El Foro de Feminismos Negros (BFF) está programado para realizarse a principios de septiembre este año en Salvador, Brasil, previo al Foro Internacional 2016 de la Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID). Reunirá a feministas negras de diferentes comunidades y contextos del mundo para celebrar las contribuciones de los feminismos al conocimiento, la práctica y las luchas por la autodeterminación y la justicia, construyendo al mismo tiempo solidaridad que atraviese las fronteras de los Estados-nación.
Antes de este evento, This is Africa [Esta es África] publicará una serie de entrevistas, elementos destacados y artículos sobre los feminismos negros. En la presente entrega, Amina Doherty conversa con las activistas Caron Gugssa-Howard y Camira Powell sobre la importancia de crear, entre otras cosas, espacios seguros para las feministas negras.
Amina Doherty: ¿Qué significa identificarte como feminista negra?
Camira Powell (CP): Para mí, identificarme como feminista negra es equiparable a identificarme como mujer negra — ser lo primero es ser lo segundo. Es el reconocimiento de cómo mi ser pleno y mis diversas experiencias contribuyen a lo que todas las personas deseamos (o deberíamos desear): igualdad de oportunidades. Dicho llanamente, es amarme a mí misma y lo mío de manera tan atrevida que otras personas se percaten de que es bueno hacer lo mismo.
Caron Gugssa-Howard (CGH): A pesar de haber trabajado en el espacio de los derechos humanos de las mujeres durante casi cuatro años, no me siento cómoda identificándome como feminista.
Mientras crecí como mujer afroamericana no se usaba el término ni el título «feminista». Ni siquiera ocasionalmente. Nunca escuché a nadie en mi familia, mi círculo de amistades o mi barrio identificarse como tal.
No fue sino hasta en la universidad que me familiaricé con palabras como «feminismo», y quienes se identificaban como feministas eran mujeres blancas que abogaban por cosas que a mí no me preocupaban. Mientras ellas estaban luchando por que se las viera como iguales a los hombres, inconscientemente yo luchaba para ser aceptada en una entidad cuya composición era predominantemente blanca. Nuestras luchas eran intrínsecamente diferentes. De modo que la narrativa feminista, sus raíces y el movimiento tal como lo he visto realmente nunca ha incluido mi experiencia. Por lo tanto, nunca me ha atraído identificarme como feminista, o incluso como feminista negra.
Creo que esto se deriva de estar plagada de las cuestiones diarias que implica el simple hecho de ser negra en Estados Unidos. No dudo que las mujeres negras en Estados Unidos realizan actos cotidianos que son ejemplos de feminismo, pero dado que estos actos raras veces se celebran o se reconocen, no soy consciente de cómo el feminismo puede estar manifestándose en mi vida diaria.
Además, buscar maneras de ver cómo las experiencias de mi vida (o de otras mujeres negras) se alinean con el feminismo es agotador y me aleja aun más de lo que realmente importa aquí en Estados Unidos—la raza. Mi primera línea de discriminación ha sido y siempre será la raza. La mayor parte del tiempo siento que estoy demasiado ocupada siendo negra como para pronunciarme, discutir o lidiar con cualquier otra cosa.
AD: ¿Por qué sientes que es importante contar con espacios donde las feministas negras se reúnan?
CP: Muchas mujeres negras están tan acondicionadas a las luchas de vivir en un mundo donde el solo hecho de ser una misma es un acto radical que no siempre reconocen cuán importante es un espacio seguro para su propio bienestar. Esto es particularmente cierto en el caso de las mujeres negras que se identifican como feministas y están trabajando de manera activa dentro de cualquier clase de espacio relacionado con los derechos.
Un espacio seguro (físico, mental, emocional, espiritual, etc.) es, para mí, un lugar al cual una mujer negra puede retirarse para revitalizarse y encontrar restauración. Es un espacio donde no tiene que hacer nada más que ser auténticamente ella misma. Uno de los aspectos más importantes de un espacio seguro es que no se necesita argumentar por su validez.
CGH: Cuando se reúnen personas afines que tienen orígenes en común (es decir, un grupo de mujeres negras), las posibilidades de empoderamiento e inspiración son interminables. Este solo hecho puede crear una mayor comprensión entre mujeres negras, particularmente aquellas como yo que aun no nos identificamos como feministas (o incluso como feministas negras) o las que no están familiarizadas con el concepto. Este puede ser un espacio excelente para mostrarles a quienes podrían aun no ser conscientes que nuestra existencia misma en Estados Unidos es un movimiento con vida propia.
AD: Si reflexionas sobre tu trabajo en el espacio de los derechos humanos de las mujeres, ¿cuáles son tus actuales sitios de retos, crecimiento y emoción?
CP: Siendo nueva trabajando en este espacio, ha sido asombroso profundizar mi comprensión del movimiento mundial por los derechos humanos de las mujeres y ver las similitudes entre el trabajo de las mujeres en la India y Brasil y el de las mujeres de Oakland y Memphis. Aunque este nuevo conocimiento es emocionante, ahora también soy más consciente de los desafíos que enfrentamos para hacer de este un movimiento más inclusivo a fin de que tenga éxito. Una de esas dificultades se relaciona con asegurar que las diversas voces sean no solo oídas sino también escuchadas. Esto significa prestar una genuina atención a lo que está diciendo una persona cuya perspectiva es diferente, para que sus experiencias sean validadas e influyan en cómo hemos de avanzar juntas.
CGH: Considero un desafío que, pese a la imagen de las mujeres negras que se está utilizando dentro del movimiento feminista con el objetivo de conseguir apoyo o solidaridad para una causa (por ejemplo, imágenes de mujeres negras en las tarjetas para ocasiones especiales y/o folletos de organizaciones, etc.), nuestros pensamientos y/o cuestiones particulares no se abordan dentro de este mismo espacio. Ese hecho refuerza la idea tóxica de que los cuerpos de las mujeres negras son valiosos solo cuando están al servicio de otrxs, pero nuestras historias de resiliencia e influencia son reales y dignas de ser relatadas.
Por lo tanto, espero ver una mayor comprensión respecto a que las luchas que las mujeres enfrentamos en todo el mundo no son tan diferentes a la opresión que aqueja a las mujeres negras aquí en los Estados Unidos.
Aunque todavía hay mucho por hacer, es emocionante imaginar un futuro posible en el cual las experiencias y necesidades de las mujeres negras sean incorporadas plenamente en el espacio de los derechos humanos de las mujeres y no se les trate solo como una idea de último momento.
AD: Como mujer negra, ¿por qué es esto importante para ti?
CP: En palabras de la incomparable Fannie Lou Hamer, «Nadie es libre hasta que todas las personas son libres». Para vivir en un mundo donde la gente realmente tenga iguales derechos y oportunidades, debo estar dispuesta no solo a liberarme de las cadenas que me atan a múltiples opresiones, sino también a ayudar a otras personas a hacer lo mismo. No sé qué quieren ustedes, pero yo quiero ser libre.
CGH: Aunque las mujeres negras de todo el mundo — desde el continente hasta América Latina, Europa y América del Norte — compartimos una conexión intrínseca, nuestras historias son diferentes. Es imperativo narrar mi historia como mujer negra para erradicar la noción de que las personas negras somos un monolito. Las personas negras podemos entonar el mismo canto de esperanza pese a la opresión implacable, pero cada una lo hacemos con nuestra propia melodía.
Nuestro reto de sobrevivir y prosperar es cotidiano y real.