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Corporeizar el placer en tiempos aciagos

Corporeizar el placer en tiempos aciagos Por Ghiwa Sayegh

Al despertar, nos encontramos en mundos que son insoportables de ver y de habitar. En Líbano, el único hogar que he conocido, se dice que una persona anciana murió mientras hacía la fila para conseguir combustible. Ha pasado un año desde la explosión del 4 de agosto. La Internet, la electricidad, el pan, los medicamentos, son todos recursos escasos. La vida es un bien escaso. Vivimos realidades diferentes plagadas de macro y microsistemas de injusticia, algunos más devastadores que otros debido a las desigualdades de acceso históricas y actuales. Pero esta escasez de vida no es excepcional, no afecta en forma singular a un solo lugar o a una geografía específica. Es sintomática de un orden mundial en el que tantxs de nosotrxs estamos resistiendo contra el empobrecimiento, la explotación y la opresión. En este orden mundial, nuestros hogares se convierten en noticia para luego desaparecer de los titulares y las pantallas. En este orden mundial, nos vemos forzadxs a inventar estrategias para sobrevivir a lo que se nos dice que es la única realidad posible. En este orden mundial, la organización, la movilización y la agitación requieren que nunca nos limitemos a una sola praxis o a un único método.

También se nos dice que estamos viviendo en una época de «crisis». La pandemia del COVID-19 continúa modificando el panorama del trabajo, la movilidad, la salud y lo colectivo, exponiendo la monstruosidad del sistema que nos domina. Hemos ocupado la tierra, el mar y el aire, explotándolos hasta dañarlos en forma irreparable. Al luchar contra regímenes asesinos, nosotrxs como feministas descubrimos hasta qué punto se han adueñado de todas las infraestructuras que hacen que la vida sea vivible. Si la crisis es lo normal (siguiendo a Lauren Berlant), necesitamos resistir contra la cooptación de nuestra resistencia colectiva. Esta resistencia tiene un costo sumamente alto: ahora más que nunca estamos aisladxs y dispersxs, en nuestros cuerpos, nuestras luchas, nuestras geografías. Ante la ausencia de lugares de encuentro en persona, con nuestros círculos y nuestro compañerismo hemos ocupado las esferas virtuales. Un espacio en línea se convierte en un encuentro transnacional que tomó cuerpo. Reunirnos de esta manera es una exploración feminista del Sur, a pesar de las infraestructuras que se desmoronan y del inestable acceso a la Internet. Permite imaginar, y encarnar, el modo de liberarnos de las fronteras (físicas, sexuales, globales, geográficas) a las que hemos sido asignadxs. Al no reprimirnos unxs a otrxs, al aceptar en forma colectiva las contradicciones y las diferencias situadas, podemos practicar la solidaridad como algo transformador.

Cuando nuestros espacios de activismo migran a la virtualidad y la transnacionalidad, la creación, la resistencia y la transformación son círculos donde entramos y salimos. Este movimiento, esta capacidad de «ser/estar» en forma diferente, es una praxis. Si bien parece haber sido impuesto por las circunstancias globales, es lo que lxs feministas (especialmente en el Sur) han utilizado a menudo, para que otros mundos, otras realidades, continúen haciéndose tangibles y auténticas. Imaginar mundos como realidades feministas y luego avanzar hacia nuestra visión colectiva es una forma de actuar y de hacer.

El Festival Feminista de AWID recorre genealogías reverberantes. Nacida en línea y desplegada a través de períodos más largos, la (re)estructura del Festival es en sí misma un acto de creación, resistencia y transformación. El tiempo se detiene y se extiende; a pesar de que nuestra época es desoladora, existe un espacio para la alegría y el placer, aunque estos no son requisitos.

¿Qué significa hablar sobre sexualidad, en forma colectiva y política, en espacios en línea? Además de corporeizar la sexualidad como algo que nos impulsa, que soñamos, decimos o actuamos, también nos desplazamos por los espacios virtuales con nuestros cuerpos y afectos. Los espacios en línea, al igual que las utopías, no existen en un vacío. Llegar a estos espacios, con todas las formas que puede adoptar esta llegada, es ser corporeizadxs en/por ellos. Si bien son virtuales, esto no los hace menos reales. Hablar sobre el placer es también una conversación sobre la abolición de las prisiones y de la policía, sobre los bancos y la deuda y la escasez, sobre la movilidad y el acceso reducidos en línea y fuera de línea. Tomemos como ejemplo la reciente prohibición de pornografía en OnlyFans: después de años de cobrar importantes comisiones a lxs trabajadorxs sexuales, y de hacerse una reputación gracias a los esfuerzos de estxs trabajadorxs, la plataforma se está entregando a los opresivos requerimientos de las instituciones bancarias y los medios de pago electrónico. Hablar sobre el placer, entonces, nos muestra la manera en que podemos desviarnos del uso de las herramientas del amo (para utilizar la frase de Sara Ahmed y Audre Lorde) tales como las infraestructuras digitales que ocupamos y donde nos desplegamos. Y, por lo tanto, nuestras sexualidades en los espacios virtuales y en la creación de mundos solo pueden ser escenarios de lucha y creación conjunta de realidades posibles.

La corporeización de nuestras sexualidades a través de las fronteras desestabiliza un orden mundial que continúa manifestándose en controles fronterizos, colonialismo de ocupación territorial y realismo capitalista. No resulta sorprendente, entonces, que nuestras sexualidades sean devaluadas, se les quite prioridad, sean domesticadas, o incluso criminalizadas y encarceladas. Sigamos desatando su poder transformador, y sigamos dispersándonos, no en forma aislada, sino con placer, alegría y compañerismo en todos los espacios.

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Análisis
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