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Con guantes de seda y puños de hierro: PepsiCo regala con una mano y aplasta con la otra

Hace un par de semanas, cuando la organización humanitaria internacional CARE difundió una noticia espectacular, me imaginé que varias personas estarían comiendo las papas fritas Lays de su sabor preferido, regándolas con una Pepsi bien fría. Para este grupo de gente, cada bocado y cada sorbo podían estar produciendo además una sensación de satisfacción, ya que la Fundación PepsiCo se había comprometido a otorgar un enorme subsidio de USD 18,2 millones para implementar un programa de empoderamiento femenino en apoyo de las mujeres agricultoras. Durante años, lxs feministas han preguntado dónde está el dinero para los derechos de las mujeres. ¡Quizás podría ser esto!

Pero otro grupo de personas (y me incluyo) estaba siguiendo los desagradables sucesos de otra parte del mundo. Un titular relacionado (pero no necesariamente espectacular) recorrería la India y más tarde impactaría en las plataformas de medios globales: «Cultivadores de papa se quejan porque PepsiCo los demanda». Una subsidiaria de Pepsi había decidido presentar una demanda legal contra cuatro campesinxs, por cultivar presuntamente variedades de semilla de papa con marca registrada de Lays.

Me surgieron muchísimas preguntas

Al ver esto, se me ocurrieron muchísimas preguntas, incluso las más obvias: ¿cómo sabe un campesinx que las semillas que está cultivando están patentadas? ¿Qué hay de la contaminación de las semillas, cuando las semillas son llevadas a través de los campos por la polinización cruzada, el viento o los cursos de agua? Si realmente fueran citadxs ante la corte, ¿cuáles son las posibilidades de que lxs campesinxs ganaran un litigio de esta naturaleza, en estas circunstancias? En esta batalla legal del tipo David versus Goliat (de la cual posteriormente PepsiCo se retractaría), ¿los problemas lingüísticos, culturales y financieros impedirían el curso de la justicia? Después de todo, Pepsi reclamaba una indemnización de aproximadamente USD 143 mil de parte de cada unx de lxs campesinxs, que probablemente poseen sólo un poco de tierra para cultivo.

Pasé después a preguntas de otro tipo, que podían ser respondidas sólo si yo fuera una mosca en la pared de la sala de reuniones de PepsiCo. Me pregunté cuántas tazas de café se prepararon, cuántas conexiones de Skype se perdieron, y cuántos debates acalorados hubo, antes de que PepsiCo llegara a la decisión de ofrecer este generoso subsidio a CARE. ¿Tomaron la decisión sobre la base de que esta financiación flexible es como un oasis en el desierto del financiamiento para el trabajo sobre derechos de las mujeres? (o la falta de ello) ¿Quizá se basaron en el hecho de que las organizaciones por los derechos de las mujeres están tremendamente desfinanciadas? Tan desfinanciadas, en efecto, que el promedio de financiación que reciben las organizaciones lideradas por mujeres está por debajo de los USD 20 mil anuales, y es menos de USD 5 mil para los grupos de jóvenes feministas. Seguramente, deben haber tenido todo esto muy en cuenta.

En una interesante sucesión de acontecimientos, por ejemplo, ¿la Fundación PepsiCo selló el pacto mientras su subsidiaria en India perseguía a lxs campesinxs con el proverbial largo brazo de la ley? La lapicera que firmó el comunicado de prensa con lenguaje colorido, ¿fue la misma que firmó los documentos legales que oscurecerían el mundo de lxs campesinxs indixs? La firma que suscribió los documentos legales para el subsidio ¿es similar a la que firmó los documentos legales que aprobaron el repugnante anuncio de PepsiCo que trivializó los logros políticos de #BlackLivesMatter, un movimiento que llamó la atención mundial sobre los asesinatos de personas negras perpetrados por la policía en los Estados Unidos?

No hay nada nuevo bajo el sol

Claramente tengo, como ustedes, más preguntas que respuestas. Pero en África decimos que no hay nada nuevo bajo el sol. Lo que sabemos con certeza es que las corporaciones están usando su poder económico, en forma frecuente y progresiva, para obtener ganancias culturales y políticas. En una resolución de la Asamblea Mundial de la Salud para alentar el amamantamiento de mayo de 2018, lxs delegadxs de  Estados Unidos presionaron para utilizar un lenguaje que protegiera los intereses de las compañías productoras de leche artificial.  Unos meses más tarde, en septiembre de 2018, un tribunal internacional condenó la decisión tomada por el sistema judicial de Ecuador de multar con USD 9,5 mil millones a Chevron Corp. a Chevron Corp. por delitos ambientales.

El dinero corporativo es seductor, pero ¿cómo es que terminamos teniendo la mayor parte de la riqueza del mundo concentrada en manos de las corporaciones? Desde el sector extractivista hasta la soberanía de semillas y las leyes de amamantamiento, las corporaciones están ciertamente, y con seguridad, abusando de su poder para violar los derechos humanos y dañar el medio ambiente, a la vez que se posicionan como generosos donantes para la sociedad civil y los movimientos sociales. Esta es una contradicción que enfrentan muchas organizaciones (desde las ONGs más pequeñas hasta las agencias de la ONU), debido a la falta de financiamiento de otras fuentes.

La resistencia contra el poder corporativo es un asunto feminista

Mientras se intensifica la movilización en reclamo de responsabilidad corporativa, las financiadoras feministas tienen un papel importante en el apoyo a la seguridad de las organizaciones. Aumentando la cantidad y la calidad del financiamiento disponible para temas de derechos de las mujeres, pueden ayudar a que las organizaciones manejen estas persistentes contradicciones. Y, sobre todo, la financiación feminista ofrecerá a los movimientos la libertad financiera y política para alterar el modo en que se mantiene el poder sobre (y lejos de) los movimientos sociales.

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Análisis
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Global
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AWID