¡Está en boca de todxs: COVID-19, más comúnmente llamado Coronavirus! Quizás, como yo, has estado pegadx a las redes informativas, a los canales de las redes sociales, y a otras fuentes de noticias, tratando de entender la escala y el alcance de una de las mayores epidemias sorpresa de nuestra época. El mundo ha quedado aturdido del shock, mientras el COVID-19 (una cepa del coronavirus que, hasta ahora, se ha cobrado las vidas de más de 6700 personas en todo el mundo, e infectado casi 175 000 personas desde diciembre de 2019) continúa atravesando fronteras y se propaga con la velocidad y la ferocidad de un incendio forestal.
Sin duda, las corporaciones han sido precursoras en la globalización de los viajes y el comercio, de la contaminación climática, la urbanización, la privatización de los servicios sociales y la destrucción ambiental. Todo esto ha convertido al mundo en terreno fértil para la rápida propagación del COVID-19. En efecto, si consideráramos el poder corporativo como un virus, notaríamos cuánto más peligroso, destructivo y mortal es, con índices de fallecimientos muy superiores al índice de mortalidad actual del coronavirus, que es del 3,4%.
Emisiones de carbono corporativas = Cambio climático
En los últimos días, las imágenes satelitales de la NASA han revelado una drástica reducción de los niveles de contaminación sobre China. Asimismo, el cierre de las compañías manufactureras chinas como parte del esfuerzo por contener el avance del COVID-19, ha provocado una lentificación económica: un decrecimiento involuntario de la economía. En 2017, cien empresas eran responsables del 71% de las emisiones globales. Sin embargo, para proteger sus ganancias, las corporaciones invierten hasta 200 millones de dólares anuales en presión política y «greenwashing» [«lavado de cara ecológico»], para socavar los avances sobre regulación climática.
Las mujeres, las niñas y las personas trans y de género no normativo de las comunidades marginalizadas no sólo enfrentan mayores riesgos de daño, violencia y acceso inequitativo a los recursos durante las catástrofes climáticas, sino que son a menudo las primeras en sufrir y morir. En 2019, más de 4 millones de personas participaron en la mayor protesta climática humana de la historia, para demandar alternativas justas y sostenibles. Ahora parece ser posible que las empresas, las compañías y los individuos reduzcan sus emisiones de carbono. En este mismo momento, se están cancelando miles de eventos y de vuelos, locales e internacionales. La crisis climática no era una razón suficientemente importante para tomar estas determinaciones, pero el COVID-19 ha cambiado nuestra perspectiva respecto de lo que es absolutamente crítico, cuando, de pronto, casi todos los eventos más importantes parecen fáciles de cancelar.
Situación anormal: ¿una escasez de oferta de camisetas «Así Luce Una Feminista»?
Con peligrosa abnegación, el COVID-19 está desgarrando los puntos débiles del capitalismo, y paralizando, al menos por ahora, las actividades depredadoras de las corporaciones transnacionales. Las empresas a menudo presionan para obtener políticas de libre comercio y crear una carrera descendente, que empuja a los países a disminuir sus impuestos, alentar la mano de obra barata y recortar los costos de producción, para atraer y retener negocios. Cuando reconocemos que el altísimo porcentaje del 94% de lxs empleadxs de las 50 corporaciones transnacionales más grandes del mundo están escondidxs dentro de cadenas de suministro globales, en las que frecuentemente se concentran mujeres y niñas, podemos ver cómo varias industrias probablemente se sumirán en el caos, lo cual impactará aún más en la subsistencia de la clase trabajadora.
Durante muchísimo tiempo, las corporaciones transnacionales se han desentendido de las condiciones laborales deplorables de las cadenas de suministro globales. En 2016, Beyoncé fue muy criticada porque la ropa de su marca, Ivy Park, era producida en un taller clandestino de Sri Lanka. Para muchxs de nosotrxs resultan evidentes las contradicciones entre Beyoncé,quien se autoproclama feminista, y las condiciones laborales inhumanas de las cadenas de suministro globales (incluidas las que provocaron el colapso del edificio Rana Plaza, que causó la muerte de 1134 trabajadorxs de la industria indumentaria, en su mayoría mujeres).
¡Los virus no discriminan: los sistemas sí!
El COVID-19 está exponiendo el colapso de nuestros sistemas de salud y visibilizando la erosión de nuestro tejido (de protección) social. Dato: sólo el 50% de la población mundial puede acceder a los servicios de salud esenciales que necesitan para sobrevivir. Lo que inicialmente se propuso como una serie de simples pasos preventivos (lavarse las manos, quedarse en casa cuando se está enfermx, y procurar tratamiento médico), se ha convertido rápidamente en la preservación de unxs pocxs privilegiadxs en los países corporativistas, que están muy lejos de alcanzar la cobertura médica universal (CMU) para todas las personas y ofrecen protecciones limitadas para la clase trabajadora.
El poder corporativo ha creado un panorama de precios astronómicos para obtener atención médica, que deja a la gente mucho más vulnerable durante pandemias como esta. En particular, quienes corren mayor riesgo son las personas ancianas, la gente con discapacidades, y los grupos históricamente oprimidos como lxs trabajadorxs migrantes, las mujeres de grupos racializados o étnicos y las personas LGBTQI+, que son las menos propensas a reclamar ciertos derechos laborales a sus empleadorxs y, sin embargo, tienen a su cargo la mayor parte de los cuidados. El racismo, la xenofobia, el capacitismo y la discriminación relacionados con el coronavirus han puesto en evidencia que las pandemias sanitarias no sólo son una pelea contra la naturaleza, sino, en última instancia, una pelea contra los sistemas culturales y discriminatorios.
¿Será que las vacunas más poderosas contra estos tipos de pandemias sanitarias es el reforzamiento de los sistemas de protección social, la inversión en servicios públicos de calidad con perspectiva de género, y el cumplimiento de las leyes laborales protectoras?
Que los árboles no nos tapen el bosque
Tenemos una tendencia a ignorar los signos: desde la ruptura de una relación que sabemos bien que no está funcionando, hasta la postergación de una consulta odontológica por un dolor de muelas persistente . A menudo, actuamos recién cuando las molestias se tornan muy difíciles de ignorar, o el dolor se agudiza. Somos rápidxs para responder, pero lentxs para actuar.
Ya hace años que lxs feministas y las organizaciones por los derechos de las mujeres vienen dando la alarma sobre el impacto adverso del poder corporativo sobre el medio ambiente y los derechos humanos. No hay porción de este mundo que permanezca intacta a su daño. Actualmente, las corporaciones representan el 71% de los cien mayores recaudadores de ingresos del mundo. Los estados imitan las interacciones virales, al convertirse en «portadores» de corporaciones, élites globales y otros actores que detentan un control sin precedentes de los recursos, la mano de obra, la información y las finanzas.
Con absoluto descaro, la actual pandemia está visibilizando la urgencia de cuestionar, desafiar y resistir el capitalismo global dominante. Si no detenemos los efectos destructivos del poder corporativo sobre nuestro planeta y nuestra salud, ¡el COVID-19 ha venido a recordarnos que la naturaleza podría hacerlo por nosotrxs!
Este artículo fue publicado en inglés en el blog Cambridge Core