Me enterré de cabeza en el trabajo.
No soportaba seguir las noticias de la ceremonia de toma de posesión que se desarrollaba a una hora de distancia de mi hogar. Vivo en una comunidad rural, en el sur de Maryland. Casas y casas rodantes aparecen dispersas entre las granjas familiares donde cultivan maíz y soja.
En el período previo a las elecciones, se veían pocos carteles en los jardines de mis vecinxs: dos de Cruz, uno por Trump y otro por Sanders. Luego apareció uno, no muy lejos del lugar donde yo votaría, la semana antes de las elecciones: una gigantografía de Sasquatch que decía «mucho más creíble que ella» (still more believable than her, la H tenía el mismo diseño del logo de la campaña de Hillary Clinton). Incluso cuando se estaba acercando el cierre de la votación, por la noche, yo no creía que Trump pudiera ser elegido para ocupar la más alta oficina en el país.
Hasta que eso ocurrió.
«Estamos aquí, y eso es lo que importa»
El sábado 21 de enero, marché con mi madre de 71 años (quien por primera vez participaba de una marcha), mi compañero, y mi hijo de 2 años, junto a más de 500.000 personas en Washington DC.
Marché porque creo que el régimen de Trump tendrá impactos catastróficos en la vida de las personas y los derechos humanos en EEUU y en el mundo. Marché porque los sistemas democráticos están en crisis y los partidos políticos en EEUU no han podido responder a las preocupaciones más urgentes de las personas.
Marché porque no puedo resistir y luchar en los próximos 4 años sin recibir la energía de una colectivo mayor, un grupo humano glorioso que ahora portaba distintos carteles pero que estaba unido por nuestro deseo de un mundo donde podamos vivir y amar libremente, con dignidad y respetando nuestros derechos humanos.
Llegamos a la ciudad el día de la marcha y vimos un mar de personas caminando por las calles, sus cabezas asomando con las gorras rosas con orejas de gatx, con carteles bien en alto. Seguimos la masa de gente, intentando encontrar a personas amigas en el punto que habiamos acordado previamente. Nos dimos cuenta que eso sería imposible, la multitud era muy compacta.
Estábamos junto a una familia grande, que incluía a una persona en silla de ruedas.
Cuando mi madre comenta su frustración por no poder escuchar a las personas que hablaban en el escenario (a pesar de estar próximas a él, lo único que se escuchaba era el clamor de la muchedumbre), una de las personas a nuestro lado le respondió «pero estamos aquí, y eso es lo que importa».
Compartimos nuestra indignación y nuestras esperanzas
Esperamos unas horas a que la marcha comenzara compartiendo charlas breves. Lucy (no es su nombre real) nos dijo que ella vivía con una condición genética que hace que tenga huesos frágiles; su médico le había aconsejado no asistir a la marcha ya que incluso ligeros empujones podrían causarle lesiones graves.
Claramente eso no la detuvo, y su familia formó un circulo alrededor de ella que le permitió marchar junto la multitud. Su determinación es un buen símbolo de mi experiencia ese día.
Parada junto a mis afectos, en medio de la masa de personas durante horas, confirmé la importancia que tiene el verse unxs a lxs otrxs, de apoyarse unxs a otrxs.
Compartimos la indignación y las esperanzas, reímos al ver la creatividad de los carteles y los atuendos. Es más, estábamos ahí paradxs juntxs con la determinación de que los próximos 4 años, no serán sobre la agenda de Trump, sino un tiempo para la construcción colectiva de posibilidades.
Ese día me sorprendió la diversidad y la intereseccionalidad que se reflejaban en los carteles, los discursos y en la misma multitud: los derechos de las mujeres son derechos humanos, la Vida de las Personas Negras Importa, nadie es ilegal, fin a la islamofobia ,derechos LGBTQI, los derechos de las personas con capacidades diferentes, la justicia climática. Entre los espacios que a veces dejaba multitud podía ver carteles de los sindicatos, grupos de derechos humanos, organizaciones de derechos sexuales y reproductivos, y algunos paraguas rojos que llevaban las trabajadoras sexuales.
Lo que me traje de la marcha se parece mucho al espíritu del 13º Foro Internacional de AWID: nuestras luchas están conectadas y las acciones y solidaridad entre movimientos son fundamentales para hacer frente a la creciente oposición y a las amenazas a la justicia y los derechos. Esa mezcla de urgencia y de optimismo que me llevé del Foro, era la misma que sentía al regresar a casa tras la marcha.
Construyendo alianzas, fortaleciendo solidaridades
La avalancha de decretos ejecutivos firmados por Trump en la última semana muestran claramente el intento de «avanzar» con las promesas xenófobas, racistas, misóginas y francamente desquiciadas que hizo durante su reciente campaña.
Obviamente, la marcha masiva en las calles es solo un paso en lo que tendrá que ser parte de nuestras acciones diarias para denunciar, enfrentar y construir un movimiento más fuerte para desafiar esas políticas y visiones opresivas. Existe la campaña It Takes Roots to Grow the Resistance («Desde las raíces crece la resistencia»), liderada por alianzas de grupos de base por un “mundo Feminista, por la liberación y la justicia para todxs”.
La noche de la marcha, sintonicé la National Women’s Town Hall, organizado por un comité diverso y amplio constituido a partir de la Iniciativa «Our 100», en el que se reunieron los compromisos de apoyar el liderazgo de las mujeres de color en acciones que ya están en curso mirando hacia el camino por delante Distintas personas discutieron sobre las varias amenazas que enfrentarán las mujeres bajo esta nueva administración, las estrategias que deberán priorizar y la urgencia de construir una «red de conexiones entre nuestros movimientos para poder hablar sobre los temas que nos preocupan». La atención se centró en la intereseccionalidad y en las oportunidades de acciones conjuntas para apoyar la organización de las mujeres en el país, en defensa de sus derechos humanos.
La importancia de crear conexiones y el fortalecer la solidaridad entre movimientos son temas centrales que activistas y líderes de movimientos por la justicia social compartieron con AWID como elementos clave para fortalecer el impacto del trabajo que realizan. En una serie de arte digital que ilustra por qué los Movimientos Importan, once artivistas representan visualmente, con mandalas, multiplicidades e interconexión, lo fuerte que somos cuando nos reunimos.
Sabemos que las prácticas entre movimientos no son fáciles ni directas
En estas acciones, como hemos visto en los diversos análisis y planteamientos en torno a la Marcha de las Mujeres, y como continuamos aprendiendo del proceso del Foro de AWID, no siempre lograremos la inclusión correcta, y la mera representación no es suficiente.
Tenemos que trabajar en toda la diversidad de nuestros movimientos por los derechos y la justicia. Tenemos que enfocarnos en el liderazgo de las comunidades más marginadas que han estado al frente de este trabajo por décadas; y al mismo tiempo que trabajamos para resistir las opresiones, también necesitamos enfrentar de manera radical los desafíos dentro de nuestros propios movimientos.
La Marcha de las Mujeres de Washington, y las cientos de marchas hermanas que tuvieron lugar en todo el mundo son un recordatorio de ese llamado a la acción.