Las defensoras de derechos humanos han estado, y siguen estando, en la primera línea de las luchas mundiales para desafiar la desigualdad y los sistemas económicos y políticos basados en la extracción de recursos naturales, la explotación laboral y múltiples formas de discriminación.
Ya sea que se trate de quienes protestan contra el oleoducto Dakota Access Pipeline en los Estados Unidos, de comunidades indígenas que resisten contra el proyecto de represas de Agua Zarca en Honduras o del delta del Níger donde las mujeres siguen enfrentando la exploración por parte de compañías petroleras internacionales los abusos corporativos le han costado la vida a muchxs activistas, incluyendo a defensoras de derechos humanos como Berta Cáceres, que luchan por la defensa de sus comunidades y de sus territorios.
Comprender la escala y el alcance del poder corporativo puede resultar abrumador.
Un informe de investigación (en inglés) realizado por AWID y el Solidarity Center [Centro para la solidaridad] describe las distintas maneras en que grandes compañías nacionales y transnacionales están teniendo impacto sobre las vidas de las mujeres y de los pueblos oprimidos. Este impacto es enorme, como se desprende del hecho de que el 63% de las 175 entidades económicas más grandes del mundo son corporaciones transnacionales y no países.
Las numerosas formas en las que se ejerce el poder corporativo constituyen un sistema perverso en el que los Estados, los medios y los grupos militares a menudo son cómplices en mantener en su lugar un poder que oprime.
Enfrentadas con un poder corporativo cada vez más fuerte, defensorxs de derechos humanos y otros grupos oprimidos siguen resistiendo a través de sus movimientos. El informe (por ahora solo disponible en inglés) “Challenging corporate power: Struggles for women’s rights, economic and gender justice” [Enfrentando al poder corporativo: Las luchas por los derechos de las mujeres y la justicia económica y de género] destaca cinco historias de lucha que ilustran con ejemplos concretos cómo las mujeres y los grupos oprimidos de todo el mundo tienen el poder para enfrentarse a la dominación de las corporaciones.
Cada lucha que destacamos usa el trabajo entre diferentes movimientos de justicia social para desafiar al poder corporativo.
En Camboya, por ejemplo, las mujeres jóvenes son empleadas por una de las mayores empresas cerveceras del mundo — Cambrew Ltds — para promocionar sus cervezas en los restaurantes y bares. Este es un sector principalmente informal, en el cual lxs trabajadorxs suelen percibir salarios debajo de la línea de pobreza, sufren acoso sexual y violencia, jornadas laborales extensas y condiciones de trabajo insalubres. Las líderes sindicales dentro de la Cambodian Food Service Workers Federation [Federación Camboyana de Trabajadorxs de Servicios de Alimentación] organizaron y movilizaron a miles de promotoras de cerveza para que hicieran huelga a pesar de las intimidaciones de la empresa y el Estado. La acción finalmente logró que hubiera cambios significativos en los salarios y en el registro formal de docenas de promotoras de cerveza. La lucha continúa con el objetivo de alcanzar un salario mensual de 177 dólares norteamericanos y por un cambio en el horario de trabajo, que les permitiría a las trabajadoras utilizar guarderías para el cuidado de sus niñxs.
En otro ejemplo, tomado de Sudáfrica, activistas de la Treatment Action Campaign [Campaña de Acción por el Tratamiento, TAC] pelearon contra la negación estatal de la pandemia del VIH y el SIDA y contra las grandes empresas farmacéuticas, como GlaxoSmithKline y Boehringer, que se negaban a permitir el acceso a las drogas genéricas y al tratamiento efectivo a través del sistema público de salud. Combinando la educación política y económica con las acciones de masas como piquetes y marchas, TAC pudo movilizar a 200 000 personas, muchas de las cuales estaban viviendo con VIH y SIDA. La organización buscaba recalcar la feminización de la pandemia del VIH y SIDA, siendo las mujeres negras sudafricanas quienes corrían mayor riesgo. Las dos empresas transnacionales tuvieron que permitir que otras empresas vendieran sus medicamentos genéricos tanto en Sudáfrica como en otros países africanos. El uso del sistema legal contra estas grandes empresas farmacéuticas transnacionales demostró ser efectivo, reafirmando el derecho a la salud por sobre el lucro empresarial y estableciendo un precedente internacional.
Las recomendaciones y reflexiones que surgen de estos casos dan cuenta de cómo sindicalistas; activistas lesbianas, bisexuales, transgénero, queer e intersex (LBTQI); feministas; mujeres indígenas y defensorxs de derechos humanos pueden afianzar sus victorias consolidando el poder dentro de sus movimientos, promoviendo el poder colectivo con otros movimientos sociales y ejerciendo poder sobre las corporaciones y los gobiernos que defienden intereses corporativos.