Del 10 al 12 de abril de 2016 se realizará en Zimbabue el Cuarto Foro Feminista Africano que reunirá una variedad de sabidurías, experiencias e ideas de organizadoras y activistas feministas provenientes de todo el continente.
No cabe duda de que, en una medida mucho mayor que en los foros feministas africanos previos, las tecnologías digitales van a jugar un rol importante en las dinámicas de este evento. Porque si bien muchas — y sobre todo las que asistan desde fuera de Zimbabue — tal vez nunca se hayan encontrado en persona antes, probablemente habrán interactuado en el ciberespacio y sobre todo en las redes sociales, ya que las tecnologías digitales están cada vez más presentes. En 2007, Oreoluwa Somolu[1] escribió un artículo sobre la narrativa de mujeres africanas para el cambio social, en el cual con respecto a los blogs escribió:
«... Su verdadera potencia radica en su capacidad para darles voz a las que antes no habían sido escuchadas, así como brindarles las herramientas para conectarse con otras que comparten sus mismas preocupaciones... y una plataforma en la que pueden idear una estrategia para mejorar la calidad de vida de las mujeres en África».
Habiéndose congregado en torno a etiquetas y campañas de las redes sociales como #BringBackOurGirls y #AfriFem, muchas organizadoras feministas del Sur global — y de todo el mundo — han llegado a conocerse y apoyarse unas a otras en las nuevas modalidades que el mundo virtual ofrece.
Pero si bien todo esto le confiere un poder revolucionario a la causa colectiva de la justicia social, todavía hay muchos aspectos estructurales y socio-políticos que tener en cuenta con respecto a nuestra construcción virtual de movimientos.
En la introducción a ‘ICTs for Feminist Movement Building Activist Toolkit’ [Manual para activistas sobre TIC y construcción feminista de movimientos; solo en inglés] elaborado por JASS, APC y Women’s Net [La red de las mujeres] se explica que las estrategias feministas de comunicación que utilizan las TIC son fundamentales para construir movimientos que sean «… eficaces, resilientes, visibles y seguros». Cuando me puse a analizar más esta temática, pensé en estas ideas más a fondo para poder imaginar cómo serían tales movimientos.=
Eficacia
En primer lugar, para ser eficaces los movimientos que usen las tecnologías digitales deben ser prácticos. En otras palabras: deben dialogar con las feministas sobre la base de lo que ellas necesitan y poder ofrecerles algo que tenga sentido para sus problemas y causas. ¿Cómo sería esto en la práctica?
En 2012 fundé una plataforma virtual llamada Her Zimbabwe [El Zimbabue de ella] que financia de manera colectiva las opiniones y análisis de feministas jóvenes de Zimbabue y de África en general.
La idea es darles a estas jóvenes un espacio donde expresarse, satisfaciendo lo que muchas veces se consideran necesidades estratégicas, necesidades relacionadas con los derechos y la expresión. Pero al mismo tiempo estamos invirtiendo en sus necesidades prácticas. Dicho de otra manera: la realidad de que ellas necesitan pagar para acceder a Internet, combinada con un análisis estructural de su posición social relativa (en Zimbabue se suele decir que la tasa de empleo formal apenas supera el 10% y a la vez las jóvenes son casi invisibles para los medios tradicionales como productoras de conocimiento), significa que tenemos en cuenta que para muchas jóvenes existen impedimentos financieros muy reales que impiden su participación.
Por eso a nuestras autoras les ofrecemos, junto con apoyo editorial feminista interactivo, un pago modesto cuando publicamos sus contenidos. Y, con el tiempo, hemos visto de cerca cómo ese apoyo les ha permitido a las jóvenes continuar invirtiendo en cultivar su presencia virtual (ya sea pagando sus propios costos para acceder a información o comprando equipos como computadoras portátiles o teléfonos inteligentes).
A fin de ser eficaz, nuestra construcción virtual de movimientos feministas tiene que ser inclusiva, y la inclusión implica realizar un análisis permanente de quién tiene acceso y por lo tanto quién es escuchada. Para dar otro ejemplo: si imaginamos un movimiento multigeneracional e incluyente, ¿cuáles barreras y oportunidades (para escuchar, reflexionar y construir historias entre distintas generaciones) presentan las tecnologías digitales a mujeres que nacieron en eras tecnológicas diferentes? Ciertamente, para que nuestros movimientos sean más sólidos y por lo tanto más eficaces, necesitamos desarrollar más a fondo la capacidad y la confianza de las mujeres en cuanto a su alfabetización digital, y abordar sus preocupaciones prácticas, para hacer que nuestros movimientos sean más robustos y, por consiguiente, eficaces.
Resiliencia y visibilidad
En segundo lugar, ¿cómo pueden las tecnologías digitales hacer que nuestros movimientos sean más resilientes? Entiendo aquí la resiliencia como la recuperación de un resfrío terrible; esa clase de enfermedad oportunista que te hace creer que nunca volverás a sentirte bien. Y sin embargo, con el tiempo, los medicamentos que tomaste y el autocuidado que invertiste reconstruyen los sistemas de defensa de tu cuerpo para que pueda curarse. ¿De qué manera pueden las tecnologías digitales sanar el dolor y el trauma que nuestro trabajo de organización conlleva? ¿Cómo pueden aportarle antígenos a la inmunidad de nuestro movimiento que revigoricen nuestras luchas?
Esto ocurre de muchas maneras. Una es que en momentos de gran proscripción o peligro para organizarnos fuera de Internet, los espacios virtuales nos permiten tener un punto de encuentro donde descargarnos, llorar, celebrar y recuperar energías. Se crean nuevas solidaridades y se refuerzan las que ya existían. Un caso reciente es el asesinato de la activista ambientalista hondureña Berta Cáceres (en Twitter, la etiqueta #BertaCaceres todavía se está usando y ya ha pasado más de un mes desde que ella fue asesinada). La lucha de Berta por el derecho de los pueblos indígenas a sus tierras ha generado conversaciones importantes acerca del poder estatal y corporativo, como también sobre los cuerpos de las mujeres como espacios donde se perpetúa la brutal violencia de ese poder.
Muchas veces, la resiliencia se construye sabiendo que no estamos solas en nuestras luchas y reconociendo a aquellas cuyos sacrificios a veces tienen una dimensión mayor de lo que podríamos imaginar siquiera. Son esas intersecciones las que nos hacen más fuertes a nosotras — y fortalecen a nuestros movimientos — y nos sostienen en nuestra larga lucha.
Probablemente la función más obvia de las tecnologías digitales sea la de hacer más visibles a nuestros movimientos. Las temáticas feministas se vuelven menos locales, geográficamente menos situadas, más globales y diversas, ya que la gente puede involucrarse y participar de una manera más descentralizada de lo que la interacción física permite e inhibe. Gracias a nuestro uso colectivo de videos, audios y textos a través de plataformas tan distintas como YouTube, Facebook y WhatsApp, estamos haciendo que el trabajo de nuestros movimientos resulte más fácil de archivar y buscar, así como más accesible.
Seguridad
El último punto a tener en cuenta es cómo las tecnologías digitales pueden hacer que nuestros movimientos sean más seguros. A primera vista, esto parece una contradicción, pues por medio de informes como el que recientemente publicó la Comisión de Naciones Unidas sobre la Banda Ancha para el Desarrollo Digital con el título de ‘Cyber Violence Against Women and Girls’ [ciberviolencia contra mujeres y niñas; el informe está solo en inglés] sabemos que casi el 75% de las mujeres han sufrido violencia virtual y ellas tienen 27 veces más probabilidades que los hombres de ser hostigadas en espacios virtuales. También sabemos que en algunos contextos, y por haberse socializado de tal manera que tienen la invisibilidad muy arraigada o por la censura política en general, las feministas solo pueden utilizar redes de comunicación cerradas (por ejemplo, servicio de mensajes cortos o chats privados, a veces con encriptación) con personas a las que conocen y en quienes confían, ya que los canales abiertos las dejan expuestas al ostracismo y la violencia.
A fin de hacer que nuestros movimientos sean más seguros, tenemos que encontrar un equilibrio entre nuestro deseo de ser visibles y las necesidades prácticas de las mujeres. Esto significa contar con espacios públicos, donde tenga sentido que existan, y espacios privados en los que las feministas se puedan sentir más seguras para expresarse de manera plena sobre determinados temas. También implica apoyar el anonimato y las identidades inventadas, sobre todo en circunstancias en las que determinadas identidades (por ejemplo, ser LGTBQI y/o mujer con discapacidades) y experiencias (tales como haber sido violada y/o haberse realizado un aborto) son objeto de condena o marginación social. Y esto también significa invertir tiempo y reflexión para hacer que nuestros espacios públicos sean más seguros y contar con estrategias para hacer frente de manera más eficaz y coordinada a usuarios/as ofensivos/as y otros/as perpetradores/as de violencia en el ciberespacio.
Los Principios Feministas para Internet sostienen que la vigilancia, por su naturaleza misma, es una herramienta de control y restricción patriarcales, y que nuestro derecho a la intimidad es fundamental para una Internet más abierta. Por eso, una parte de nuestra tarea para lograr que nuestros movimientos sean más seguros consiste en participar en los niveles políticos más estratégicos interactuando con actores estatales, de la sociedad civil y empresas de tecnología digital a fin de afirmar nuestro derecho a espacios seguros y feministas.
Sin embargo, todavía quedan muchas preguntas para discutir y responder.
¿De quién son las plataformas que utilizamos y cómo funcionan de verdad? ¿Quién ejerce la propiedad sobre nuestros contenidos y cómo utilizamos de manera consciente los espacios en línea? ¿Cómo llevamos a los espacios digitales las conversaciones que no están ocurriendo en el ciberespacio y cómo sacamos las conversaciones virtuales al mundo ‘real’, todo ello siendo siempre sumamente conscientes de la línea delicada que existe entre ser aliadas/os y ‘hablar en nombre de’ alguien? ¿Quién está guardando lo que compartimos en línea? ¿Quién entiende toda esta magia que ocurre en un momento en que la distancia física cede frente a la inmediatez digital? ¿Cómo organizamos nuestras presencias en línea para que configuren nuevos conocimientos? ¿Cómo los enseñamos y los compartimos?
Corremos peligro si al mismo tiempo que nos organizamos no alcanzamos también un nivel más profundo de reflexión acerca de todas estas preguntas y muchas otras. Lo mismo sucede si no reflexionamos de manera más constante sobre el poder, porque debemos continuar criticándolo, tanto internamente como fuera de nuestros movimientos. ¿De quién son los espacios que reivindicamos? Y ¿quiénes de nosotras consiguen hablar en esos espacios?
Solo a través de una introspección y regeneración permanentes podremos, de verdad, construir un ‘nosotras’ virtual que sea eficaz, resiliente y seguro, capaz de dar respuestas y a la vez ser responsable.
Sobre la autora
Fungai Machirori es una investigadora, comentarista y bloguera feminista zimbabuense. En 2012 fundó Her Zimbabwe, una plataforma feminista virtual para mujeres jóvenes.
[1] Somolu, O. (2007). ‘Telling Our Own Stories’: African Women Blogging for Social Change. Gender and Development 15 (3): 477-89.