NOTAS DE LOS VIERNES: Desde el fin del genocidio de 1994 en Ruanda ha habido tremendos logros para las mujeres, particularmente en el frente político.
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El Presidente de Ruanda, Paul Kagame, fue reelecto el pasado septiembre con una arrolladora votación mayoritaria que rebasó el 90 por ciento. Él jugó un papel esencial en poner fin a los horrendos sucesos de 1994, cuando entre una octava y una quita partes de la población ruandesa fue masacrada en apenas tres meses.
La impresionante tasa de 8.4 por ciento de crecimiento anual del país lo ha distinguido de sus vecinos en África Oriental y, según analistas, éste fue el factor principal que contribuyó a la reelección de Kagame.
Voluntad política
Los avances en cuanto a los derechos de las mujeres son otra victoria post-genocidio para el país. Antes de las elecciones parlamentarias de 2008, las mujeres conformaban el 49 por ciento de la legislatura. Después de los comicios, la cifra aumentó a 56 por ciento, algo sin precedentes en cualquier otra parte del mundo – al menos en la historia moderna.
Voces escépticas atribuyen dicho éxito en gran medida a que hay una menor población masculina como consecuencia del genocidio de 1994. Aun cuando éste hubiera sido el caso inicialmente (y hay muchas opiniones de disenso al respecto), ello no bastaría para explicar el incremento en la cantidad de mujeres legisladoras desde las primeras elecciones post-genocidio hasta las más recientes.
Durante la reconstrucción de Ruanda tras la devastación de mediados de 1994, los derechos de las mujeres fueron una prioridad para el gobierno liderado por Kagame. Los progresos en este ámbito no pueden atribuirse solamente al Presidente, ya que fueron instrumentales las acciones coordinadas de las organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, pero él ha jugado un papel crucial en fomentar un ambiente beneficioso para esos derechos. Una lección principal de la experiencia de Ruanda es que la voluntad política juega un rol enorme en la promoción de los derechos de las mujeres y debe tratar de conseguirse activa y constantemente. Mary Balikungeri es la Directora Ejecutiva de la Red de Desarrollo Comunitario de las Mujeres de Ruanda (RWN), una organización que se formó poco tiempo después del genocidio para contribuir a la reconstrucción de Ruanda y asegurar que los derechos de las mujeres ocuparan un lugar central en el proceso. Ella manifiesta su confianza en que, bajo el continuo liderazgo del Presidente Kagame, las mujeres podrán dar por segura la voluntad política necesaria para fomentar un mayor crecimiento en el área de los derechos de las mujeres.
Marcos propicios
La Constitución de Ruanda, promulgada en 2003, prohíbe la discriminación por motivos de género. El Código de Familia de 1992 incrementó los derechos de las mujeres en el matrimonio, el divorcio y la herencia. Los derechos de las mujeres a la propiedad han sido asegurados legislativamente en esta sociedad basada en la agricultura. La acción afirmativa para cargos de gobernanza administrativa y legislativa es ahora parte de la cultura legal de Ruanda. La gestoría y defensa de las mujeres fueron clave en el periodo inmediatamente después del genocidio para garantizar que la representación femenina fuera una meta central en la reconstrucción del país.
Según Balikungeri, “Los esfuerzos de Ruanda se han centrado en asegurar marcos legales y mecanismos institucionales que funcionen eficazmente para responder a las necesidades de su ciudadanía a través de bienestar social, empoderamiento económico, paz y seguridad”.
Ella reconoce que, como en todos los demás países africanos, en Ruanda existen actitudes culturales muy arraigadas que continúan poniendo en desventaja a las mujeres y las niñas. Paradójicamente, sin embargo, es en países africanos donde se ha registrado el mayor éxito en lo que concierne a llevar a mujeres a ocupar cargos políticos, sobre todo por medio de la acción afirmativa. También en Uganda, Tanzania, Sudáfrica y Mozambique hay números sustanciales de mujeres legisladoras.
La experiencia de Ruanda demuestra que las leyes y políticas pueden ser líderes en modificar actitudes de la sociedad y desafía aquellas escuelas de pensamiento que prefieren adoptar un enfoque más lento para cambiar la mentalidad de la gente. Ya antes del genocidio, Ruanda había tenido una Primera Ministra, Agathe Uwilingiyimana, quien (habiendo ocupado ese cargo desde el 18 de julio de 1993) fue asesinada el 7 de abril de 1994, durante una serie de acontecimientos que precipitaron el genocidio. Aun así, el liderazgo de las mujeres no era entonces la norma. A criterio de Balikungeri, el incremento en el número de parlamentarias en años recientes ha enviado el potente mensaje de que las mujeres pueden liderar. “Esto se refleja en el aumento de la cantidad de mujeres que entran a los ámbitos de la administración gubernamental, el empresariado y la sociedad civil”, dice. Victoire Ingabire, aspirante a la Presidencia, no está de acuerdo en que los números relativamente altos de mujeres legisladoras han marcado una diferencia. IPS la cita así: “Aún queda un largo camino por recorrer para convertir el peso nominal de las mujeres en una porción efectiva de la adopción de decisiones”.
Precedentes en espacios internacionales
El genocidio en Ruanda es casi un sinónimo de las generalizadas violaciones sexuales que las mujeres sobrevivientes sufrieron durante ese periodo. A medida que se reconcilian con esas experiencias, ellas han trabajado a fin de asegurar que los mecanismos de justicia locales e internacionales funcionen para las mujeres y abordar la violencia sexual como una manifestación de guerra a la que con frecuencia se le resta importancia. Sus experiencias ayudaron a dar forma a la jurisprudencia penal internacional: fue en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, en 1998, que la violación sexual fue por primera vez reconocida como un acto de genocidio y tortura y castigada. Las organizaciones defensoras de las mujeres ruandesas, conjuntamente con aliados internacionales, fueron instrumentales para lograr este hito: fue exitosa su petición al Tribunal de que aceptara agregar cargos por violación y las pruebas relacionadas en un caso que llevó a una condena y fuerte sentencia [las de Jean-Paul Akayesu, ex alcalde de la ciudad de Taba, quien el 2 de septiembre de 1998 fue hallado culpable de genocidio, incitación directa y pública a cometer genocidio y crímenes contra la humanidad, y el 2 de octubre del mismo año fue sentenciado a cadena perpetua]. El juicio en este caso sirve como precedente para otros tribunales internacionales de guerra – y ojalá también para tribunales regionales y locales.
No todo son buenas noticias
Sin lugar a dudas, la Presidencia de Paul Kagame ha sido positiva para promover la agenda legislativa y política a favor de los derechos de las mujeres. Su trayectoria de desarrollo económico es envidiada por las naciones vecinas de Ruanda. No obstante, su régimen ha sido acusado de silenciar el disenso y con ello violar un principio fundamental de la democracia. Según un informe de 2008 de Freedom House, a pesar de que una ley de 2002 prohíbe la censura por parte del Estado, existen fuertes restricciones a los medios de comunicación. Las y los periodistas enfrentan arrestos y detención arbitrarios e ilegales.
Previo a las elecciones presidenciales de 2010, Human Rights Watch documentó incidentes que indicaban una supresión deliberada contra opositores del Presidente Kagame. La única mujer contendiente es citada como una de las víctimas de esta represión. Durante el genocidio, algunas estaciones radiales de frecuencia modulada hicieron transmisiones incendiarias por medio de las ondas recién liberalizadas, y hoy día se reconoce ampliamente el rol que los medios diseminadores del odio jugaron en el genocidio. Ruanda aun tiene que encontrar el equilibrio perfecto entre un periodismo responsable y la censura.
El gobierno justifica la estrecha monitorización a los medios como una medida para evitar que se repitan las irresponsables transmisiones del periodo más oscuro de Ruanda. Sin embargo, las voces críticas aseveran que estas medidas también fueron calculadas a modo de asegurar que los opositores políticos de Kagame recibieran poca cobertura antes de las elecciones.
El Grupo de Observadores de Elecciones de la Mancomunidad Británica de Naciones reportó que “En general, la votación fue bien organizada y pacífica. Aun así, hubo algunas preocupaciones respecto a la falta de transparencia en la consolidación de los resultados, la falta de oposición crítica y los problemas que enfrentaron algunos distribuidores de noticias”.
En respuesta, Balikungeri dice que las críticas por parte de los medios de comunicación son inevitables, no sólo en el caso de las elecciones presidenciales en Ruanda sino generalmente para todos los procesos políticos en el continente africano. Ella plantea que es crucial poner un mayor énfasis en la energía positiva que caracteriza a gran parte de la Ruanda post-genocidio. Reconociendo que aún falta mucho para lograr plenamente el respeto y la realización de los derechos de las mujeres, Balikungeri aboga por “espacios comunitarios para las mujeres” aparte y por encima del ámbito político. Según su análisis, las mujeres necesitan sus propios espacios como un prerrequisito para participar en forma significativa en otros espacios.
Ruanda ha dado pasos impresionantes hacia la igualdad de las mujeres. El Presidente reelecto y su gobierno han demostrado sistemáticamente la voluntad política de respetar y realizar los derechos de las mujeres. Los reportes sobre restricciones a la prensa dan lugar a preocupaciones acerca de los valores de derechos humanos y democráticos más amplios, como también a temores de que una garra vuelva a restringir los derechos de las mujeres. Aun así, las mujeres de Ruanda están celebrando el actual régimen político y esperando más de él.
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