NOTAS DE LOS VIERNES – Srilatha Batliwala, Investigadora Asociada de AWID, comparte sus reflexiones sobre el reciente Simposio Global 2014 de MenEngage, que se llevó a cabo en Nueva Delhi del 10 al 13 de noviembre de 2014.
El 2º Simposio Global de MenEngage ofreció a sus casi mil participantes una amplitud y profundidad impresionantes de discusión y debate sobre el replanteamiento de las masculinidades y el papel de los hombres y los niños en la construcción de un mundo con justicia de género. El Simposio, que reunió a “personas del campo” (activistas), “personas del pensamiento” (académicas/os), “gente de las políticas” (representantes de gobiernos y agencias donantes) y “personas comunes y curiosas” (¡el resto de nosotras/os!), no digamos una cantidad respetable de activistas y académicas feministas, procuró abrir un nuevo espacio para quienes trabajan activamente con hombres y niños con el fin de promover la justicia de género.
Acuerdo unánime de que el patriarcado es la causa fundamental de la injusticia de género
Fue excepcional el nivel del discurso en el Simposio, especialmente en las plenarias. Las ideas fueron de vanguardia, inspiradoras las experiencias organizativas a nivel de base y el análisis de las masculinidades cambiantes en una era de globalización neoliberal—y los impactos resultantes sobre las relaciones de poder entre los sexos—fue oportuno e invitó a la reflexión. El Simposio también aseguró una presencia significativa de personas y puntos de vista de otras identidades de género, lo cual matizó las discusiones sobre los retos que a todas/os nos plantean los actuales regímenes relacionados con el género. Lo más impresionante fue percatarnos de que existen centenares de iniciativas en cada rincón del mundo—desde Australia y Bangladés hasta Kenia, México y Nueva York—que están organizando y construyendo el poder colectivo de hombres y niños para cuestionar las culturas de opresión por motivos de género y la homofobia—incluyendo la parte que ellos mismos juegan en esas culturas—y trabajando para transformarlas.
El mayor logro del Simposio, en mi opinión, fue el acuerdo virtualmente unánime respecto a que la causa fundamental de la injusticia de género es el patriarcado y, por lo tanto, la agenda política en común de todas las personas presentes era desmantelarlo. ¡Nunca pensé que escucharía esto manifestado tan claramente fuera de un espacio feminista! Fue extraordinario escuchar este punto de vista de tantas otras voces—desde grupos de hombres hasta activistas trans ubicados/as a lo largo y ancho del espectro geopolítico. Coincidieron en que el patriarcado es la principal estructura opresiva de poder no sólo por lo que les hace a las mujeres y otros géneros subordinados y por sus efectos deshumanizadores sobre los hombres, sino también porque es el motor que alimenta modelos económicos explotadores, un desarrollo destructor del medio ambiente y todas las formas de guerra, conflicto y violencia.
Personas que asistieron al Simposio de MenEngage en Río de Janeiro en 2009 me dijeron que esta segunda reunión había avanzado años luz del discurso más académico de la primera y en cuanto a la diversidad de participantes que vimos en Delhi. Un reconocimiento especial por este bienvenido giro se le debe al Comité Organizador en la India, el cual aseguró que los asuntos se encuadraran dentro de un contexto global más grande; que hubiera un mayor equilibrio de género entre perspectivas académicas y activistas, entre espacios de sesiones formales y espacios interpretativos/artísticos abiertos—para que la gente pudiera ser informada y motivada no sólo a nivel cerebral sino también emocionalmente por medio de música, danza y teatro.
Sin embargo, regresé preocupada por varios motivos.
En primer lugar, hubo poco reconocimiento audible del enorme—aunque indirecto—papel que los movimientos por los derechos de las mujeres y las académicas feministas han jugado en el último medio siglo en cuanto a resaltar el rol de las masculinidades patriarcales en la perpetuación de la discriminación y la violencia de género e instar a los hombres a convertirse en aliados—en vez de espectadores u oponentes—en la lucha por la justicia de género. Fue como si el patriarcado recién hubiera sido descubierto y las masculinidades estuvieran siendo abordadas en teoría y práctica por primera vez, sin ningún crédito al trabajo que las feministas han realizado durante décadas investigando estos asuntos, desarrollando una teoría sólida y herramientas analíticas y, de hecho, llevando a cabo trabajo pionero en el terreno. Me pregunto: ¿cuántas personas en este Simposio siquiera conocerían la palabra ‘patriarcado’ si no fuera por el trabajo de las feministas que instalaron ese concepto firmemente en el centro de nuestros marcos de justicia social hace varias décadas?
En segundo lugar, como representante de AWID no pude evitar preocuparme por el impacto que este enfoque emergente en los hombres y los niños pueda tener sobre las organizaciones por los derechos de las mujeres, que están enfrentando una difícil situación no sólo debido a la reducción de financiamiento para estrategias transformadoras sino también por la creciente demanda de “soluciones rápidas” instrumentales y a corto plazo que sólo agravan los problemas a largo plazo. Ya existen algunas evidencias anecdóticas de que “trabajar con hombres y niños” muy bien podría convertirse en la próxima fórmula mágica entre donantes. Activistas de al menos una organización feminista por la justicia social en la India me contaron que no uno sino varios de sus donantes de larga data han empezado a preguntar: “¿Por qué no trabajan ustedes con hombres y niños? ¡Si trabajaran con hombres y niños, eso nos ayudaría a apoyarlas!”
Las organizaciones de mujeres siempre han trabajado con hombres y niños
La cuestión realmente paradójica aquí—que es mi tercera preocupación—es que, al menos en el contexto del sur de Asia que mejor conozco, la mayoría de organizaciones que trabajan para empoderar a las mujeres y combatir la desigualdad de género en las comunidades—sean éstas rurales o urbanas, pobres, de clase trabajadora o clase media—SIEMPRE ha tenido que trabajar con hombres y niños, de una u otra forma. De hecho, no sería posible movilizarse o desarrollar el poder colectivo de las mujeres si se ignorara a los hombres en las vidas de esas mujeres. Mi propio trabajo de base—con mujeres que vivían en tugurios ubicados a la orilla de caminos pavimentados en Bombay y mujeres dalit e indígenas en las aldeas del estado de Karnataka en el sur de la India—involucró identificar hombres aliados y trabajar con hombres en las familias y comunidades de las mujeres, cuando menos para prevenir que ellos obstruyeran o sabotearan la organización de las mujeres. Y si tratábamos de evitar esta difícil tarea, las mujeres sencillamente lo hacían ellas mismas, a menudo en formas ingeniosas.
Nuestro fallo fue que no documentamos ni analizamos las lecciones derivadas de este trabajo porque no lo veíamos como un claro componente estratégico, sino una parte orgánica de nuestra organización. Mi preocupación, sin embargo, es que mucho del trabajo actual con hombres y niños parece no estar orientado por este rico cuerpo de experiencia previa—no porque ese trabajo necesite ser limitado por esa experiencia (una parte del nuevo trabajo es increíblemente fresca e innovadora), sino para evitar reinventar ruedas. En el Simposio escuché muchos principios de la organización de hombres para la igualdad de género que me percaté que ya había aprendido hace largo tiempo, pero nunca tuve la sabiduría de documentarlos para la posteridad—por ejemplo, ayudar a los hombres a ver que también ellos se benefician de romper roles de género rígidos.
Para concluir, aunque el Simposio fue innovador al organizar una plenaria para un “Diálogo con movimientos de mujeres”, esto sólo reforzó, en mi caso, la profunda falta de diálogo estructurado y sistemático, de aprendizaje recíproco y de asociaciones intencionales entre las iniciativas emergentes para hombres y niños y la legión de organizaciones y movimientos que conforman la compleja topografía del trabajo por los derechos de las mujeres a nivel mundial. Hay pocos casos que yo haya podido ver en los cuales se aborda la justicia de género en formas holísticas o conscientemente se trabaja a partir de los actuales esfuerzos del activismo feminista y los movimientos de mujeres progresistas, especialmente en el terreno, o en coherencia con tales esfuerzos.
La buena nueva es que el Simposio de MenEngage creó el espacio y la posibilidad para sacar a luz estos asuntos. Esperemos que se hagan realidad un aprendizaje consciente de los movimientos de mujeres y un diálogo con éstos en la siguiente fase del trabajo con hombres y niños.