La activista indígena Judith LeBlanc lo define como el momento Standing Rock.
Refiriéndose a la histórica protesta de cuatro meses en la que convergieron líderes y lideresas electxs de más de 400 gobiernos tribales en Standing Rock el año pasado, y que resultó en la mayor acción directa en la historia de Estados Unidos, seguida más recientemente por la marcha de las Naciones Nativas (Native Nations Rise) en Washington D.C., la Directora de la Alianza de Organizadorxs Nativxs (Native Organizers Alliance) e integrante de la tribu Caddo de Oklahoma, la describió como un «momento mágico del movimiento en la nación indígena».
«Es uno de los momentos más importantes de levantamiento social que hemos tenido», dijo LeBlanc a lxs participantes en un evento paralelo sobre la resistencia feminista al extractivismo, durante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de las Mujeres (CSW) de este año.
Para aquellxs tratando de encontrar la mejor manera de promover el empoderamiento económico de las mujeres en un momento de creciente crisis económica y política, la importancia de aprovechar la oportunidad en estos momentos es crucial.
Porque las apuestas son altas. Al contextualizar el momento de Standing Rock con la descripción de la construcción del oleoducto de acceso Dakota (DAPL por sus siglas en inglés) que amenaza el agua potable de 17 millones de personas, LeBlanc comentó: «Estamos en contra de un gobierno [estadounidense] en el cual las industrias de combustibles fósiles están en el asiento del conductor; las encontramos en casi todas las ramas del gobierno».
En los últimos años, AWID y the Solidarity Centre (Centro de Solidaridad) han realizado un importante trabajo que demuestra el impacto global de la apropiación de tierras por parte de las corporaciones y la extracción con fines de lucro de los recursos naturales sobre los derechos humanos económicos, sociales y culturales de las mujeres.
Por ejemplo, la privatización del agua lleva a mujeres y niñas en hogares empobrecidos a recorrer distancias más largas para encontrar fuentes de agua gratis, y plantea riesgos para la salud, ya que los hogares recurren al agua no potabilizada, que puede contener enfermedades transmitidas por el agua. Hay una larga historia de fallidos programas de privatización del agua - entre 2000 y 2014 se han registrado 180 casos de remunicipalización del agua tanto en el Norte como en el Sur. El acceso universal al agua limpia y segura da como resultado la reducción del tiempo y de la carga del trabajo de cuidado para las mujeres, mejoramiento de su salud, como así también el aumento de la privacidad y la reducción del riesgo de ataque o acoso sexual mientras las mujeres recolectan el agua.
Sin embargo, como Naomi Dedei Otoo del Sindicato de Trabajadorxs de Servicios Públicos de del Congreso de Sindicatos de Ghana y Presidenta del PSI Africa Women's Committee (Comité de Mujeres de la ISP) de África señaló en otra sesión de la CSW, en la mayoría de los países de África, el agua está privatizada y el acceso permanece fuera del alcance para muchas mujeres. Dedei Otoo exigió el rechazo a todas las formas de privatización y mercantilización del agua e instó a los estados a utilizar el dinero de lxs contribuyentes para proporcionar acceso universal al agua potable segura, limpia y fiable.
«El agua es vida» declaró Dedei Otoo. «Tenemos que recuperarla».
Pero a pesar de estos desafíos aparentemente monolíticos, LeBlanc y otrxs participantes como Charo Mina-Rojas, activista afrocolombiana territorial, de derechos humanos, género y paz, y Coordinadora Nacional de Cabildeo del Proceso de Comunidades Negras (PCN) insistieron sobre tres puntos:
- la visión a largo plazo de los sistemas opresores y de los movimientos que se resisten a ellos,
- la importancia crítica de continuar las movilizaciones coordinadas en una variedad de frentes y,
- finalmente, y muy simplemente, la necesidad de venir de un lugar de esperanza y aferrarse a él.
Al observar las luchas de siglos contra el capitalismo, racismo y patriarcado en Colombia, las Américas y el mundo entero, Mina-Rojas reconoció: «No gozamos de mucha paz y libertad».
«Pero tenemos mucha esperanza».
LeBlanc se hizo eco de esta esperanza, hablando también del poder de la solidaridad entre comunidades y movimientos.
«Este es un momento en el que somos visibles. Que existimos. Que nuestro pueblo y nuestras culturas son resistentes».
El impacto de esta movilización ha sido tangible. LeBlanc señaló que en los últimos tres meses, se han desinvertido miles de millones de dólares pertenecientes a 17 bancos que invierten en planes de transferencia de energía. «Estamos llegando a la raíz del problema», comentó, «y es tratar la tierra, el aire y el agua como una mercancía, en lugar de una parte sagrada de nuestras vidas con la que debemos vivir en armonía».
Por último, el llamado de lxs feministas y activistas del trabajo, la justicia tributaria, el medio ambiente, los derechos indígenas y los derechos sexuales y reproductivos (SSRS) --y de todxs aquellxs que llevan más de uno de esos sombreros-- a conectarse y aliarse más fuertemente, entre lados de lucha tradicionalmente separados en este momento de creciente crisis global, puede ser uno de los resultados más importantes de la CSW de este año.
«Las coaliciones vienen y van», observó LeBlanc. «La gente se une y puede trabajar en un cambio a la legislación, o pueden detener la construcción de un oleoducto».
«Pero los movimientos son para siempre. Los movimientos tienen su propia lógica, suben y bajan; ahora vamos a entrar en un momento de calma. Nuestro desafío es cómo crear una infraestructura que mantenga a la gente movilizándose en la misma dirección».
La fuerza de esa infraestructura y esas alianzas entre movimientos puede ser lo que llevará a más momentos como el de Standing Rock para los movimientos por los derechos humanos y la justicia de género en todo el mundo.