Reconocer la importancia política de nuestras decisiones técnicas es algo que podemos hacer y que nos permitirá reivindicar poder y controlar nuestro activismo tanto en la esfera digital como en el mundo físico.
En el activismo feminista, resulta obvio decir que lo personal es político. Pero nuestras decisiones técnicas están sometidas a un escrutinio mucho menor aunque sus efectos tienen consecuencias igualmente trascendentales para nuestro activismo.
Muy pocxs negarán que el control y el poder son cuestiones feministas. Pero ¿qué sucede con el control digital o el poder en línea?
En el Foro de AWID realizado en septiembre, una activista me contó que su organización había decidido cerrar su sitio en internet y ahora se comunicaba solo a través de su página en Facebook. Es una decisión que tiene sentido por diversas razones: la estructura ya existente de Facebook es fácil de usar y el sector al que esa organización se propone llegar ya usa Facebook. Además, es más barato, más fácil y requiere menos mantenimiento.
Pero en el plano político esto significa que la organización le cedió el control y el poder en términos de su presencia en línea a una mega-corporación estadounidense, de cuyo funcionamiento poco se sabe, cuyo objetivo es el lucro y que no le rinde cuentas a nadie. Hace poco tiempo comenzaron a notar que ya no se sumaban tantas personas nuevas a su página como antes, lo que podría indicar que la organización es menos visible en las noticias que reciben las personas a quienes su trabajo podría interesarles. También podrían intervenir muchos otros factores: que la página ya no se les «recomiende» con la misma frecuencia a las personas que podrían sumarse a ella, o que no aparezca en un lugar tan relevante cuando se hagan búsquedas mencionando palabras clave, entre otros. Lo frustrante es que no tienen forma de averiguar cuál es la verdadera razón.
A consecuencia de esto, la organización ha tenido que dedicar una porción de su presupuesto, que ya es limitado de por sí y que debió haber sido usado para su trabajo de comunicación, a pagar Facebook Ads para así garantizar que su grupo pueda llegar a las personas que podrían estar interesadas en su trabajo pero, como ya dijéramos, sin forma alguna de saber en qué medida esta publicidad es eficaz.
Reiteramos: esto significa que una organización activista de dimensiones reducidas, que tiene dificultades en cuanto a recursos, le está transfiriendo dinero a Facebook, una empresa que reportó una ganancia de USD 3.69 mil millones el año pasado.
Más acceso ¿a qué precio?
En Bangladés, defensorxs de la salud y los derechos sexuales y reproductivos (SDSR) han tenido que tomar decisiones difíciles acerca de si participar o no en Free Basics, una plataforma que ofrece Facebook y que se promueve teniendo como noble meta «conectar a quienes no están conectados».
Free Basics se propone hacer esto asociándose con operadoras de servicios de telefonía móvil en algunos países de África, Asia y América Latina para ofrecer acceso a determinados sitios y servicios de internet sin costo extra para la persona usuaria. Esto es lo que se conoce como «tasa cero» y significa que quien use la aplicación de Free Basics podrá acceder a determinados sitios de internet sin una subscripción de datos o sin pagar más de lo que habitualmente pagarían. Así, Free Basics se convierte en el primer contacto que podrían tener millones de personas, sobre todo de zonas rurales, con la internet.
Pero aunque las aplicaciones de tasa cero como Free Basics ofrezcan acceso puntual a algunos sitios y servicios de internet, violan un principio que se denomina «neutralidad de la red» y según el cual quienes prestan servicios de internet deben permitir acceso a todos los contenidos y aplicaciones sin importar cuál sea su fuente y sin dar prioridad ni bloquear determinados sitios o aplicaciones.
Las aplicaciones de tasa cero como Free Basics solo permiten acceder gratis a una porción mínima de la internet. El contenido que muestra la aplicación lo moderan quienes están a cargo de Free Basics que así ejercen un gran control sobre lo que la gente ve o no ve, y sobre cómo la plataforma gestiona (o utiliza de otras maneras) los datos personales de sus usuarixs.
Debido a esta violación de la neutralidad de la red, activistas por los derechos digitales de muchos países y especialmente de la India, se están movilizando contra Free Basics. Aunque la plataforma ya se presentó en Bangladés sin ninguna traba regulatoria, en el país vecino (India) lxs activistas generaron un movimiento masivo para protestar contra los planes de Free Basics y que logró que la agencia regulatoria nacional prohibiera las aplicaciones de tasa cero.
A lxs defensorxs de la SDSR en Bangladés, asociarse con Free Basics y Facebook les abre la posibilidad de acceder a varios beneficios visibles y concretos. Sin ningún costo extra, la información producida por los grupos activistas podría aparecer en la aplicación de Free Basics en Bangladés, dentro de los contenidos que se les brindan gratis a quienes la utilizan. Esto incrementará el alcance de esa información y la posibilidad de educar a más mujeres que antes acerca de temas importantes de derechos sexuales y salud reproductiva. La decisión de incluir temas como estos en la oferta inicial de su aplicación habla bien de Free Basics. Si miramos solo esta parte del rompecabezas, podemos llevarnos la impresión de que esta sociedad entre la empresa y lxs activistas sería beneficiosa para los fines y recursos de ambas partes.
Pero asociarse con una plataforma como Free Basics implica entregarle el control acerca de quiénes verán los contenidos, cómo se los editará y por cuánto tiempo estarán disponibles a quienes están por detrás de Free Basics, es decir, a Facebook. Más allá del control sobre los contenidos, también implica aportarle datos a Free Basics acerca de quiénes acceden a los servicios lo que básicamente equivale a los datos personales de las personas usuarias.
Muchos de los temas que aborda el activismo por los derechos sexuales han sido siempre delicados en el contexto de Bangladés y en este momento la llave para acceder a esa clase de información está en manos de una entidad que registra sus productos tecnológicos y carece de mecanismos para la rendición de cuentas. No hay forma de exigirle que asuma responsabilidad alguna: no es un servicio público, sino privado. Si quisiera, podría clausurar contenidos, modificarlos o cambiar sus términos y condiciones en cualquier momento.
Lo que en principio parecería ser una sociedad ideal tiene muchas desventajas ocultas en el largo plazo y a nivel político. Algunos grupos que trabajan por la salud y los derechos sexuales y reproductivos han decidido asociarse con Free Basics por ahora, pero esa decisión sigue teniendo consecuencias políticas importantes.
Reconocer realidades
Desde una perspectiva práctica, es importante reconocer que muchos grupos activistas cuentan con recursos muy limitados, sobre todo los que trabajan en temas que políticamente son controvertidos o en países empobrecidos. En este momento no tienen otra opción que no sea utilizar las opciones más baratas disponibles, que en su mayoría son herramientas registradas/privadas.
Lxs defensorxs de derechos humanos con quienes hablé se ven obligadxs a tomar decisiones pragmáticas acerca de cómo utilizar la tecnología y por eso prefieren el Google Drive para colaborar con otrxs pese a que esa herramienta podría permitirle al gobierno de Estados Unidos acceder a su información. En teoría, el uso de software libre permitiría que las personas tuvieran más control sobre lo que hacen y si es un software que se audita en cuanto a la seguridad, garantizará la protección a la privacidad de quienes lo utilicen. Pero al menos por ahora, la confiabilidad y usabilidad de las alternativas de software libre para lxs activistas que trabajan en ambientes de alto riesgo resultan limitadas.
¿Cómo podemos cambiar todo esto, dadas las restricciones y realidades difíciles del activismo feminista?
La construcción de alternativas
Por suerte, algunos grupos y organizaciones se dedican a encontrar y construir opciones alternativas que reflejan las políticas feministas en línea y también fuera de ella. La Asociación para el Progreso de las Comunicaciones ha desarrollado una serie de Principios feministas para internet y ha reunido a una comunidad de personas que están trabajando para hacer realidad esos principios, comenzando por imaginarse cómo sería una internet feminista.
Engage Media [Involucrar a los medios] una organización que lucha por la justicia social y ambiental en Asia y el Pacífico, creó Plumi, una aplicación de fuente abierta para compartir videos en línea.
Por ahora, estos ejemplos son excepciones que confirman la regla. Para que cambie la regla y lxs activistas puedan tomar decisiones técnicas que reflejen con precisión sus ideologías políticas, tienen que ocurrir varias cosas.
Entender las posibles consecuencias de nuestras opciones tecnológicas y tomar decisiones responsables acerca de los datos, exige que quienes toman las decisiones en una organización tengan un nivel más alto de capacidad técnica y eso por el momento no existe. Como parte de mi trabajo para Data & Society [Información y sociedad] estoy analizando el rol de lxs «traductorxs de la tecnología», las personas que ayudan a los colectivos que luchan por el cambio social y tienen un bajo nivel de alfabetización digital a entender la tecnología y comunicarse con personas que la dominan mejor. Parecería haber una necesidad muy clara de que haya personas desempeñando este rol de traducción, que ayuden a comunicar el contexto, las necesidades y las realidades tecnológicas preparando el camino para que se puedan tomar decisiones bien informadas.
Desde el punto de vista técnico, necesitamos alternativas usables y de fuente abierta para toda la variedad de herramientas registradas que en este momento se están usando para satisfacer las necesidades de lxs activistas. No es realista esperar que las personas dejen de lado las herramientas registradas que satisfacen todas sus necesidades en pro de alternativas que no son confiables.
Pensando en lxs usuarixs, lxs activistas necesitan reconocer la importancia política de sus decisiones técnicas y luego poder traducir sus contextos e ideologías a la esfera digital. En el corto plazo, esta traducción puede ocurrir a través de personas clave que tengan altos niveles de alfabetización digital o con el apoyo directo de organizaciones como The Engine Room [La sala de máquinas]. Pero en el largo plazo se necesitará invertir tiempo y esfuerzo para alcanzar un nivel más alto de alfabetización digital en todas partes.
Aunque la meta en el largo plazo puede resultar intimidante, el primer paso para reconocer la importancia política de nuestras decisiones técnicas lo tenemos al alcance de la mano y nos puede conducir a reivindicar el poder y el control sobre nuestro activismo tanto en la esfera digital como en el mundo físico.
Este artículo esta publicado como parte de la colaboración de contenido de AWID con Open Democracy 50.50