violaciones a los derechos humanos. Durante décadas, pero sobre todo desde el levantamiento ocurrido en 2011, en Bahréin ha habido reclamos por la democracia y los derechos fundamentales que llevaron a que miles de personas fueran encarceladas y torturadas, en algunos casos hasta la muerte. Sigue habiendo muchas personas presas simplemente por defender la democracia y los derechos fundamentales — dos cosas que las democracias occidentales apoyan profusamente en teoría pero no tanto en la práctica, sobre todo más allá de sus fronteras. Los Estados Unidos, el Reino Unido y muchos estados de la UE son los principales responsables de que Bahréin obtenga armas y haga negocios.

Pero las llamadas ‘democracias occidentales’ no son las únicas que apoyan a Bahréin. En junio de 2016, ONU Mujeres aceptó dinero de la familia real de Bahréin para crear el Premio Global Su Alteza Real Princesa Sabeeka Bint Ibrahim Al Khalifa al empoderamiento de las mujeres pese a que el reino continúa atacando de manera sistemática a las defensoras de derechos humanos que están en primera línea librando una lucha comprometida con los derechos fundamentales y la justicia.

Como ocurre con algunxs profesionales del mundo de las organizaciones sin fines de lucro, tengo el privilegio de viajar por el mundo y hablar de las personas con las que trabajo en Bahréin que son una gran inspiración para mí. La mayoría de ellas son mujeres que cambian el curso de las mareas y de las olas con su activismo comprometido. Cada vez que planteo este tema, detecto una cierta sospecha en los ojos de las personas que no conocen la región y se preguntan cómo puede ser posible que quienes estén a la vanguardia de una revolución contra algunos de los regímenes más ilegítimos del mundo sean mujeres del Golfo Pérsico. Cuestionar el orientalismo y el colonialismo profundamente enraizados por los que se percibe a las mujeres del Golfo y del Medio Oriente en general ocupando posiciones subordinadas y reprimidas así como denunciar las muchas formas sistemáticas en que a ellas se les impide desarrollar su legítimo activismo por los derechos humanos ya constituyen ejercicios rutinarios para mí, así que permítanme darles algunos ejemplos.

Una de las defensoras de derechos humanos, escritora y bloguera de Bahréin más inspiradora es Ghada Jamsheer, que continúa presa desde que fuera arrestada el 15 de agosto de 2016 en el aeropuerto de Manama, en Bharéin. Ghada preside el Women’s Petititon Committee [Comité Peticionante de Mujeres, WPC en inglés] y ha sido condenada por sus tuits acerca de acusaciones de corrupción contra el Hospital Rey Hamad, que es dirigido por un integrante de la familia real. Al día de hoy, continúa en el Centro de Detención para Mujeres de Isa Town, célebre por sus malas condiciones sanitarias y por los maltratos a sus prisioneras. Doscientas personas ya firmaron una petición para que Ghada sea dejada en libertad. Ella, que es madre soltera y tiene problemas de salud, también es una activista indómita y decidida por las libertades fundamentales en su país y será juzgada por un tribunal de apelación el próximo 7 de noviembre.

Cuando se hacen oír, las personas que defienden los derechos humanos en Bahréin se enfrentan a la posibilidad de ser encarceladas o de tener que partir al exilio. En estos últimos meses el control que ejerce la monarquía sobre su labor se ha tornado más estricto. Las prohibiciones de salir al exterior se usan en repetidas ocasiones como táctica para desestabilizar y desmoralizar a lxs activistas de derechos humanos en Bahréin y lo que les hace sentir claustrofobia en su propio hogar. Desde junio, a por lo menos dos docenas de defensorxs de derechos humanos e integrantes de la sociedad civil organizada del reino les han prohibido viajar al exterior. Nedal Al-Salman, que está a cargo de las relaciones internacionales en el Bahrain Center for Human Rights [Centro por los Derechos Humanos en Bahréin, BCHR], es una reconocida activista que apoya a mujeres y niñxs en la defensa de sus derechos. A ella no le permiten salir de Bahréin desde el 29 de agosto de 2016. Esta prohibición le impidió participar en la 33º sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en la que iba a pedir que la comunidad internacional actuara para lograr la liberación inmediata e incondicional de todas las personas que defienden los derechos humanos en Bahréin además de denunciar violaciones a estos mismos derechos.

Resulta claro que las prohibiciones de salir del país forman parte de una tendencia contra las defensoras de los derechos humanos. El 27 de agosto de 2016 las autoridades de Bahréin le prohibieron a la defensora de derechos humanos Ebtisam Al-Saaegh, encargada de relaciones institucionales de la organización Salam for Democracy and Human Rights [Saludamos a la democracia y los derechos humanos] ingresar a Arabia Saudita por la autopista que cruza Bahréin. El 22 de agosto de 2016, el BCHR informó que a Enas Oun, la directora de su equipo de Monitoreo y Documentación, le habían impedido tomar un vuelo para asistir a un taller sobre derechos humanos en Túnez. También el 29 de junio de 2016 las autoridades aeroportuarias le impidieron viajar a la periodista y sobreviviente de torturas Nazeeha Saeed que el 17 de julio fue conminada a presentarse ante la Fiscalía. Allí la Autoridad de Asuntos Informativos (IAA en inglés) de Bahréin la acusó de «ejercer el periodismo sin autorización». El 13 de junio de 2016 a la vicepresidenta de la disuelta Sociedad de Docentes de Bahréin, Jalila Al-Salman, le prohibieron viajar a Oslo donde debía recibir el Premio Arthur Svensson 2015 en reconocimiento a su activismo sindical y por su compromiso con los derechos humanos. En 2011, Jalila estuvo detenida por su activismo y habría sido torturada durante su detención.

Antes de que se produjera esta escalada de prohibiciones de salir del país, el 6 de junio de 2016 Zainab Al-Khawaja arribó a Dinamarca con sus dos hijxs luego de haber sido obligada a salir de Bahréin y amenazada con imponerle una prisión prolongada. Zainab salió de la cárcel el 31 de mayo de 2016 después de haber estado presa junto a su pequeño hijo Abdulhadi en el mismo espacio que otras presas con hepatitis C. El gobierno intentó desmoralizarla como madre, al exponer a su hijo a un riesgo concreto para su salud. La hermana de Zainab, Maryam Al-Khawaja, co-directora del Gulf Centre for Human Rights [Centro para los Derechos Humanos en el Golfo Pérsico, GCHR en inglés] ya está exiliada en Dinamarca y si vuelve a Bahréin deberá cumplir un año de prisión y enfrentar cuatro procesos judiciales pendientes.

Sobre los ataques del gobierno de Bahréin contra las mujeres disidentes, Maryam Al-Khawaja opinó lo siguiente: «Al régimen bahreiní le encanta promocionarse como progresista, sobre todo en cuanto a las temáticas de las mujeres, porque eso le da legitimidad internacional. Pero el único ámbito en el que no discrimina por género es cuando se trata de atacar a quienes defienden derechos. El régimen utiliza herramientas convencionales y no convencionales para seguir atacando a las defensoras y en buena medida lo hace porque si les permitiera hablar ellas cuestionarían la imagen que se le trata de vender al mundo».

Maryam tiene razón. En junio pasado, el Ministro de Relaciones Exteriores de Bahréin desafió abiertamente la autoridad del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos al decir »No vamos a perder el tiempo escuchando las palabras de un Alto Comisionado que no tiene poder alguno«. Cuando todas las evidencias indican lo contrario, es difícil entender cómo alguien podría creerle a ese mismo ministro que en septiembre pasado afirmó ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU que las mujeres de Bahréin habían alcanzado grandes logros. Señaló que ahora ocupaban cargos en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW) y en el Comité Ejecutivo de ONU Mujeres, lo que influye muy poco para mejorar las vidas de las defensoras de derechos humanos en el país.

Los intentos de Bahréin por intimidar a las mujeres no son algo nuevo. Durante la revuelta popular de 2011, las mujeres estuvieron en primera línea del activismo virtual a través de blogs, Twitter y otras redes sociales. No solo denunciaron las violaciones a los derechos humanos que se cometían todos los días en las calles sino que también convocaron a la solidaridad internacional para reivindicar sus derechos y libertades. Su periodismo ciudadano por internet contribuyó a que la atención del mundo se centrara en las protestas por la democracia allí donde los medios formales no cumplían con su cometido. El reino intentó silenciar a estas mujeres resilientes con arrestos, detenciones y cárcel sin que mediara juicio justo alguno. Una vez en la cárcel, las autoridades torturaron a quienes defendían los derechos humanos y las mujeres fueron sometidas a violencia sexual, además de quitarles sus hijab (velos) por la fuerza. El BCHR documentó más de 300 casos de mujeres arrestadas desde 2011, entre ellas defensoras de derechos humanos, médicas, docentes, poetas y estudiantes, muchas de las cuales fueron sometidas a tratos inhumanos en prisión.

Por eso es necesario preguntar: si no tomamos partido por quienes defienden los derechos humanos en Bahréin y en el Golfo Pérsico en general, ¿cómo nos imaginamos que será la próxima década en Medio Oriente? Las mujeres que resisten y disienten en Bahréin están defendiendo la justicia y los derechos en su país y en la región en general, al costo de su seguridad y su bienestar. Lo que resulta preocupante es que la comunidad internacional en la mayoría de los casos las ignora. Digámoslo con todas las letras: no puede haber paz ni estabilidad para la región en el largo plazo si no se le brinda un apoyo directo y estratégico a sus ciudadanxs con mayor grado de conciencia social. Estas mujeres comprometidas y las comunidades de las que forman parte constituyen la columna vertebral de la esperanza en el Golfo Pérsico y en MONA en general.

 

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Análisis