Lecciones del Primer Encuentro Internacional de Mujeres Zapatistas
Las mujeres zapatistas demuestran que otro mundo es posible en el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan.
«Queremos llegar a ser mayores de edad y poder decir que tenemos muchos años y que cada año quiere decir un año de lucha. Pero para eso tenemos que estar vivas. Por eso este encuentro es por la vida. Y nadie nos va a regalar eso, hermanas y compañeras. Ni el dios, ni el hombre, ni el partido político, ni un salvador, ni un líder, ni una líder, ni una jefa. Tenemos que luchar por la vida. Así nos tocó a nosotras, y a ustedes hermanas y compañeras, y a todas las mujeres que luchan».
Fragmento tomado de las palabras pronunciadas en nombre de las mujeres zapatistas en la apertura del Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan.
En 1992, llegaba a su fin una guerra civil de doce años en El Salvador, donde vive mi familia. Yo tenía dos años.
Mi niñez estuvo marcada por el legado de esa guerra; para un pueblo indígena como el nuestro, una continuación de 500 años de resistencia a la invasión y la expropiación de nuestra tierra. En 2004, yo fui una de lxs miles de salvadoreñxs que llenamos las calles para protestar contra el CAFTA –el Tratado de Libre Comercio entre la República Dominicana, Centroamérica y los Estados Unidos– y el continuo imperialismo económico de los Estados Unidos, un actor fundamental de la anterior guerra civil. La primera vez que escuché hablar de lxs zapatistas y su declaración de autonomía de México fue en las calles de El Salvador, a diez años de cuando tomaron siete municipalidades de la ciudad de Chiapas, México.
Por medio de su Ley Revolucionaria de Mujeres, sus estructuras de gobierno autónomo como los «caracoles» (comunidades de movimiento lento intencional, inspiradas por el caracol de su herencia maya), las Juntas de Buen Gobierno (consejos representativos con integrantes con mandatos rotatorios) y los mecanismos innovadores de justicia restaurativa, conocí ese otro mundo que estan construyendo. Un mundo en donde el pueblo manda y el gobierno obedece, donde quienes resultan electxs proponen y no imponen, un mundo en el que caben muchos mundos. De modo que cuando las mujeres zapatistas hicieron una convocatoria invitando a las mujeres del mundo a reunirse en las montañas chiapanecas el 29 de diciembre de 2017; supe que esta era la oportunidad que había estado esperando.
«Si eres una mujer que lucha, que no está de acuerdo con lo que nos hacen como mujeres que somos, si no tienes miedo, si tienes miedo pero lo controlas, pues entonces te invitamos a encontrarnos, a hablarnos y a escucharnos como mujeres que somos». - Convocatoria al Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan en el Caracol Zapatista de la zona Tzotz Choj
Sin tener idea de cómo llegaría al Caracol de Morelia, me subí a un autobús por 21 horas, crucé dos fronteras y finalmente llegué a San Cristóbal de Las Casas a las cinco de la mañana.
Al día siguiente, me encontré con otras doce mujeres que habían viajado desde distintas partes de México, Sudamérica y España para hacer este mismo viaje. No sabía mucho de ellas excepto que todas eran mujeres comprometidas con las luchas de distintos movimientos. Ninguna de nosotras sabía a ciencia cierta hacia dónde íbamos: no había un sitio web oficial ni una dirección; lo único que teníamos de referencia era un formulario de Google que habíamos completado algunas semanas atrás. Unas 6000 mujeres hicimos este mismo viaje, confiando en lo que desconociamos. Llegamos desde distintos mundos, modos y tiempos para encontrarnos y compartir nuestras luchas, nuestras penas, para conocernos las unas a las otras. En medio de la selva chiapaneca construimos un mundo en el que caben muchos mundos.
El primer día del encuentro fue el 8 de marzo. Alrededor de 2000 zapatistas llegaron de los cinco caracoles para conocernos, mirarnos y escuchar nuestros sueños y luchas.
Cada una de ellas tenía la misión de compartir lo que había visto y escuchado con aquellas que no pudieron asistir a este primer encuentro. Nos explicaron que de haber sido posible, hubiesen sido muchas más. El día comenzó con la serenata de cinco mujeres zapatistas que desde el escenario nos invitaban a levantarnos. Una a una nos fuimos sumando, bailando al son de sus corridos que nos recordaban que este 8 de marzo estábamos en territorio zapatista celebrando con miles de mujeres.
A lo largo del día, las mujeres zapatistas tomaron la palabra. Se presentaron y nos explicaron la figura de la «insurgenta Erika», una forma de referirse a sí mismas al hablar desde lo colectivo. Representantes de los cinco caracoles subieron al escenario, dándonos la bienvenida a este encuentro de mujeres que luchan. Nuestro compromiso compartido: vivir, entendiendo que vivir es luchar, por nosotras y por todas las que no pudieron estar allí.
Los dias siguientes tuvimos más de 200 talleres con intervenciones artísticas, paneles sobre los derechos de la tierra, aborto, soberanía indígena, cultura ancestral, solidaridad, autocuidado, sanación, anarquía y muchos temas más. Todos los talleres fueron autogestionados y liderados por las participantes. Paralelo a esto, hubieron torneos de fútbol, baloncesto y vóley. Las mujeres de todos los caracoles jugaron codo a codo con las visitantes. Con sus trajes y pasamontañas las mujeres zapatistas me recordaron de mi adolescencia. Yo también me tomé la cancha sin temor ni disculpas, reclamando un espacio más para mi cuerpo.
Las mujeres indígenas del norte y del sur de las Américas llegaron al encuentro para conocer a nuestras hermanas zapatistas, presentarles regalos, agradecerles y honrar la resiliencia de cada una.
Moira Millán (cuarta desde la izquierda) viajó desde Pillán Mahuiza, una comunidad asentada en territorio mapuche recuperado en lo que hoy es Argentina. Mientras relataba los constantes ataques que su pueblo y su territorio enfrentan a diario, las mujeres de todo México, Mesoamérica y la Turtle Island (nombre originario de lo que hoy es Canadá) se pusieron de pie para compartir sus propias historias y tácticas de resistencia. Actualmente, Moira está siendo enjuiciada por proteger el territorio de su comunidad. A través de las fronteras la resistencia de las mujeres indígenas es de muchas maneras la misma. Las luchas por la soberanía, la autonomía y descolonización han sido constantes.
Durante el día nos moviamos por el caracol, de un taller a otro o en busca de un lugar donde sentarnos y continuar una conversación.
Al terminar el día nos reuníamos para bailar, cantar y reclamar colectivamente nuestros cuerpos y la alegría. Las canciones que cantaban las zapatistas nos hablaban de sus historias, sus tierras y del sistema patriarcal, colonial y capitalista que ya no gobierna en sus territorios. Al unísono las vitoreamos a ellas y a ese otro mundo que han forjado. Por un momento nos encontramos en este mundo que nos demostraba que lo ‘imposible’ es posible, que en la lucha hay alegría, y que esa alegría que nos sostiene es revolucionaria.
Con un corazon lleno regresé a casa, afirmada que nuestras luchas son colectivas, que no estamos solas, y que las formas en que este mundo colonial, capitalista y patriarcal en el que vivimos va a caer son muchas. Cada unx de nosotrxs hace falta en la lucha.
En la pancarta abajo, podemos leer uno de los mensajes de la clausura del encuentro:
Daniela es una joven queer salvadoreña migrante y feminista con raíces nonualcas que reside en El Salvador y Toronto. Daniela trabaja en el programa de Promoción de los derechos universales y la justicia de AWID.