Los/as líderes mundiales presentes en la cumbre sobre financiamiento para el desarrollo se ocuparon de los derechos de las mujeres solo en las palabras, mientras que la agenda de acción de Adís Abeba cuenta una historia diferente.
La cumbre de la ONU sobre financiamiento para el desarrollo realizada en Adís Abeba fue decepcionante. Los estados miembros no se ocuparon de una serie de fallas de la política financiera internacional que, de haber sido abordadas con eficacia, podrían haber logrado mucho para los derechos humanos, en especial los derechos de las mujeres y la igualdad de género.
El acuerdo final, conocido como la agenda de acción de Adís Abeba, carece casi por completo de propuestas específicas que puedan ser implementadas con rapidez, y no se hace cargo de los múltiples desafíos planteados a nivel mundial.
El Grupo de Mujeres sobre Financiamiento para el Desarrollo afirmó que las conversaciones dañaron la integridad de la agenda del financiamiento para el desarrollo, pues eludieron compromisos sobre varios temas que ya habían sido alcanzados en las conferencias anteriores de Monterrey y Doha.
El Grupo añadió que se perdió la oportunidad de eliminar los obstáculos globales al desarrollo y de fijar las prioridades, las políticas y las normativas adecuadas para financiar los objetivos de desarrollo sostenible – así como la plena implementación de otras agendas de desarrollo internacionalmente acordadas, como la plataforma de Beijing sobre la igualdad de género y el programa de acción de El Cairo sobre crecimiento demográfico y desarrollo.
Hay evidencias contundentes de que la falta de normativas que regulen el sector financiero es una de las causas primarias de las crisis económicas como la crisis financiera mundial de 2008, que resultó en una mayor desigualdad e inestabilidad en todo el mundo y que afectó especialmente a las mujeres del sur global.
La conferencia de la ONU de 2009 que trató los efectos de la crisis financiera sobre el desarrollo hizo recomendaciones y concertó compromisos para prevenir futuras crisis, pero ninguno de esos compromisos fue tenido en cuenta en la agenda de Adís. Contradiciéndolos, el nuevo acuerdo continúa promoviendo al Fondo Monetario Internacional como la única red de seguridad para la estabilidad global.
Aunque menciona los derechos de las mujeres y la igualdad de género, en realidad la agenda de Adís busca destacar la contribución de las mujeres a la economía global principalmente en lo concerniente al crecimiento y la productividad.
En lugar de motivar a los estados a eliminar los obstáculos al desarrollo, movilizar la asistencia oficial al desarrollo y comprometer recursos públicos adecuados, este enfoque pone el énfasis en las contribuciones del sector privado.
El resultado es que se presta poca atención a las barreras estructurales a los derechos económicos de las mujeres y a la capacidad de estas de acceder a los recursos económicos, apropiarse de ellos y controlarlos. Factores como la distribución desigual del trabajo de cuidado no remunerado, las deficiencias en el acceso a los servicios de atención de la salud y a los recursos naturales, la persistencia de la discriminación de género en el mercado laboral fueron básicamente ignorados por los/as delegados/as en la cumbre de Adís.
Durante la conferencia se hicieron importantes esfuerzos para que se reconociera que la solidez de las finanzas públicas es la fuente más importante de financiamiento para el desarrollo. Los impuestos son claves para reunir fondos con los que construir sistemas de protección social inclusivos que provean acceso universal a servicios sociales de calidad.
Sin embargo, la resistencia demostrada por los países de la OCDE a la creación de un organismo impositivo intergubernamental de la ONU resulta inaceptable – dado que son sus multinacionales las que encabezan la lista de evasores de impuestos – y no hace más que reafirmar el actual statu quo, que no es democrático y genera desigualdades.
A esto se suma que muchos gobiernos de la OCDE están eludiendo sus compromisos de entrega de ayuda y prefieren apoyarse en las contribuciones del sector privado bajo la forma de inversión extranjera directa y de asociaciones público-privadas. Esto también es problemático.
Como sostiene el Grupo de Mujeres sobre Financiamiento, la agenda de Adís promueve las actividades del sector privado, incluyendo las asociaciones público-privadas, sin prestar suficiente atención a mecanismos de rendición de cuentas que se ocupen de los estándares de derechos humanos y de salvaguardias medioambientales y sociales. Además, no se ha prestado suficiente atención al costo de las asociaciones público-privadas y a la calidad de los servicios y de la infraestructura que proveerán.
Este es un problema real: imaginemos a socios de una empresa que junto con un gobierno brinden oportunidades económicas a las mujeres a través de la producción de indumentaria. Si las mujeres perciben los salarios más bajos de la empresa, sin protección social, y su empleadora paga muy poco o nada de impuestos en el país en el que está radicada su industria, ¿podemos decir que esto constituye un avance?
Por todo lo que acabamos de exponer, es necesario otorgarle un mayor reconocimiento a los esfuerzos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por desarrollar un instrumento internacional legalmente vinculante para las corporaciones transnacionales, que están ocupando un lugar casi marginal.
Al cumplirse el 20º aniversario de la plataforma de Beijing y habiendo áreas esenciales en las que no se han logrado avances, resulta inaceptable que los países desarrollados no estén comprometiéndose a incrementar su parte de asistencia al desarrollo a otros países con el fin de lograr la igualdad de género.
En su discurso frente a la Cumbre de Adís, Dinah Musindarwezo, directora ejecutiva de Femnet dijo: “En el texto (de la agenda de Adís) la voluntad política en relación a la justicia de género y los derechos de las mujeres no está acompañada de los recursos necesarios”.
Apreciamos el compromiso incluido en el acuerdo de Adís para realizar un seguimiento e informar sobre la asignación de recursos para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, pero los fondos aún son insuficientes. Las feministas y las organizaciones por los derechos de las mujeres han demostrado la importancia de su trabajo en el terreno y necesitan contar con recursos adecuados.
Solo el tiempo dirá si la agenda de Adís representa otra oportunidad perdida para la construcción de un marco global de financiamiento para el desarrollo, – un marco que ayude a realizar los derechos de las mujeres y la igualdad de género.
Incluso en esta etapa temprana el futuro no parece muy prometedor. Pero quizás la agenda de Adís al menos abra la puerta para que aquellas/os de nosotras/os que ambicionamos grandes cambios hagamos incidencia