NOTAS DE LOS VIERNES: En una conferencia internacional sobre Salud Sexual y Reproductiva en los Países Árabes recientemente celebrada en Túnez[1], AWID se reunió con Jocelyn DeJong, profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud en la Universidad Estadounidense de Beirut y coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Salud Reproductiva[2], para conocer más acerca de sus investigaciones sobre el rol de las organizaciones en la lucha contra la estigmatización por VIH.
Por Mégane Ghorbani
ONUSIDA estima que en Medio Oriente y Norte de África (MENA) las personas infectadas con VIH son aproximadamente 260 000[3]. Entre 2001 y 2012, la cantidad de infecciones nuevas se incrementó en un 52%, llevando a la región al primer puesto en cuanto a la rapidez con que se expande el VIH[4].
Las investigaciones de DeJong giran en torno a los roles que desempeñan las organizaciones en la lucha contra los estereotipos acerca de las personas que viven con VIH en Sudán y Líbano[5]. “Cuando se realizó la investigación Sudán era uno de los pocos países que tenían organizaciones de personas viviendo con VIH. Ahora hay muchas en Argelia y en Marruecos, pero esto es algo relativamente nuevo en el Máshrek[6]."
Es importante señalar que existe una brecha entre las cifras oficiales proporcionadas por los ministerios nacionales y las estimaciones que difunden las organizaciones internacionales. Según Dejong, los gobiernos “cuentan la cantidad de pacientes con resultados positivos en las pruebas, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ONUSIDA ofrecen cifras estimadas en base a la información disponible que son mucho más altas”. Esto muestra la brecha que existe entre quienes llegan a realizarse una prueba para detectar el VIH y la verdadera cantidad de personas infectadas, sobre todo mujeres.
Las mujeres y los obstáculos para realizarse pruebas
Con la intención de abrir nuevas avenidas para la investigación, DeJong destaca un hecho problemático: que en la región del Magreb/Máshrek “se presta muy poca atención a la vulnerabilidad y las necesidades específicas de las mujeres (ya sean casadas o no) con respecto al VIH, tanto en la fijación de agendas como en el desarrollo de políticas/programas de salud”. Hasta no hace mucho, y en contraste con el África Subsahariana donde las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada, las cifras mostraban que en la región la proporción de hombres infectados por el VIH era muy superior a la de las mujeres[7]. “Al comienzo de la epidemia, en esta región había una mujer infectada por cada 7-8 hombres. Hoy, como consecuencia de la feminización de la epidemia por ejemplo en Marruecos se está llegando a la paridad.” Las mujeres constituyen el 52,4% de las personas infectadas en Marruecos[8]. Pero en el caso de Egipto, ONUSIDA estimó en 2012 que 1400 de las 6300 personas mayores de 15 años que vivían con VIH eran mujeres[9], lo que implica una tasa de infección femenina de solo 22%. DeJong cree que las diferencias entre países en cuanto a las cifras podrían deberse a los obstáculos que existen para detectar casos de VIH entre mujeres.
En primer lugar y comparadas con los hombres, las mujeres enfrentan mayores barreras sociales para acceder a las pruebas y la atención médica. Esto expone a las mujeres infectadas con VIH a actitudes discriminatorias en su entorno, desde las/os profesionales de la salud a la sociedad en general. “En estos países, los servicios de salud reproductiva casi nunca ofrecen programas de prevención y consejería acerca del VIH, e incluso casi no cuentan todavía con programas para prevenir la transmisión materno infantil”. El riesgo de que una madre infectada transmita el VIH a su hija/o ya sea durante el embarazo, el parto o la lactancia es del 30%[10], pero según el Informe sobre la epidemia mundial de SIDA 2013 de ONUSIDA, en Arabia Saudita, Bahréin, Egipto, Libia, Somalia y Túnez, los centros de salud casi nunca brindan servicios para evitar la transmisión materno infantil y en Jordania estos servicios directamente no existen. Sin tratamientos antirretrovirales para la madre y la/el niña/o, es imposible reducir el riesgo.
Además, en la región las pruebas para detectar el VIH son obligatorias para migrantes y personas detenidas, que en su mayoría son hombres[11]. Entre 1987 y 2007, el 93% de las pruebas efectuadas para detectar el VIH estuvieron concentradas en estos dos grupos mientras que solo el 1% correspondió a trabajadoras sexuales[12]. Por eso la cantidad de mujeres que voluntariamente solicitan consejería y pruebas es muy limitada: en Líbano alcanza apenas al 30% del total de usuarias/os de estos servicios[13]. Según DeJong, esto resulta en “falta de información sobre la prevalencia del VIH entre las mujeres a nivel nacional y regional. Y si a las mujeres se las estigmatiza más (que a los hombres) por solicitar pruebas para detectar el VIH, será difícil identificar a las que están infectadas”.
La estigmatización complica el acceso a la atención médica para las mujeres infectadas con VIH
Según el Profesor Laith J. Abu-Raddad[14], el factor de riesgo más importante para la infección por el VIH en la región del Magreb/Máshrek es el casamiento, porque la infección se detecta con mayor frecuencia entre mujeres casadas. Esto muestra que el sistema de monitoreo no es eficaz para detectar los otros casos de infección, los que se dan entre mujeres que no están casadas. El tabú alimentado por la criminalización de las trabajadoras sexuales en 116 países/territorios de todo el mundo, así como la estigmatización de las relaciones sexuales por fuera del matrimonio generan barreras para que las mujeres puedan acceder a la atención sanitaria que necesitan. Como destaca Dejong, “lo mismo sucede con la juventud: puedan haber casos que no se detectan entre las/os jóvenes que tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio y no concurren voluntariamente a hacerse las pruebas”.
Las mujeres que son VIH positivas deben enfrentar también el temor por la salud de sus hijas/os, y por transmitirle el VIH a sus recién nacidas/os, algo que está penalizado en más de 60 países del mundo. Debido a ciertas normas culturales y religiosas, así como a la prevalencia de la violencia contra las mujeres en la región, están socialmente más excluidas que los hombres. “En Jordania vemos mujeres que viven con VIH y tienen problemas de fertilidad. A ellas se les niega el acceso a los servicios de fertilidad. Y también suelen tener problemas para acceder a los servicios ginecológicos en general.” Pero, considerando que el VIH debilita el sistema inmunitario, las infecciones ginecológicas son uno de los síntomas más habituales en las mujeres infectadas. El tabú contra ellas es una de las causas principales por las que se viola su derecho a la salud al negarles el acceso a la atención médica. La Declaración de Oslo sobre criminalización del VIH afirma que “la criminalización por no revelar el estatus VIH, por la exposición potencial y por la transmisión no intencional, está haciendo más daño que bien en términos de su impacto en la salud pública y en los derechos humanos”.
Desafíos para las organizaciones de personas viviendo con VIH
Existe poca información sobre la participación de las mujeres en las organizaciones de personas viviendo con VIH. “Necesitamos investigaciones como las que se llevaron a cabo en Tailandia y el Sureste Asiático sobre la situación de las mujeres en esta región”, explicó DeJong. En los estudios que realizó en el Sudán la investigadora observó que pese a que existía una presencia femenina “la mayoría de las personas que intervienen activamente en las organizaciones eran hombres”. Creada en 2010, MENA-Rosa es la primera red regional de mujeres infectadas con el VIH en la región del Magreb/Másrek[15]. Una argelina que vive con VIH e integra MENA-Rosa dice: “Espero que en futuro la gente sea más abierta y no relegue a las personas que viven con VIH a los márgenes de la sociedad. No buscamos contraer esta enfermedad, no elegimos tenerla.”
Los desafíos a los que se enfrentan las organizaciones de personas viviendo con VIH son múltiples. Para Dejong, el primero de ellos está relacionado con la dificultad de sus miembros de hablar en público y el temor a ser reconocidas/os por personas de su entorno, debido a la estigmatización ya mencionada. “En Líbano, la gente no se atrevía a presentarse en público mientras que en Sudán las personas viviendo con VIH hablaban públicamente de su condición. Líbano tiene una población mucho más reducida, todo el mundo se conoce y por eso la gente tiene miedo de ser identificada.”
Otro problema para estas organizaciones es la pobreza de sus integrantes. “La cuestión del desempleo es muy importante. Muchos empleadores exigen las pruebas contra el VIH y si tienen prejuicios contra las personas infectadas, es posible que no las contraten o las despidan. Los problemas económicos que sufren las personas infectadas limitan su acceso a la atención médica. Aun si los tratamientos son gratuitos, debemos tomar en cuenta otros costos que no están cubiertos, como el transporte, una nutrición y una dieta apropiadas. Todo esto contribuye a que tengan problemas económicos. En Jordania, la falta de fondos para buscar empleo o generar un ingreso adicional, hace que la gente no pueda aportar a las actividades de la organización. Como sus integrantes carecen de tiempo y de dinero para participar, y a veces inclusive tienen dificultades para encontrar medios de transporte que les permitan acudir a las reuniones, las organizaciones son bastante débiles.”
Por último, el financiamiento también constituye un desafío porque en su mayoría se destina a habilitar el acceso a tratamientos y no a sostener a las organizaciones como tales, lo que afecta su sostenibilidad. Un informe reciente sobre el VIH y el SIDA en Medio Oriente y Norte de África muestra que pese a las disparidades que existen entre los países de la región en cuanto a su riqueza, la falta de inversión para hacer frente al VIH y el SIDA es un problema común a todos.
Dejong llega a la conclusión de que a pesar de estos desafíos, las organizaciones tienen un rol importante que desempeñar: “no habrá cambios en los discursos sobre el VIH sin movimientos que representen a las personas viviendo con VIH”. Además de desempeñar un rol importante para que la población en general pueda tener un mayor conocimiento acerca del VIH y denunciar la marginalización económica y social de las personas infectadas con el VIH, las organizaciones pueden facilitar la identificación de nuevos casos de VIH y ayudar a las personas infectadas a acceder a la atención y los tratamientos médicos. Para superar las múltiples estigmatizaciones que hoy recaen sobre las personas viviendo con VIH y lograr que su derecho universal a la salud se traduzca en hechos concretos, será necesario que ellas conformen una comunidad, sean solidarias entre sí y reciban un mayor apoyo social.
[1] El 23 y 24 de mayo de 2014, organizada por Institut de Recherches sur le Maghreb Contemporain (Instituto de Investigación sobre el Magreb contemporáneo) y el Grupo Tawhida Ben Sheik
[2] Incluye a investigadoras/es del Máshreq y Turquía
[3] Informe sobre la epidemia mundial del SIDA, ONUSIDA, 2013.
[4] HIV and AIDS in the Middle East and North Africa, Population Reference Office, 2014. Según DeJong, la velocidad de crecimiento es más rápido que en el África Subsahariana sólo porque el nivel de partida es bajo (menos del 1%).
[5] DeJong, J., Mortagy, I.,& Ibrahim, R.H.(2013).The challenges of forming associations of people living with HIV in low prevalence and high stigma contexts: the case of Sudan and Lebanon. En Smith, R. A. (Ed.). (2013), Global HIV/AIDS politics, policy, and activism: Persistent challenges and emerging issues: Vol. 3. Activism and community mobilization. Santa Barbara, CA: Praeger.
[6] En este artículo, el Máshrek está tomado en su definición más amplia que incluye a todos los países árabes ubicados entre el Magreb e Irán (Sudán, Egipto, Líbano, Palestina, Jordania, Siria, peninsula arábica e Irak).
[7] Abu-Raddad L., Akala F. A., Semini I., Riedner, G., Wilson, D., & Tawil, O. (2010) Characterizing the HIV/AIDS epidemic in the Middle EaSt and North Africa: Evidence on levels, distribution and trends. Time for strategic action. Middle East and North Africa HIV/AIDS epidemiology synthesis project. Washington, DC: Banco Mundial.
[8] Mumtaz, G. et al. (2013) The Distribution of new HIV infections by mode of exposure in Morocco. Sexually Transmitted Infections, Febrero.
[9] Informe mundial sobre la epidemia del SIDA, ONUSIDA, 2013
[10] Politique générale : Criminalisation de la transmission du VIH, ONUSIDA, 2008.
[11] Hermez, J., Petrak, J., Riedner, G and Karkouri, M. (2010) A review of HIV testing and counseling policies in the Eastern Mediterranean Region. En AIDS, Special supplement on the Middle East and North Africa.
[12] Middle East and North Africa Regional Report on AIDS, ONUSIDA, 2011.
[13] Awad, Amr. (2009) Can Data Collected by AIDS Voluntary Counseling and Testing Centers in Lebanon be used for Program Planning and Evaluation Purposes? MS Population Health Thesis, Faculty of Health Sciences, American University of Beirut.
[14] Abu-Raddad L., Akala F. A., Semini I., Riedner, G., Wilson, D., & Tawil, O., Ibid.
[15] El África del Noroeste, al oeste de Egipto: Mauritania, Marruecos, Túnez, Argelia y Libia. En 1989 se creó la Unión del Magreb para promover la cooperación e integración económica de estos países en un mercado común.