Esta es una historia acerca del presente contado como pasado y desde la perspectiva del futuro.
Imagina que tienes un nudo en tus manos y que ese nudo guarda en sí una historia acerca de una persona llamada Zaitun, que intenta entender su mundo y quiere transformarlo en algo que sea un poco menos espantoso, un poco menos distorsionado, un poco menos doloroso.
Zaitun está convencida de que vive una época increíble. Una época en la cual nunca había resultado tan factible derribar las estructuras de poder calcificadas y atiborradas que monopolizan lo que es el «conocimiento» y lo que es la «verdad». Algo así como lo que ocurrió cuando la invención de la imprenta rescató las nociones de qué es moral, qué es bueno o malo, de manos de la iglesia. Una época en la cual no se podría clausurar, ocultar o eliminar la capacidad de las personas que ejercen el poder cotidiano para forjar significados puesto que la tecnología — el mecanismo — para hablar, narrar y transmitir sus propias verdades está muy dispersa y resulta mucho más accesible que nunca.
Y Zaitun encuentra esas verdades. Ocupa su tiempo buscando las páginas que faltan en los manuales de historia bajo la forma de voces registradas en otros momentos y lugares. Demuele sus propios supuestos al descubrir la música y los ritmos de otras culturas y otras lenguas. Repara su corazón gracias a las lecciones que aprende de otrxs, que de alguna manera, comparten con ella esa experiencia particular de necesitar. Y así, el alma de sus manos y las palmas de sus pies se nutren de las posibilidades que imaginan.
Lo que ella posee no es solo una pieza tecnológica, inerte y que zumba con inocente objetividad: es una idea acerca de cómo volver a imaginar el mundo. Un mundo en el que en lugar de un centro pesado que preserva celosamente el poder y lleno de codicia consume cada vez más, lo que hay son nodos. Miles de mesetas. Un poder que emana de una red tan resistente es casi imposible de destruir. Y Zaitun ve así el significado metafórico, alegórico y material de esa idea encarnada. Ve su potencial para modificar la manera como imaginamos el capital, los espacios de gobernanza, de identidad y pertenencia, de relacionamiento a través de tramas compartidas de curiosidad, o indignación, o trauma, o belleza, o esperanza.
Ahora tómate un momento.
En tu otra mano, tienes otro nudo, y en ese nudo, hay otra historia. En esa historia, Zaitun siente el miedo en su estómago. El miedo que genera un conocimiento separadx de la humanidad, transmitido a través de una fría interface. Cuyas raíces, que se hunden en los siglos que le toma a la tierra conservar la energía en minerales preciosos, le han sido cortadas. Un lugar donde no se sienten las manos cálidas de las personas cuyas tierras les han sido arrebatadas para saciar el hambre de equipos más nuevos, más rápidos y elegantes. Un lugar donde se construyen más y más cabinas de peaje para que las personas empobrecidas tengan acceso a una porción cada vez más escasa de ese vasto espacio. Un lugar donde la evolución cambiante del capitalismo para crear nuevos monopolios, vendidos como «servicios gratuitos», «economía común» y «que no causa daño», oculta el hecho mismo y el costo de nuestra entrega. Y donde las corporaciones y los gobiernos se confabulan para silenciar el conocimiento mediante acuerdos secretos a puertas cerradas.
Un lugar donde a toda voz radical la violencia intolerante la empuja al silencio. Y donde la voz colectiva de las demandas políticas se reduce a una voz chillona, individual y etiquetada utilizando marcadores de identidad definidos por otrxs.
Ahora pon ese nudo en tu regazo,
porque ya tienes un tercero. Y en este nuevo nudo, hay una historia más. Y en esa historia, Zaitun no está sola. Está sentada en una habitación en medio de un hermoso caos de cuerpos, deseos e historias. Puede que no sean muy numerosxs, pero están tramando una revolución. Practican la política del escepticismo y juegan con la tecnología. Desarman el miedo por medio de la curiosidad. Con la persistencia de las hormigas, desmantelan la torre excluyente de la jerga, ladrillo a ladrillo, empleando el lenguaje amoroso de la experiencia y la fuerza creativa del feminismo.
Celebran lo disonante, lo queer, y lo obsceno, porque al igual que en las telarañas, la fragilidad conectada es más fuerte que el acero. Y todo el mundo tiene días de fragilidad en los que necesita que la comunidad de las arañas le dé cobijo.
Confían en su intuición para elegir cuándo saber, cuándo quedarse quietxs, puesto que no saber es también una enseñanza. Destronan al/x autorx, maestrx, muftí, expertx. Y conciben al conocimiento como algo que se vive con la piel, una piel teñida por canciones y semillas, por lugares y mitos, y por rituales tanto fantásticos como mundanos.
Ahora tienes tres nudos en tus manos.
Y cada nudo es una historia detenida en el tiempo. Existen de manera simultánea, y todas ellas son verdaderas. Y ahora, se van desplegando como hilos de la realidad, en este preciso momento.
Estamos ante el precipicio, y debemos ver al presente, desde el futuro, como algo en cuyo entramado participaremos. Estamos en el mismo mundo que Zaitun.
Sobre la autora
Jac Sm Kee es la Directora del Programa de Derechos de las Mujeres a la Associación por el progreso de las comunicaciones (APC)