Con el objetivo de conmemorar el Día Mundial de los Refugiados, celebrado cada año el 20 de junio, AWID se entrevistó con Yasmine Flitti, Directora de Administración y Finanzas del Comede (Comité para la Salud de los exiliados)[1], y Hélène Rama Niang Diagne, Fundadora y Presidenta de la asociación FECSDA (Mujeres Educación Cultura Salud y Desarrollo en África)[2], para conocer más sobre las apuestas y desafíos relacionados con la migración en la región mediterránea desde una perspectiva feminista.
Las personas que solicitan asilo y las personas refugiadas se encuentran protegidas internacionalmente por la Convención de Ginebra de 1951, y los Estados signatarios de dicha convención se comprometen a ofrecer protección a las personas que huyen de las persecuciones y la violencia.
Se establece una distinción entre las personas refugiadas y las personas migrantes[3] en cuanto a las causas que motivan el abandono del país. «De manera muy esquemática, una persona refugiada se ve obligada huir para preservar su vida, su seguridad y a veces a sus familiares, mientras que una persona migrante elige partir para tener un mejor futuro. Hasta hace muy poco esta diferencia estaba bastante clara en la mente de las personas. Sin embargo de manera progresiva, con la difusión del mito del «falso refugiado/solicitante de asilo» acusado de evitar el procedimiento de asilo para obtener el permiso de residencia, la mirada se dirige hacia las personas refugiadas actuales y en un clima de desconfianza, las personas que solicitan asilo deben probar la verdad de su relato” precisa Yasmine Flitti. Puesto que las condiciones económicas y políticas son difícilmente separables y que los relatos sociales sobre las motivaciones asociadas a la migración se construyen a lo largo del tiempo, la categorización de las personas migrantes se realiza por lo tanto de manera arbitraria. Yasmine Flitti agrega que «es difícil decir porqué mujeres, hombres y niños dejan sus hogares: guerra, opresión política, social y familiar, miseria, problemas personales, desesperanza. Ya sea elegido o impuesto, el exilio nunca es una decisión simple. La misma implica gran cantidad de renuncias y sacrificios.»
En estos dos últimos años se ha observado un crecimiento alarmante del número de personas migrantes muertas o desaparecidas en el mar Mediterráneo – 3500 en 2014 y 1776 para los cuatro primeros meses del año 2015, lo que da un promedio de una persona muerta cada dos horas. El número registrado de personas muertas o desaparecidas entre enero y abril del 2015 es de este modo treinta veces más que el número indicado para el mismo período del 2014.
Las políticas que provocan la crisis actual
En 2014, el número de personas muertas o desaparecidas en el Mediterráneo ya constituía más del 75% del número total de personas migrantes muertas o desaparecidas en el mundo entero. Tal como lo señala Yasmine Flitti, «la situación es extremadamente inquietante desde hace muchos años, por el contrario, lo que hoy resulta muy inquietante es el pseudo entusiasmo mediático-político europeo, incapaz de proponer otras soluciones más que la seguridad extrema frente a la muerte de cientos de personas. Europa experimenta día a día el patente fracaso de su política migratoria al servicio del cierre de fronteras, especialmente por medio de acuerdos con los países del Sur acusados de impedir la llegada de hombres y mujeres que se embarcan en la costa sur del Mediterráneo. Europa continúa gastando cifras colosales en equipamientos militares ultra modernos con el objetivo de impedir que la gente llegue a sus costas, cuando lo que hace falta son soluciones humanas y políticas durables.»
Los Estados europeos han jugado un rol central en esta crisis, «al organizar campañas mediáticas que constantemente anuncian las olas de arribos masivos sin precedente, y alimentando el sentimiento de inseguridad de su población con el fin de justificar su política asesina, los Estados no proponen ninguna solución política, económica y humanamente viable.» En tanto la trata de personas desde África hacia Europa constituye un problema, «al lanzar operaciones militares contra los pasadores de fronteras[4], los Estados europeos nos proponen un análisis que omite reconocer el cierre de los canales legales de entrada a Europa[5] y crean zonas de no-derechos favorables a la llegada de redes mafiosas, que desde luego deben ser combatidas con la fuerza», explica Yasmine Flitti. Al impedir el flujo de población entre las costas del Mediterráneo, esas políticas se oponen por lo tanto al artículo 13 de la Declaración universal de los Derechos Humanos que estipula el derecho a la movilidad para todas/os. Hélène Rama Niang Diagne subraya que «ese proceso que apunta a construir una “fortaleza Europa” por todos los medios, lleva a las personas candidatas a migrar a realizar actos suicidas para cumplir su sueño de realización y desarrollo en los países del Norte, especialmente en Europa.»
Yasmine Flitti destaca que la situación de crisis humanitaria actual se explica también por la situación política de los países de la costa sur del Mediterráneo, creada principalmente, entre otras causas, por la inestabilidad política en el Líbano y la posible confluencia de fundamentalistas religiosos en el Sahel, especialmente en Mali, Argelia, Túnez y Libia, que favorecen el establecimiento de una vasta zona de no-derechos y de libre intercambio de armas para la guerra. «En ese ambiente de violencia las personas migrantes intentan abrirse camino arriesgando su propia vida a lo largo del periplo que los lleva a Europa.» Hélène Rama Niang Diagne precisa que «las causas forman parte de la exacerbación de la crisis sistémica del capitalismo, fuertemente marcada por las crisis sectoriales, tales como la crisis energética, alimentaria, climática, social, financiera, identitaria y cultural. Esta crisis abre la puerta a todas las formas de integrismo y turbulencias, ampliando de ese modo las causas de la inestabilidad, sobre todo en los países más vulnerables, como los países africanos. Esto arruina así todos los esfuerzos hacia el desarrollo y crea las condiciones que permiten a las fuerzas predatorias acaparar los recursos naturales y las riquezas de los países del Sur.»
Hacer visibles los desafíos de las personas migrantes
Si bien los medios parecen haber acordado una cobertura más importante de la crisis actual, la cobertura mediática sigue siendo mayormente masculina. «Las mujeres brillan por su ausencia; ellas aparecen detrás en una imagen de embarcación precaria con o sin niños, pero parecen mucho menos numerosas que los hombres. Aunque se sepa que en los flujos migratorios hacia Europa predominan ampliamente las mujeres, disponemos de poca información sobre el tema preciso de la travesía del Mediterráneo por parte de las mujeres. Esto es, desde mi punto de vista, revelador de la poca atención que se presta a la situación de las mujeres migrantes en particular» analiza Yasmine Flitti.
Dado el hecho de su pertenencia de género y raza, las migrantes afrontan entonces numerosos desafíos. «Inestabilidad de residencia, discriminaciones, descenso social, xenofobia, las dificultades son numerosas para aquellas que poseen papeles y muchas más para las que no los tienen. Habiendo huido de las violencias patriarcales (familiares, conyugales, tradicionales), al intentar unirse a un país en el cual puedan vivir sin temor a su orientación sexual, las mujeres exiliadas enfrentan gran cantidad de discriminaciones a lo largo de su «recorrido de integración».
Y una vez que la precariedad del proceso administrativo y los obstáculos asociados a la obtención del derecho de asilo o del derecho de residencia finalizan, la inserción profesional de esas mujeres se realiza de manera masiva a través de los servicios personales (cuidado de niños, enfermos, acompañante de personas mayores, personal de mantenimiento y limpieza), y el nivel de estudios poco tiene que ver con el empleo logrado puesto que los diplomas obtenidos en el país de origen no son más que raramente reconocidos.» Hélène Rama Niang Diagne agrega que las migrantes son víctimas de «todos los desafíos relacionados a su estatus, condición de vida, roles y responsabilidades como mujeres», entre los cuales especialmente están la marginalización, las violencias y agresiones hacia las niñas y mujeres, y el menoscabo de sus derechos físicos y morales.
Yasmine Flitti recuerda que en Francia el crecimiento de las ideas de extrema derecha en un contexto de crisis económica y aumento del desempleo, refuerza la perpetración de estigmas relacionados con las personas extranjeras por su aspecto, pero más particularmente con las mujeres, instrumentalizando completamente de este modo la cuestión migratoria a los fines políticos. Además, la concentración del debate social en torno a cuestión de la laicidad, arraigada ya desde hace muchos años, pero acentuada en el contexto que siguió a los atentados de enero del 2015[6], habría tomado como un rehén a la causa de las mujeres exiliadas. «En nombre de la lucha contra el velo, que de hecho no es más que la parte visible del iceberg, las mujeres que lo usan son excluidas y la comunidad entera es estigmatizada. Se trata por lo tanto de un debate complicado que hay que inscribir en un abordaje más amplio de las discriminaciones que articulan el género y la «raza» relacionadas con las mujeres.»
A raíz de los abusos de los derechos de las migrantes, asociaciones feministas y asociaciones de solidaridad con las personas migrantes crearon espacios comunes que toman en cuenta la triple violencia de género, raza y estatus de migrante ejercida contra las mujeres migrantes. El Colectivo Acción y Derechos de Mujeres Exiliadas y Migrantes (ADFM por su sigla en francés) analiza las legislaciones y prácticas del Estado francés en términos de asilo y derecho de residencia desde un punto de vista feminista. Otras asociaciones desarrollan programas de apoyo directo, de acceso a los derechos y de lucha contra las discriminaciones para y con las mujeres migrantes. Yasmine Flitti recuerda que el objetivo consiste en actuar con las mujeres migrantes para legitimar su lugar en el seno de la sociedad, reconocer sus voces, sus aportes y saberes, por medio de un abordaje emancipador, solidario y respetuoso. El trabajo asociativo se vuelve sin embargo difícil a causa de las políticas de expulsión que justifican la violencia policial hacia las personas migrantes, incluso contra las/los activistas que las acompañan, y del escaso acceso a canales de información y sensibilización. A pesar de esto, recientemente numerosas acciones populares de movilización se han llevado a cabo en Francia así como en otros países europeos (entre otros Italia, Grecia y Bélgica) y de África para alertar sobre las condiciones de vida, y muerte, de las personas migrantes. Hélène Rama Niang Diagne concluye que «sólo la movilización popular no sería suficiente. Serían necesarios movimientos organizados en todos los niveles para obligar a las personas que deciden entrar en acción.»